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Olvida a las farmacéuticas: las químicas son las nuevas gurús de cosmética (y esto es lo que quieren que sepas)

Adiós influencers, hola químicas. Los sólidos consejos de las que más saben de formulación son la nueva obsesión de Internet. Les preguntamos qué cosméticos funcionan (y cuáles no aplicarían nunca en su piel).

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Getty Images

La ciencia pincha la burbuja de las influencers: primero fueron las dermatólogas y las farmacéuticas, y ahora llega el momento de licenciadas e ingenieras químicas que, desde sus blogs y redes sociales, proporcionan consejos cosméticos basados en la evidencia. Posiblemente, la coronacrisis haya acelerado su largo canto del cisne, pero cada vez hay menos confianza en las acientíficas prescriptoras de tendencias sobre cuyos posts planea la sombra de la publicidad encubierta, de las más absurdas teorías chamánicas o de una mezcla de ambas (sí, nos referimos a los enemas de café y otras recomendaciones de Gwyneth Paltrow). La culpa de todo la tienen las skintellectuals, esa cada vez más numerosa y exigente masa crítica de consumidoras que conocen la diferencia entre los alfa hidroxiácidos y los beta hidroxiácidos y que enarcan la ceja cuando oyen hablar de ungüentos milagrosos o de aquella vez que Isabel Preysler se dejó olvidada una crema en el baño de un aeropuerto. A ellas se dirige la ingeniera química Cristina Carvajal (de hecho, su libro se llama precisamente Skintellectual. Cosmética Al desnudo: La ciencia que hay detrás de los cosméticos) en el reverenciado blog Cosméticos al Desnudo. «Estoy segura de que muchas de las influencers actúan con la mejor de las intenciones, pero lamentablemente creo que lo único que consiguen es confundir más al consumidor. Al no tener claros los conceptos, no los transmiten de forma veraz, ni cercana, lo que genera confusión, bulos y miedos innecesarios en la población», explica para Smoda.

La hora de las skintellectuals

También para aclarar dudas entre la población (y de paso no tener que contestar tantos mensajes de Whastapp a familiares y amigos, si bien esto último aún no ha conseguido) creó su blog -el imprescindible Ciencia y Cosmética- Raquel Marcos. Esta licenciada en química, doctora en química inorgánica en el campo de las nanopartículas y posgrado en cosmética y dermofarmacia explica para Smoda que el campo de expertise de los químicos no sustituye al de dermatólogos y farmacéuticos, sino que se solapan: «En realidad, lo que marca la diferencia es conocer cómo funcionan los cosméticos o, más bien, los ingredientes y sustancias químicas, cuál es su interacción con la piel y, finalmente, el marco legal sobre los productos sanitarios. Quizás la ventaja de ver la cosmética desde el punto de vista químico permite que no tengamos ningún sesgo habitual relacionado con los casos prácticos que un sanitario puede observar en consulta o en farmacia (ya que, normalmente, quien acude a un dermatólogo o farmacéutico lo hace, en su mayoría, porque puede presentar un problema cutáneo)», asegura. Cristina Carvajal coincide. «Cualquiera de estas tres formaciones pueden aportar un punto de vista muy interesante sobre la cosmética: es tan necesario hablar de la piel como de la fórmula que utilizas, porque un dermatólogo profundizará quizás más en las posibles patologías o necesidades de la piel y de cómo un ingrediente actúa sobre la misma, pero también es muy importante saber con qué otros ingredientes se combina o cómo está envasada una determinada fórmula. Lo más importante es relacionar conceptos y transformarlos en información útil para el consumidor», nos cuenta la autora de Cosméticos al desnudo.

Sobre la capacidad de los químicos de traducir para la población complejos conceptos científicos también nos ha hablado la uruguaya Florencia Jinchuk, licenciada en química, doctorada en química cosmética y creadora de The Chemist Look. «Cada vez hay más información, pero también más desinformación. Tenemos una responsabilidad de la que debemos hacernos cargo. En The Chemist Look no descubrimos nada. Recopilamos información sólida, con respaldo científico, y democratizamos ese contenido. Sin embargo, no hay que ser científico para opinar de productos. Al final, los productos están hechos para el consumidor final, y la opinión del usuario cuenta. En ese sentido, creo que los beauty bloggers e influencers aportan al usuario y mucho. Lo que sí me parece peligroso y que genera desconcierto es cuando se habla de ciencia o de verdades absolutas sin un marco que dé sustento. La parabenoia (paranoia anti-parabenos) es un ejemplo de esto. Cuando alguien con influencia en redes critica a los productos con parabenos, ¿ha leído las investigaciones que sustentan o desmienten su potencial toxicidad? Creo que el usuario tiene que recorrer su camino y conocer a los influencers, blogueros y marcas a fondo para elegir depositar su confianza en aquellos que tengan valores afines y, sobre todo, que tengan transparencia radical en todos sus procesos».

Borrar la celulitis y otras mentiras

Lo que empezó como un blog de fuerte impronta científica con un lenguaje accesible (en el que Jinchuk comparaba ingredientes, analizaba el mercado y, sobre todo, rebatía las promesas publicitarias de la industria cosmética tradicional) acabó derivando en una firma propia cuyos productos ofrecen formulaciones más correctas que los que esta química observaba en el mercado: así se convirtió The Chemist Look (hoy un equipo multidisciplinario formado por, además de su fundadora, una doctora en química biológica, una doctora en medicina y varios estudiantes del área de la química y de la salud) en la firma de cosmética nicho favorita de Uruguay, Argentina y Chile. Sus productos, de momento, no están disponibles en España, pero sí tenemos acceso a su plataforma educativa. En España, encontramos un caso parecido en Susanna Asensio, licenciada en química con un máster universitario en fitoterapia y experta en síntesis de productos orgánicos. Ella también decidió formular y desarrollar la cosmética que no encontraba en el mercado. «Mi marido tenía problemas de piel que no conseguía solucionar con productos de farmacia o dermatológicos. Así fue como empecé a formular para él una serie de productos cosméticos basados en fitoterapia, 100% naturales, cuyos efectos de mejora se dejaron ver enseguida», explica para Smoda. Así nació Amai Hana que, además de productos de alta cosmética con activos vegetales, es un blog divulgativo en el que Asensio escribe sobre la evidencia científica que sustenta la efectividad de ingredientes como la centella asiática o la lavanda. «Estoy cansada de que las estéticas (Amai Hana solo se vende a través de su web y en salones de belleza) me digan que ‘es que el comercial de esta otra marca me ha dicho que 100% natural no puede ser’. ¡Pues sí puede ser! Implica un relativo aumento del coste del producto y es más complejo de formular para obtener la misma estabilidad, pero hemos demostrado que es posible una cosmética de gama profesional basada en la fitoterapia. Con nuestras fórmulas, rompemos el mito de que un producto de calidad y efectivo no pueda ser natural y además asequible».

A propósito de falsas creencias asociadas a la cosmética, Cristina Carvajal de Cosméticos al Desnudo explica qué producto se lleva la palma. «La mayor mentira sin duda son los anticelulíticos: la celulitis -lo siento- está en la capa más profunda de nuestra piel, así que lo más eficaz es el propio masaje, cuidar la alimentación y hacer deporte», nos confiesa. Coincide con ella Raquel Marcos de Ciencia y Cosmética, quien recomienda que rebajemos nuestras expectativas: «Tenemos que pensar que un cosmético puede modificar la estructura de la superficie cutánea, pero no lograr que retrocedamos en el tiempo o eliminemos manchas que han tardado más de 15 años en aparecer por abuso de exposición solar… Pero sin duda, creo que los champús crecepelo y cremas que afirman una reducción drástica del tejido adiposo y celulitis son los ganadores en el terreno de las mentiras de la industria». De hecho, Marcos desmonta un mito en el que hasta las skintellectuals creen: «No es que no exista ningún ingrediente revolucionario desde el descubrimiento de los retinoides, es que tampoco se puede incluir una sustancia nueva en la industria. Su testado en animales está prohibido, por lo que para poder incorporar un activo cosmético revolucionario en el mercado, tiene que hacer sido testado previamente para fines médicos. Y eliminar las arrugas no supone ningún beneficio en la salud de los usuarios».

Lo que las químicas usan (y lo que no)

No solo el retinol: las siliconas y los parabenos, entre otros ingredientes, son reexaminados por estas estas químicas en sus bitácoras. Y hasta la mayor skintellectual podría sorprenderse con su veredicto. Por ejemplo, según Cristina Carvajal, «no hay ningún argumento científico que apoye que las siliconas no dejen respirar la piel o el cabello». ¿Más verdades? «Los poros son los que son: puedes mantenerlos limpios y visualmente se apreciarán menos, pero ningún cosmético puede hacer tus poros más pequeños», prosigue la autora de Cosméticos al Desnudo. Los mayores bocados de realidad nos los da Florencia Jinchuk de The Chemist Look: «La ciencia se apoya en la ciencia y algo que hoy entendemos como bueno puede que mañana no lo sea (en TCL no consideramos nunca que nuestras fórmulas están terminadas: estamos siempre en beta). Constantemente se descubren cosas nuevas. Un ejemplo de activo venerado que no comparto son los aceites esenciales (los que se caracterizan por su aroma intenso). Hay consenso en la ciencia de que afectan negativamente a la barrera de la piel, pero se encuentran de forma constante en cosméticos naturales como si fuesen algo positivo», explica para Smoda. Como Marcos, Jinchuk aconseja recalibrar las expectativas, especialmente las que tienen que ver con la piel perfecta: «Aunque los filtros de Instagram no ayuden, debemos normalizar el hecho de tener un grano y arrugas. Nadie tiene la piel impecable todos los días, y eso está bien. Lo que deberíamos buscar es una piel lo más sana posible según las necesidades y las características de cada uno, lo que no es lo mismo que una piel ‘perfecta’ ni parecida a la de otra persona», explica.

«Evito productos con fragancia y alcohol a toda costa (dejando afuera a los alcoholes grasos, que son un tema aparte); jamás compraría un tónico que tenga alcohol ni una crema natural que huela deliciosa (hay que tener cuidado con el slogan de ‘natural’, porque puede ser genial, pero también puede ser súper irritante para la piel); tampoco creo en las cremas reafirmantes ni en los productos para ojeras y bolsas en los ojos», responde Jinchuk cuando le preguntamos de qué principios cosméticos debemos huir. Sobre los que debemos incorporar en nuestro tocador, Raquel Marcos responde: Vitamina C, niacinamida, alfa-hidroxiácidos y retinoides. La concentración dependerá mucho del objetivo que queramos. Apostaría por un 15% de vitamina C, 5% de niacinamida, 10% de alfa-hidroxiácidos y un 0.3% de retinol. Y, por supuesto, limpieza y protector solar». Cristina Carvajal añade: «Seguramente los más efectivos son los ácidos o el retinol y derivados, sin embargo a mí me gustan más las ceramidas y otros ingredientes ricos en lípidos epidérmicos (aceite de borrajas, colesterol) que refuerzan la función barrera, porque es fundamental tener una piel equilibrada y no alterada, pues cada vez hay más casos de pieles sensibles debido a la polución y al estrés». Otro detalle en el que las químicas reparan es en la importancia del envase. «Comprar una hidratante en tarro con antioxidantes no tiene mucho sentido: requieren un mayor porcentaje de conservantes e, incluso si los antioxidantes son magnificos para tu piel, en ese formato se oxidarán y no podrán tener un efecto real», confiesa Cristina Carvajal. A lo que Raquel Marcos añade: «No compraría ampollas con ingredientes como el ácido hialurónico o alfa-hidroxiácidos. Para estos ingredientes no son necesarios este tipo de envases y generan bastante residuo». El exterior también importa.

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