_
_
_
_
_

Cambiar de vida por trabajo: 8 personas cuentan sus dificultades para encontrar equilibrio entre lo personal y laboral

Solicitar ofertas en una ciudad que no habías elegido para vivir como única opción de tener trabajo. Buscar mejoras salariales a pesar de que conllevan peores horarios porque la necesidad aprieta. O la decisión de volver a casa y trabajar de otra cosa con tal de tener calidad de vida. ¿Cómo decidimos?

Cambiar drásticamente de plan de vida para adaptarse a la oferta laboral se ha convertido en algo habitual entre 'millennials'.
Cambiar drásticamente de plan de vida para adaptarse a la oferta laboral se ha convertido en algo habitual entre 'millennials'.Getty Images (Getty Images)

No faltan estudios que confirmen la obviedad: los millennials buscan y valoran cada vez más los puestos de trabajo que les ofrezcan estabilidad y bienestar en medio de la situación de precariedad e incertidumbre económica, política y social. Sin pasar por alto que la preocupación, de entrada, es conseguir trabajo. Las últimas cifras del paro en España señalan que hay 3,25 millones de desempleados y un informe de Asempleo apuntaba en 2018 que este se ha feminizado en los últimos años: el perfil más común del parado español se corresponde ahora (en un 8%) con el de una mujer de entre 35 y 44 años con un alto nivel educativo. En este escenario, hacer grandes cambios motivados por el empleo que trastoquen el planteamiento vital que se tenía de inicio se ha convertido en la norma.

Inma (33), profesora de secundaria en Madrid

Me vine a Madrid para hacer un Máster de Literatura Comparada. La idea era seguir estudiando ayudándome de cualquier trabajo precario. Porque en Sevilla no había posibilidad en aquellos años de crisis ni de ser joven precaria. Tras varios años trabajando de camarera y dependienta de tiendas de ropa, decidí volverme a casa, para opositar y establecerme por fin cerca de mi familia y mi hermosa Andalucía. Pero suspendí las oposiciones y mi hermosa Andalucía no me ofreció la posibilidad de quedarme en bolsa -a diferencia de Madrid-. Tras una búsqueda intensa e infructuosa de trabajo como profesora en centros privados por toda Andalucía, decidí volver a mirar hacia Madrid. Y al mes me llamaron para trabajar aquí. Con lo cual rehice las maletas de nuevo. Y ahora, tras dos años de trabajo (de lo mío), he decidido presentarme a las oposiciones aquí. Ya no sé cuándo volveré a Andalucía porque los jóvenes de mi generación nos vemos obligados a practicar un exterminio diario de la vida que queremos y el lugar en el que la queremos vivir.

Ana (28), enfermera en Londres

Cuando acabé enfermería me vine directamente a Inglaterra. Quería hacerlo y me ofrecía la posibilidad de trabajo indefinido pudiendo solicitarlo en áreas de mi interés. Tras seis años aquí y aunque no tengo ningún plan preestablecido, la idea de volver a España está siempre ahí. Hay muchísimas cosas que echo de menos: clima, estilo de vida y mi familia, por supuesto. Ahora mismo estoy en Londres, donde sí, puede que el salario sea mayor, pero el nivel de vida de la ciudad exige muchos gastos (y compartir piso). Tengo pensado volver a Oxford con mi pareja y mantener el trabajo de enfermera a tiempo parcial en Londres viniendo dos días en semana para poder estudiar diseño gráfico a la vez. La flexibilidad en mi trabajo, que me permite hacer cosas que disfruto mucho fuera del ámbito laboral, es la razón de más peso para seguir aquí.

Si volviese a España no me plantearía la enfermería como opción a largo plazo. Aunque allí los profesionales están mejor formados y preparados para abordar mayor carga de trabajo y tareas de enfermería más complejas, no me imagino en la sanidad pública rotando con contratos de dos días o semanas en servicios donde no tengo experiencia (una UCI neonatal, por ejemplo, con las responsabilidades que ello conlleva). Admiro a la gente que es capaz de hacerlo, pero considero que nadie debería verse obligado a pasar por esto para poder trabajar en un servicio de salud público.

Van (32), diseño y marketing digital en Bilbao

Yo me mudé con trabajo de Málaga a Bilbao, estaba de freelance para una agencia alemana, así que podía trabajar en cualquier lado. Como mi pareja estaba aquí, salió todo rodado. Pasados unos meses, el trabajo en la agencia dejó de interesarme y me busqué un trabajo fijo de oficina. Tuve la suerte de entrar en un grupo empresarial que necesitaba montar de cero su departamento de marketing y dos años después sigo aquí -ya sin pareja-. Mi trabajo actual me aporta una buena posición y muchas ventajas a nivel personal, como el horario, los días de vacaciones o la posibilidad de desplazarme hasta allí en transporte público. Siempre está la espinita de volverse y la posibilidad de estar en mi entorno, con mi familia y amigos. Y aunque he recibido algunas ofertas, a la hora de valorarlo, tengo en cuenta el conjunto: salario, posición, entorno de trabajo… Me gustaría volverme, por supuesto, pero en esta etapa profesional de mi vida busco algo que suponga ascender, tanto en calidad laboral como a nivel empresa.

Miguel (39), músico y técnico de sonido en Granada

A excepción de algunos años que pasé en Madrid por trabajo, mi vida laboral ha estado siempre basada en Granada, de donde soy. Si ahora pensara en irme allí de nuevo por curro, hago cálculos y tendría que ganar mínimo 2.000 euros netos todos los meses para que me compensara. Aun así hay cosas que me echan para atrás, como la dificultad para quedar con amigos, la idea de que me tendría que plantear compartir con alguien para hacer frente al alquiler -aquí vivo solo- y la cantidad de tiempo que se te va en desplazamientos. Por mucha agenda cultural que haya -que es lo que más me llama de la ciudad-, sin tiempo ni dinero de qué me sirve. Aquí me puedo permitir estar meses sin curro fijo, picoteando para pagar gastos. Prefiero quedarme aunque no tenga algo tan estable porque en los meses de más movimiento aquí vivo muy bien y el tiempo libre que tengo sí lo puedo emplear en algo creativo. Si tuviera un contrato en Madrid sería mucho más difícil, por ejemplo, sacar una semana entera para grabar un disco, como acabo de hacer. El tema de la familia también es importante y me tira: de más joven no lo tenía tan en cuenta, pero mis padres se hacen mayores y voy teniendo sobrinos y los veo con más frecuencia.

Ana (27), opositora en Ceuta

He decidido opositar a profesorado en Ceuta, aunque es más difícil pasar el examen, porque el sueldo es bastante más alto que en la península, y porque es donde viven mis padres y me puedo ahorrar el alquiler. De esta forma puedo guardar el dinero para viajar, que es lo que más me interesa ahora mismo. En la balanza, a la hora de tomar esta decisión, principalmente pongo la calidad de vida, el llegar a fin de mes tranquila y poder tener algo de ocio; no tratar de sobrevivir como hasta ahora con trabajos precarios y contratos temporales. Esa, además, es la principal razón por la que he decidido opositar, algo que no me había planteado antes. Si me saliera trabajo en otra ciudad, a sabiendas de que tendría menos calidad de vida, de momento no lo aceptaría. He tomado la decisión de entregarme en cuerpo y alma a las oposiciones, con ayuda de mis padres y compartiendo piso -de otra forma sería imposible-. Si no apruebo, otro gallo cantaría y, por necesidad, tendría que aceptarlo. Es lo que llevo haciendo todo este tiempo, recorriendo cinco ciudades en cuatro años. Los contratos temporales me han impedido la estabilidad que una ya va buscando y necesitando. Eso es lo que más he tenido en cuenta, la estabilidad frente a la incertidumbre e inseguridad, que tanto influyen emocionalmente.

Lucía (29), diseñadora de moda en La Coruña

Ultimamente, a pesar de que tengo una vida cómoda y estable en La Coruña, donde trabajo como diseñadora de moda y estoy contenta con lo que gano, pienso mucho en volver a Londres. Viví allí durante siete años en los que compaginaba la carrera con trabajos de dependienta. Cuando acabé, me salió algún trabajo puntual como estilista pero seguí principalmente currando en tiendas hasta que pude conseguir trabajo como diseñadora en España. Aunque mi calidad de vida en Galicia es buenísima, muchas veces echo de menos el ajetreo de Londres y a mis amigos de allí. Tendría posibilidad de irme trabajando para mi misma empresa quizás, pero sería renunciar a poder ir andando al trabajo en cinco minutos, a pasear a mi perra por la playa -para mí su bienestar importa muchísimo-, a comer en casa y bien cada día y, por supuesto, a ahorrar dinero como hago ahora porque tengo claro que en otro momento dejaré el diseño para dedicarme a algo que me llene más, como trabajar con animales. Es muy confuso tener los dos impulsos porque también con la distancia se olvidan las dificultades y la ansiedad que la vida allí me generaba. Y realmente estoy bien como estoy ahora mismo, pero la vocecita interna que me dice que se imaginaba viviendo el Londres, está ahí. Creo que tiene que ver con las expectativas y la cultura que nos ha inculcado que estar en una ciudad más grande o un en un puesto más alto es sinónimo de éxito y felicidad.

Patrick (29) y Ali (26), profesores de inglés en Granada

Somos pareja y trabajamos como profesores de inglés en academia. Después de tres años en Jaén (donde nos conocimos) y dos en Granada, acabamos de decidir que este será nuestro último curso en España. Los motivos que nos han llevado a tomar esta decisión han sido tres. En primer lugar, tenemos un piso familiar al que nos podemos ir a vivir en Brighton, lo que nos ahorra el gran problema del alquiler carísimo que hay en Inglaterra (y aquí cada vez más). El segundo motivo es la precariedad y la falta de regulación que hay aquí con nuestro tipo de contrato: casi todas las academias pequeñas te pagan una parte de tu sueldo en b, por lo que no cotizas por todas las horas que trabajas en realidad y luego te queda un paro inferior del que correspondería cuando en verano te echan porque los contratos son de nueve meses. De hecho, tenemos una amiga que trabaja como nosotros y quiere quedarse embarazada. Nos ha dicho que está pensando en que cuando lo consiga, si es principio de curso y momento de entrevistas, va a ocultar que lo está. Esto es tristísimo. Y en tercer lugar, los horarios: acabamos de trabajar a las 22.00 horas muchos días, mientras que en Inglaterra a las 18.00 horas ya estaremos fuera. Nos da mucha pena, pero estamos buscando estabilidad y poder guardar un poco de dinero cada mes. Y también estar más cerca de nuestras familias.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_