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Guía para el aliado feminista: ¿qué lugar ocupan ellos en la lucha?

Hombres que llevan su masculinidad y privilegios a examen a través de la escritura. Hablamos con los autores Iván Repila, Octavio Salazar y Víctor Parkas sobre cómo se reconocen en el marco del feminismo de cara al 8M.

"La igualdad no hace daño a nadie", un hombre sostiene la pancarta en la Women's  March de Washington en 2017.
"La igualdad no hace daño a nadie", un hombre sostiene la pancarta en la Women's March de Washington en 2017.Getty Images

En realidad no hay una respuesta rotunda, ni un listado definitivo. Cómo debe el hombre cis blanco ocupar un espacio en el feminismo -o “desocuparlo”, como propone Víctor Parkas, periodista cultural y autor de Game boy (Ed. Caballo de Troya)- es una conversación vigente. Hace un año, con el estallido del #MeToo reciente, la pregunta más repetida por y hacia los hombres era: ¿ir o no a la manifestación del 8M? Por el camino, en cuestión de 12 meses, un proceso que ha ayudado a ir quitando capas y a profundizar en el asunto de cómo ser un hombre feminista. El efecto de famosos como Benedict Cumberbatch dando un paso al frente con su productora para apoyar a las mujeres de su industria, un spot viral que ha dado la vuelta a internet denunciando la masculinidad tóxica, los diccionarios señalando y explicando el interés creciente de esos términos y, ya en 2019, las editoriales publicando en cantidad esa artillería oportuna que ha resultado ser una buena colección de títulos escritos por hombres abordando la reflexión sobre su masculinidad.

El hombre nuevo sólo puede serlo si acepta adoptar gestos que no den réditos de cara a la galería”, escribe Parkas en su libro. Una obra “de ficción, ensayo y privilegio” en la que con relatos y columnas aborda el reconocimiento de los propios privilegios masculinos desde lo autobiográfico y lo ficticio, con humor y provocación. “Como varón, podía disfrutar de mis caprichos sin tener, a cambio, que renunciar a la queja”, escribe en las primeras páginas relatando las revelaciones tras su operación de fimosis a los siete años.

Visto el arranque de precampaña electoral, con el objetivo puesto en el feminismo y el 8 de marzo, una idea con la que los tres autores entrevistados comulgan: aliado feminista no es el que acompaña y además se cuelga la medalla por soltar la cita de turno acerca de la igualdad. “Hay otras formas de articular la masculinidad, cada uno tiene que encontrar la suya pero, sobre todo, no sirve para aglutinar más capital simbólico por ser aliado feminista, sino por apostar por estar en un segundo, tercer, cuarto o quinto lugar”, cuenta Parkas al teléfono.

En un mundo en el que las voces masculinas son las voces de autoridad, las escuchadas y seguidas en primer término, como recoge Mary Beard en su ensayo Mujeres y Poder. Un manifiesto, (Ed. Crítica), los hombre que alzan la suya propia para llamar la atención entre colegas “somos percibidos como traidores”, señala Octavio Salazar, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba y autor de El hombre que no deberíamos ser (Planeta, 2018) y del recién publicado WeToo, brújula para jóvenes feministas (Planeta). Sobre todo, apunta, «lo aprecio más en el entorno institucional. Discutir cosas como el lenguaje no inclusivo de un documento o denunciar el hecho de que no se haya contactado a ninguna mujer para determinada charla, no es bienvenido”. En entornos más íntimos o feministas la cosa cambia. “En cuanto hay más de un hombre a tu lado ya se genera ese tipo de broma over the top y eso de golpearse el pecho”, reconoce Parkas, “pero en las conversaciones de tú a tú sí que se generan momentos de complicidad”.

“Los hombres hemos visto el trabajo del movimiento feminista y lo hemos relegado a una lucha de las feministas, viéndolo llegar con palomitas”, reconoce Iván Repila, escritor y autor de El aliado (Ed. Seix Barral), una novela cuyo protagonista, pareja de una activista feminista reconocida, se considera “el hombre más feminista del mundo” y toma la decisión, en secreto, de salvar el movimiento convirtiéndose en cabecilla de un movimiento antifeminista radical, para el cual no resulta complicado encontrar símiles hoy día (“asusta ver que la realidad ha superado a la ficción que escribí”). “Hasta ahora, había defendido el feminismo solo con la boca. Escribir el libro fue una idea que surgió a raíz de hacerme la pregunta ‘¿puede un hombre ser feminista? ¿Cómo los hombres cis blancos y hetero, que somos el centro del universo, podemos hacer para cambiarlo?’. Puede que esta sea la primera vez en la historia que nos estamos examinando a nosotros mismos”. Y reconoce que, en este sentido, el gran apoyo y motor han sido su pareja, la escritora y activista Aixa de la Cruz, que escribe el epílogo del libro, y «muchas mujeres buenas, que han sido muy pacientes conmigo».

¿Y si dejamos de llamarlo nueva masculinidad? “Antes de reconstruir masculinidades, hay una parte muy compleja de trabajo y reconocimiento interior, de nuestros errores, de nuestras funciones. Solamente a partir de ese examen de conciencia podremos empezar a pensar después en hablar de nuevas masculinidades y deconstrucción de las masculinidades. Me parece atrevido hacerlo cuando la mayoría de los hombres estamos en esa fase primera en la que nos resistimos”, apunta Repila. Para Octavio Salazar, el término tampoco parece el más adecuado: “El concepto acaba siendo perverso porque la idea de masculinidad tiene como opuesta la de feminidad. Lo masculino como categoría principal y los femenino como secundario y subyacente. Apuesto más porque se diluyan los términos”. Esa deconstrucción de la masculinidad se perfila, según coinciden Parkas, Repila y Salazar no como una meta, sino como un proceso constante: “Esas percepciones sobre género e igualdad las vas conquistando día a día, son mini explosiones todo el rato. Tienes que hacer una discusión contigo mismo continuamente. No se pone sobre la mesa el carnet de feminista y con eso está hecho todo el trabajo. Es la conciencia de que vas a seguir evolucionando”, dice Víctor Parkas.

«Desocupar, tener un perfil más bajo, más que ser proactivo”, plantea Parkas. “En el 8M está claro que no tiene que haber tipos con un micro. Este 8M va a ser como El imperio contraataca. El año pasado fue un éxito y ya se ve que hay algunos que quieren marcarse el tanto ese día. Es una fecha para estar detrás: colocarte en puestos de cuidado en los que puedes estar ayudando sin colgarte la medalla”. Repila se lo plantea así: “Ese día trabajaré normalmente, la huelga es fundamental y es necesario que las mujeres la hagan y que los hombres no seamos esquiroles, que se note su ausencia en los espacios de trabajo. Hasta qué punto su presencia tiene un poder enorme y que si se paran ellas, se para el país”. Octavio Salazar, además, añade: “Aprovecharía para lanzar mensajes entre los hombres con el foco puesto en ‘¿qué pasa con nosotros?’. Vamos a reflexionar mientras ellas están en huelga”.

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