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¿Hasta qué punto se puede llevar la contraria al jefe?

Defender una postura que consideramos positiva en el ambiente laboral puede pasarnos factura si no se dan las condiciones adecuadas: tener una propuesta bien formada y defenderla sin llevarlo al terreno personal puede ayudarnos a conseguir nuestros objetivos.

María Sánchez Sánchez

El ambiente laboral es, por lo general, un espacio encorsetado en el que cuesta comportarse con naturalidad, sobre todo con los jefes o personas con cargos intermedios. Además de saber mantener las formas o entender las dinámicas de funcionamiento internas, el trabajo es un lugar en el que se tiende a medir mucho las palabras, y en el que se nos enseña a no exteriorizar todo lo que pensamos.

Pero, ¿qué ocurre cuando, debido a las necesidades del día a día o las tareas que nos han asignado, debemos contradecir a un superior? Bien sea porque nos han pedido opinión o porque hemos observado algún error que hay que solventar, exponer nuestras ideas cuando suponen llevarle la contraria al jefe no resulta sencillo.

Pablo Adán Mico, formador, consultor de liderazgo, y autor del libro SOS.Tengo un jefe tóxico, una aproximación al lado oscuro del liderazgo, explica a S Moda que debemos tener en cuenta varias cuestiones antes de plantear este tipo de conversaciones: “La primera y más importante es que debes tener una propuesta bien planteada: en qué consiste, qué dato lo justifica y cuál es el beneficio que aportaría lo que planteas. Si así lo haces todo será más fácil”. Además, es conveniente tener analizados los pros y contras, y evitar un lenguaje que tenga connotaciones negativas: “Debes actuar con humildad y espíritu de aportación de valor. Nunca demostrar soberbia ni plantearlo como una cuestión personal o irrenunciable. Ahí seguro que pierdes”, recuerda el experto en Marketing y Dirección Comercial. “Llegado el momento evita decir frases como ‘no estoy de acuerdo’ o similares. Es una frase horrible que genera rechazo a casi cualquier persona que la escuche”.

Tratar con superiores poco proclives a admitir cambios en sus decisiones puede ocasionar un gran desgaste en los empleados y tener consecuencias indeseadas. Lidia Hernández, trabajadora de una consultora, participó en un proyecto en el que constantemente tenía que estar negociando con su jefe distintos aspectos porque creía que, aunque iban a conseguir un efecto inmediato positivo, a largo plazo serían contraproducentes: “Fue una sensación muy desagradable porque mi jefe no recibía de buen agrado los comentarios. Es cierto que estaba sometido a mucha presión, necesitaba mostrar resultados rápidos y supongo que, de alguna forma, se sentía inseguro y por eso iba dando bandazos”, recuerda. “Pero a mí fue una situación que me pasó factura. No solo por la tensión que se generaba, sino porque cuando más adelante el proyecto fracasó y hubo que recolocarnos, yo fui quien me quedé fuera. Yo tenía bastante experiencia en ese ámbito y creo que las cosas que exponía tenían sentido, pero creo que no gustó que fuese tan insistente”.

En estas situaciones, Pablo Adán aconseja ponerse en el lugar de la otra persona y analizar el contexto en el que se desenvuelve. Un ejercicio que nos ayudará también a identificar si realmente estamos ante un jefe al que merece la pena o no enfrentarse. Para ello, indica el experto, podemos hacernos algunas preguntas. “¿Está sometido a presión externa o de sus superiores? ¿Hay de por medio una situación conflictiva por algún motivo? La empatía está, entre otras cosas, para comprender reacciones y comportamientos, aunque no necesariamente los justifiquemos”.

Otros aspectos claves para saber si estamos ante una persona receptiva sería valorar “el grado de autonomía que cede a su equipo”, su capacidad de escucha —”no me refiero a que deje hablar, sino que lo haga intentando comprender el planteamiento y sin hacer sentir incómodo al que habla rehuyendo la mirada o haciendo otras cosas mientras”— y que sea un jefe que no reprima propuestas. Es decir. “que no las infravalore públicamente antes de ser capaz de analizar si la propuesta, o una parte de ella, puede ser válida”, recuerda Adán. “Reprimir la opinión es matar la creatividad y la capacidad de mejora de un equipo”.

Pero ¿hasta qué punto podemos “apretar” y defender nuestro punto de vista? Los profesionales sí ven positivo que quede constancia de nuestras reservas hacia una decisión, pero hay que saber poner límites a nuestras observaciones. “Debes evitar llegar al momento donde se imponga la autoridad como último recurso”, recuerda Adán. “Es muy desagradable y te dejará una sensación desmotivadora y de impotencia”.

En proyectos en los que hemos estado muy implicados, que llevan nuestra firma o en los que ponemos nuestra imagen, es cuando más se tiende a rebatir cambios sustanciales con los que no se está de acuerdo. En estos casos, tal y como explica el especialista en liderazgo, hay que saber llegar a un equilibro y tratar de negociar: “Ceder algo a cambio de algo. Si sabes plantearte previamente una estrategia de negociación, adivinarás las cuestiones que son más importantes para él o ella y para ti, y será más fácil encontrar ese punto de equilibrio. Si llegas a ese punto piensa que tienes ya una victoria. Si no llegas, y te sientes mal con la situación, aprende para la siguiente. Si se repite en más ocasiones y no hay manera de avanzar, ve buscando otro jefe o un nuevo empleo”.

Por suerte, cada vez más compañías son conscientes de que contar con trabajadores que tengan un pensamiento crítico es positivo para el desarrollo de la empresa. Entre otras cosas, contar con empleados que te hagan ver otros puntos de vista, promueve la creatividad, la innovación y evita caer en el sesgo de confirmación que hace que prestemos más atención a aquello que reafirma nuestras ideas. De hecho, los últimos informes elaborados por el Foro Económico Mundial (World Economic Forum) para analizar las necesidades del mercado de trabajo señalan el pensamiento crítico, junto a la capacidad de resolver problemas complejos, como una de las principales habilidades que deberán poseer los trabajadores del futuro.

“Hoy en día, con las personas cada vez más informadas y mejor formadas, el concepto de jefe como tal está en vías de extinción”, explica Pablo Adán. “Los jefes que imponen criterios y no generan un adecuado ambiente de escucha y participación de sus equipos evitan el progreso no solo de sí mismos, sino de las personas a su cargo. Y, lo peor, de la propia organización”. Por ello, se apuesta más por figuras capaces de ejercer un liderazgo positivo entre las personas de su equipo: “El jefe lo es por su autoridad y jerarquía. El líder lo es, además, por la capacidad y las habilidades de gestión de las personas. El liderazgo no es un cargo, es una actitud”.

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Sobre la firma

María Sánchez Sánchez
Redactora en Escaparate, donde se sirve de su experiencia en el periodismo digital para recomendar productos y servicios que pueden encontrarse en internet. Ha trabajado en medios como la Cadena SER y otras secciones de EL PAÍS como Verne o BuenaVida, además de colaborar con S Moda. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense.

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