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Vagina: mantenimiento, uso y disfrute

El órgano genital femenino, semiescondido y con personalidad propia, requiere de unas necesidades básicas para su perfecto funcionamiento

vagina cuidados
Corbis

He conocido a bastantes hombres orgullosos de sus penes pero a ninguna mujer que presumiera de su vagina. Claro que cuesta más alardear de algo que no se ve a simple vista, o que para mirarlo hay que invertir un cierto tiempo, disponer de un espejo, una luz adecuada, elegir un lugar apartado donde nadie nos vea y tener un cierto estado de ánimo -¿quién no recuerda la primera vez que se la vio?-. Nadie comenta que está encantado con su intestino grueso o con su arteria aorta. Es más, antes de que empezara el empoderamiento femenino, de que nos hiciéramos responsables de nuestro propio placer o de que menstruar fuera un acto a conmemorar, era bastante común oír comentarios, salidos de bocas de mujeres, sobre lo feas que eran las vaginas, en comparación con el órgano sexual masculino; y que lo peor de ser lesbiana, sin duda, era tener que meterse esa cosa en la boca. Bueno, más bien uno mete su boca dentro de esa cosa, porque las vaginas son todavía esos pozos oscuros, húmedos y con muchos misterios por descubrir, aunque la ciencia empiezar a interesarse últimamente por ellas, de una manera que va mucho más allá de la simplemente patológica.

Las mujeres hemos mimado poco a nuestras vaginas
. Es verdad que las hemos llevado al médico, las hemos cuidado cuando estaban enfermas y las hemos usado durante el sexo pero, como ocurre con los órganos internos, solo nos hemos acordado de ellas cuando llueve. Ósea, cuando nos dan problemas. Todo lo más que hemos hecho por nuestros genitales es llevarlos a la peluquería y elegirles un peinado, en muchos casos, no acorde a nuestros gustos, sino a los de nuestra pareja.

La relación de una mujer con su vagina es algo cambiante y que varía con los años. De pequeñas y adolescentes les tenemos miedo y pensamos que cualquier cosa que entre en ellas puede desaparecer como en la chistera de un mago –la primera vez que una chica se pone un tampón es casi siempre un hecho memorable y humorístico–; pasamos nuestra juventud intentando entender algo que viene sin libro de instrucciones y, cuando ya le empezamos a pillar el tranquillo, es cuando empieza a necesitar de mantenimiento y reparaciones. Pero todo esto no es de extrañar en un mundo donde existe una palabra para designar a las cosas con forma de pene -fálicas-, pero no hay ningún vocablo para nombrar a las que tienen forma de vagina, como no sea agujero. Al mismo tiempo que todo lo bueno es “cojonudo” o “la polla”, mientras que lo que nos irrita, cansa o aburre es “un coñazo”.

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Steve Starr (© Steve Starr/Corbis)

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Un órgano inteligente

Si una de las definiciones de inteligencia es la capacidad de adaptación a las diferentes situaciones o la de integrar nuevos conocimientos, podríamos afirmar que la vagina es bastante despierta, ya que su flexibilidad es notable, y hasta increíble, a la hora de adaptarse a los diferentes tamaños de penes o al traumático proceso del parto. Pero, además, si el órgano genital masculino tiene una función de expulsión, la del femenino es de aceptación. El pene habla y la vagina escucha, que es siempre un acto más inteligente y enriquecedor. El poder de absorción de los genitales femeninos es tan grande, que hace unos años se puso de moda entre las adolescentes más extremas la peligrosa práctica de ponerse tampones empapados en alcohol para emborracharse lo antes posible, gastando lo mínimo.

La vagina es también un ecosistema en sí mismo, con muchos misterios todavía por descubrir. Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología, “nos queda todavía mucho por saber. Yo creo que hay lo que se llama un complejo clítoris-uretro-vaginal que se activa con la respuesta sexual y que todavía se está estudiando su funcionamiento. Y la flora vaginal, que ahora se llama microbiota, es también un sofisticado mecanismo de equilibrio entre los gérmenes para conseguir un pH ácido, que constituya una barrera para las infecciones”. La conexión entre la flora intestinal y la microbiota empieza a ser cada vez más evidente y ya existen lo que se llaman pro bióticos vaginales. “Se recetan sobre todo en casos de candidiasis de repetición, que se dan generalmente antes de la menstruación y son muy cíclicas, y el tratamiento dura unos seis meses”, cuenta Molero, “la microbiota vaginal no se coloniza hasta la pubertad, que es cuando el cuerpo se prepara para las primeras relaciones sexuales, en las que es puede ser normal cierta molestia o dolor fruto de la inexperiencia o el miedo a lo desconocido. Otra cosa muy distinta es el vaginismo, que impide las relaciones sexuales coitales, pero que no es un problema físico sino una fobia producto del miedo al dolor, que activa un mecanismo de defensa y que hace que la vagina se cierre. En la mayoría de los casos no hay no siquiera un factor desencadenante claro, ni el antecedente de un abuso, y para tratarla hay que trabajar en la desensibilización”.
 

¿Qué anticonceptivos resecan?

Una vez que nuestra vagina ha cumplido la mayoría de edad, cuenta con su microbiota en perfecto estado y ha tenido sus primeros escarceos, es muy probable que ya no se contente con los juegos caseros y empiece a pedirnos un montón de cosas. Lo primero de todo, en caso de que sea hetero, será una manera de evitar que los juegos con los chicos no reporten consecuencias indeseadas y, según Molero, “si se decanta por los anticonceptivos orales de baja dosis, es probable que éstos causen algo de sequedad vaginal, algo muy usual en la menopausia pero que también puede ocurrir en la juventud por causas fisiológicas o por estrés”. Nuestra “cueva del oso”, como le llamaba Eve Ensler en Los monólogos de la vagina, puede que también nos demande algunos juguetes para los días de invierno, en los que el frío nos invita a estar en casa junto a la estufa.

¿Cómo afecta la depilación?

Pero lo que es seguro que requerirá, es una visita al salón de belleza y, en este punto, habrá varias opciones: depilación integral, parcial o, si es una vagina hippie, es probable que opte por el no intervencionismo en los procesos naturales, es decir, el Mato Grosso style. Todas las opciones cuentan con sus partidarios y detractores. Los que odian los pelos argumentan higiene y una mayor sensibilidad; mientras sus contrarios, esgrimen la naturalidad y el papel protector del vello de los genitales, que actúa como barrera para evitar la entrada de virus e infecciones. Según Francisca Molero, tener el pubis como una actriz porno “exige la eliminación constante del pelo, causando la inflamación de los folículos pilosos y dejando heridas abiertas microscópicas. Si esto se combina con el calor y el ambiente húmedo de los genitales, se ha creado un caldo de cultivo para los patógenos bacteriales. Aunque, lo positivo de esta moda es que deja a la vulva visible, y esto hace que la mujer tome mayor conciencia de sus genitales”.

Hongos, ETS y otros cuidados

Las operaciones de estética para modificar la vulva es algo que puede obsesionar a las más perfeccionistas, aunque establecer un canon de belleza es algo difícil, puesto que no hay dos iguales. Los sistemas de seguridad podrían incluir a las vaginas dentro de esos mecanismos de apertura que reconocen la huella dactilar o el iris del ojo. Cosas únicas e irrepetibles, y nuestros coños también lo son con sus tamaños, pliegues o longitud de los labios mayores y menores. Mecanismos perfectos que se ponen en funcionamiento, según cuenta Molero, “ a los 6 ó 7 minutos después de que la mujer se empieza a excitar. La vagina se alarga unos dos tercios de su tamaño, los pliegues se abren como un acordeón, el útero se coloca en ángulo recto para dejar más espacio a la vagina. Hay toda una preparación fisiológica para el sexo coital, por lo que el miedo a si el pene será demasiado grande, no tiene demasiado fundamento”.

En lo que si debería tener cuidado una vagina inteligente, es en elegir a sus amigos, ya que hay algunas enfermedades de trasmisión sexual para las que el preservativo no es ningún impedimento. “El virus del papiloma humano, los herpes o las cándidas son algunas de ellas”, cuenta esta sexóloga, “ya que se contagian en el área genital, cuando la vulva entra en contacto con los testículos. El riesgo cero en una relación sexual no existe, pero tampoco hay que volverse fóbico, sino observar las medidas de seguridad esenciales”.

A la hora de evitar hongos, las vaginas propensas a esta patología deben, según Molero, “evitar la humedad y su combinación con el calor. Los salvaslips no son necesarios y evitan la traspiración, como tampoco es bueno estar en la playa o la piscina con la parte de abajo del biquini o el bañador mojado. Hay que orinar antes y después de las relaciones sexuales, usar ropa interior de algodón, que no sea ceñida, y evitar los tangas o la ropa muy ajustada. La relación de la microbiota con la flora intestinal hace también que sea recomendable, si se es propensa a los hongos vaginales, disminuir la ingestión de azúcares, harinas refinadas e hidratos de carbono, los alimentos preferidos de las cándidas. Y también hay que evitar los jabones fuertes, que pueden destruir el pH. Existen ahora una nueva línea de jabones íntimos, aunque en realidad deberían llamarse jabones genitales, porque son externos y lo que lavan es la vulva, que tienen un pH neutro o alcalino. Otra opción son los jabones naturales con aceites esenciales de caléndula u otras plantas calmantes”. Hay también quienes proponen no utilizar ningún producto para este tipo de higiene, ya que, según dice el artículo de Women’s Health, 10 Wonderful things you should know about your vagina, estas son como gatos, tienen la capacidad de auto limpiarse y cualquier jabón o gel no haría sino alterar su pH. Y por si no lo sabían, recalca esta revista, hay más bacterias en nuestra boca que en nuestra “papaya”.
 

Jamie Lee Curtis, impecable ejercitándose en los 80.

Cordon Press

Vaginas con experiencia

Si con el tiempo el rostro se va llenando de arrugas, a la vagina les ocurre lo contrario, va perdiendo sus pliegues y volviéndose lisa, algo que no le favorece en absoluto. Pero si la comparamos con el miembro masculino, veremos que los daños causados por la edad tienen mejor solución que para su colega varón, que necesita de todo un sofisticado sistema de apuntalamiento. Según Molero, “además de lubricantes para las relaciones sexuales, con el paso del tiempo puede ser buena idea empezar a usar hidratantes vaginales, que administrados en forma de crema, dos o tres veces por semana, combaten la sequedad. Una nueva alternativa es Desirial, de Isdin, que acaba de salir al mercado, y que son inyectables que debe poner el ginecólogo. Su efecto dura seis meses y están indicados para combatir la sequedad con ácido hialurónico”.

Los ejercicios de Kegel es otra disciplina a incorporar lo antes posible para mantener la vagina en forma, y cuanto antes se empiece mejor. Si se hacen con las bolas chinas puestas, sus efectos se potencian. Es una pena que cuando ya conocemos el funcionamiento de nuestros genitales, estos empiezan a fallar y requieren más cuidados, pero lo importante y básico, pasados los 50, es que sigamos manteniendo el motor en marcha porque, si se para, luego es más difícil volverlo a encender. Y este consejo sirve para vaginas con pareja y solteras, que siempre pueden recurrir al autoabastecimiento hasta que llegue compañía.

Las vaginas tienen labios y pueden hablar, tan solo hay que escucharlas. Lo que ocurre es que nunca les hemos preguntado nada. ¿Qué tal si empezamos por interesarnos, como hizo Eve Ensler, en averiguar qué es lo que les gusta o les enfada, o qué ropa se pondrían si tuvieran que vestirse?

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