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“Atendí llamadas de trabajo una hora después de dar a luz”: la precariedad golpea dos veces a las mujeres autónomas

Con motivo de las movilizaciones de Lucha Autónoma de este 24 de marzo, varias mujeres comparten sus experiencias en torno a la maternidad y el trabajo por cuenta propia. “He perdido clientes, encargos y proyectos por ser madre”.

Una madre trabaja en casa con su bebé al lado.
Una madre trabaja en casa con su bebé al lado.J_art (Getty Images)

Nada como convocar en una red social a un grupo de personas ávidas de compartir en grupo lo que en sus jornadas, trabajando por cuenta propia, no pueden despachar junto a sus compañeras en el café de media mañana. Con motivo del 8M, desde la cuenta de Instagram de Lucha Autónoma preguntaron entre sus casi 100 mil seguidores sobre las desigualdades específicas que atraviesan a las mujeres que trabajan por cuenta propia. Los DM de esta plataforma que surgió como respuesta espontánea y organizada en enero frente a la propuesta del gobierno de un nuevo sistema de cuotas de autónomos por tramos -y que este 24 de marzo se materializa con concentraciones en 17 ciudades españolas-, estaban a rebosar. Esas respuestas que muchas usuarias desembucharon con rabia y extenuación en un espacio limitado de caracteres se recopilaron con capturas de pantalla en un post que expone las diferentes versiones de esta realidad con un grito unísono: los derechos de las mujeres autónomas, su maternidad y la idea de conciliación son el último eslabón de una cadena de trabajadores en la que, ya de por sí, muchos perciben un trato de segunda por parte de la Administración.

“Salí de la cesárea y una hora después ya estaba cogiendo el teléfono, atendiendo llamadas de trabajo. La enfermera flipaba. Le dije: ‘soy autónoma, o hago esto o se me hunde el negocio”, cuenta a S Moda Pepa Gil, 37 años, propietaria de una escuela de patinaje en Valencia que dio a luz coincidiendo con la vuelta de la actividad al aire libre tras el primer confinamiento por la Covid. “Una autónoma sabe que cuando el viento sopla hay que arrimar la vela porque nunca sabes cómo va a ir el mes siguiente”. El relato de Pepa puede sonar anecdótico, pero nada más lejos de la realidad. De las cuatro mujeres autónomas con las que hablamos a continuación, una de ellas nos atiende con los cascos puestos mientras pica las verduras para hacer una crema que cenarán sus hijos, otra en el trayecto entre recoger a su hija del colegio y disponerse a dar una clase y las otras dos, con dos bebés que rondan el año en casa, esperan a que las criaturas duerman y responden ya entrada la madrugada vía e-mail.

En datos de la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos ATA, 2021 cerró con 3.328.399 de trabajadores por cuenta propia en España. Una cifra a la cual -a excepción de 2020- las mujeres se han adherido en mayor proporción: el crecimiento de las mujeres autónomas en la última década fue del 11,5% frente al 2,4% de los varones. Representando estas el 71,3% de los nuevos autónomos. Pero es precisamente la singularidad de los datos de 2020, el año del confinamiento, con la baja de 1.993 mujeres autónomas (y 4.046 nuevos autónomos) lo que pone en relieve que, también en este sector, el progreso laboral de las mujeres volvió a verse mermado -cuando no completamente frenado- por la necesidad de atender los cuidados y el trabajo doméstico cuando la crisis apretó. El trabajo de las mujeres de nuevo en segundo plano.

Para Mª José Landaburu, abogada feminista y secretaria general de la Unión de Autónomos (UATAE), la foto de la mujer autónoma en España se resume con una sola palabra: “Incertidumbre”. “Hemos avanzado mucho en los últimos años, negarlo sería absurdo. Pero no de la misma manera, ni mucho menos que las asalariadas”. Pone un ejemplo: la falta de datos sobre la igualdad retributiva entre hombres y mujeres. “No sabemos la diferencia, cuál es la brecha salarial. En las estadísticas de arquitectura salarial las mujeres autónomas no figuramos”.

Dentro de esas mejoras ganadas en los últimos años están el permiso de maternidad retribuido al 100% y la reducción al 80% de la cuota de autónomos durante el primer año. Pero todo con excepciones y casuísticas que no siempre se adaptan a las diferentes realidad laborales de las autónomas. El permiso de lactancia, por ejemplo, solo existe cuando esta es absolutamente incompatible la actividad laboral. Y en el caso de la reducción de jornada o permiso para cuidar de hijos menores de 12 años, no todas las actividades (ni todas las economías) permiten contratar a una persona que te sustituya en el trabajo para poder beneficiarte de la bonificación.

Ese es el caso de Mar Martitegui (39), creativa multidisciplinar (diseño de moda, diseño gráfico y artesanía) y autónoma desde 2016: “Al desempeñar un trabajo tan personal y creativo, en el que los clientes me contratan específicamente por mi manera de hacer las cosas, no puedo encontrar un sustituto que mantenga mi negocio durante una baja”, explica. “Sabía que volver al trabajo después de ser madre iba a ser complicado con un bebé en brazos”. Lo que le gustaría: “Una reducción de la cuota acorde con una incorporación progresiva hasta lograr el mismo nivel de actividad previo a la baja de maternidad sería lo ideal. En mi caso, necesito estar presente en las redes, promocionar mi trabajo, crear contenido, para generar más trabajo y, por tanto, más ingresos. Esto durante la baja no he podido hacerlo, y posteriormente cuidando de un bebé está siendo mínimo. Mi proyecto profesional, que he cuidado y ha ido creciendo durante años, se ha visto mermado y tengo la sensación de tener que volver a empezar, esforzarme mucho más, con algo que antes ya tenía su ritmo; así que tengo que trabajar más que antes. He perdido clientes, encargos y proyectos por ser madre”.

Si la maternidad se ha convertido ya en una decisión excluyente en muchos casos, en una realidad pospuesta o directamente descartada a causa de la inestabilidad y la precariedad del sistema laboral -una realidad de la que, en España, hacía un retrato generacional la periodista Noemí López Trujillo en su libro El vientre vacío (Capitán Swing) para las mujeres autónomas esta se pinta aún más como un callejón sin salida. “Puedes perder tu trabajo. Muchas veces sabemos que, al ser autónomas y plantearnos la maternidad, estamos prácticamente teniendo que elegir entre una u otra cosa”, reflexiona Mª José Landaburu.

También el tiempo de pandemia hizo a muchos darse cuenta que aquello de trabajar en casa y poder cuidar a los hijos, que tan bien sonaba sobre el papel, no era más que una utopía y que la única manera de sostenerlo era, como demostraron varios estudios publicados entonces, a base de la carga extra de trabajo de las mujeres. Para Eva Zurita (34), ilustradora y artesana, la idea de poder seguir trabajando en casa se presentaba como la fórmula perfecta para hacer una crianza más apegada. “La verdad es que nunca pensé que pudiera ser un ‘problema’, al contrario. Siempre pensé, durante el embarazo, que era perfecto porque podría seguir currando en casa y estar con mi bebé, sin tener la necesidad de ir a un puesto de trabajo y dejarle en guardería o con abuelxs. Evidentemente no tenia ni puñetera idea de nada”.

Tras un año en el que ha dejado de trabajar esas 10 horas al día que antes hacía de media y solo consigue dedicar 3 horas plenas a su trabajo, que son las que su pareja se lleva a su hijo al parque tras volver de trabajar, su caso reflejo la trampa que a menudo conlleva la idea de la conciliación de la mujer autónoma. Bajo la premisa de flexibilidad y autogestión, se acaba relegando a las mujeres a este tipo de fórmulas laborales fuera de la empresa. “Esto provoca que los hombres vayan al trabajo con disponibilidad plena y que las mujeres entren y salgan del mercado en función de la demanda, lo que las hace candidatas perfectas para la gig economy y el trabajo freelance. Las dificultades del mercado regularizado vuelven a aparecer, pero con condiciones mucho más precarias”, como explicó a S Moda la socióloga e investigadora de género y TIC Lidia Arroyo.

“Todos deberíamos acceder de igual manera a los derechos básicos del estado de bienestar: acceso a la vivienda, a formación, a vacaciones, a caer enfermo, a tener una familia, a ejercer la acción colectiva…”, subraya la abogada Mª José Landaburu. “Las jubilaciones de las mujeres autónomas son las más precarias. Y según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los trabajadores autónomos constituyen el 43% de la masa laboral en el mundo, teniendo sin embargo, tres veces más posibilidades de ser pobres. Esto implica no solo cobrar menos, sino la merma de esos derechos fundamentales que los autónomos, juntos y unidos, seguiremos reclamando”.

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