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Tu ideología me baja la libido

Algunos estudios revelan que existe un sexo de derechas y otro de izquierdas y que la ideología política deja su huella, también entre las sábanas.

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K.C. Bailey (Everett Collection / Everett Col)

Creo que fue Lenin el que dijo: “Si no te metes con la política, la política acabará metiéndose contigo”. ¿Es probable que esta parcela de la sociedad sea tan celosa que nos esté dando esta paliza y asustándonos cada día desde los titulares de los periódicos, simplemente porque algunos años atrás, cuando las cosas parecían ir solas, no le hicimos demasiado caso? Según el líder bolchevique, sí, por eso he creído conveniente tratar el tema desde la perspectiva de las sábanas, no sea que por no meternos en política, nos la meta ella luego doblada, sin preliminares ni lubricantes.

Leo en un artículo que la mayor parte de la gente que elige buscar pareja en portales de Internet no habla de sus ideologías políticas, y eso me extraña. No lo consideran importante. Según un estudio titulado Do bedroom eyes wear political glasses? The role of politics in human mate attraction, publicado en Evolution and Human Behaviour y llevado a cabo por varios científicos políticos, entre ellos Rose McDermoot, de la Brown University; Casey A. Klofsrad, de la University of Miami y Peter K. Hatemi, de la Pennsylvania State University; la gente prefiere poner en su perfil que tienen sobrepeso a dar información sobre sus candidatos preferidos en las urnas. Los investigadores estudiaron cerca de 3.000 perfiles, en EEUU, de una página de contactos de Internet y vieron que tan solo el 14% de los individuos incluía “intereses políticos” en su currículum. Esta categoría ocupaba el puesto número 23 de un total de 27, justo por debajo de “videojuegos” y por encima de “red de negocios” o “club del libro”. Otros datos incluidos en esta investigación revelan que las mujeres son un 8% menos propensas que los hombres a estar interesadas en descubrir la filiación política de su futura pareja; la mayoría de los que expresan sus inclinaciones partidistas lo hacen con un tímido “middle of the road” (centro) y la minoría que sí cree importante saber si la persona que le atrae es de derechas o de izquierdas, está formada generalmente por sujetos de clase alta y con estudios universitarios.

Táchenme de intransigente, pero a mí me gusta saber si la persona con la que he ligado es un miembro o no del Ku Klux Klan –en España me bastaría con averiguar si apoya la gestión del consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid–, en parte porque eso me daría mucha información sobre su persona y el peligro que entraña permanecer a solas con el/ella en la misma habitación. Otra cosa es el sexo casual, en el que mucha gente piensa que “para una noche, no le vamos a poner ascos a Jack el Destripador”, filosofía que tampoco comparto, pero que puedo entender más. Pero registrarse en un portal de citas, rellenar los variados cuestionarios y perfiles y chatear durante semanas es todo menos casual.

Andrés Ortín, brand manager de eDarling para España, Chile y México, corrobora la tendencia de que “la mayoría de los portales de citas no incluye este tipo de información sobre sus candidatos. Nosotros tampoco. Para registrarte en eDarling.es hay que rellenar un cuestionario que se basa en preguntas psicológicas para determinar la personalidad del individuo y clasificarlo en los tipos más comunes. Tras este primer test viene luego el perfil, datos importantes sobre uno mismo para darse a conocer. Cada uno puede poner lo que quiera, pero nosotros sugerimos una batería de preguntas en las que tampoco están las inclinaciones políticas. Puede ser interesante incluir este tipo de información, pero también podría dar pie a puntos de vista enfrentados, que pueden no ser vistos como positivos. En principio, dejamos este debate y otros a la comunicación personal entre los usuarios”, comenta Ortín.

Sin embargo, agencias como Samsara, en Barcelona, que ofrecen tratamiento personal para la búsqueda de pareja, sí que dan importancia al dato de la orientación política de sus clientes. Mº del Carmen Banús, su directora, además de coahing ontológico, reconoce que “en la entrevista que hacemos el primer día a nuestros clientes –que es totalmente confidencial y que dura hora y media– preguntamos siempre la ideología política y también si les importaría tener una pareja con una visión diferente en este campo. Este dato es importante porque detrás de cada ideología hay una cierta moral, una forma de entender la vida, unos valores. Cuando lo que se busca es una pareja para convivir con ella las similitudes son importantes, pero no siempre hay que verlo todo bajo el mismo prisma. El tema de la ideología política depende de varios factores como el grado de implicación, activismo o radicalismo que se tenga; la madurez emocional de los miembros de la pareja y su capacidad de respetar las ideas del otro; el nivel de atracción sexual, que puede dejar esto en un segundo plano, o la complementariedad de la pareja en otros aspectos de la relación”.

Siempre he pensado que si se pretende convivir con alguien hay que partir de cero fricción, porque el tiempo ya se se encargará de añadir diferencias, con lo que embarcarse en una aventura con un espectador de El gato al agua, cuando el otro miembro de la pareja lo que ve es El Intermedio, no me parece una idea muy feliz. Personalmente y con el sexo opuesto he bajado bastante el listón de la estética, me he hecho más ecléctica y he abierto mi abanico de preferencias, lo que me ha traído más de una grata sorpresa y la idea de que juzgar a priori no siempre es lo más sabio, pero ni en mis peores pesadillas me imagino con algún discípulo de Cañete, más que nada por la diferencia de inteligencia. Él sería un superdotado y yo no estaría a la altura porque en un test de inteligencia que nos hicieron en el colegio iba muy justa.

Arnold Schwarzenegger y Maria Schriver.

Getty

Pero no todo el mundo da tanta importancia a los colores de su partido político, al fin de al cabo, cuando nos metemos en la cama y nos quitamos la ropa, es probable que con ella se vayan algunas ideas, poses y vengan otras nuevas. Parejas como los norteamericanos James Cerville –demócrata y comentarista político– y Mary Matalin –consejera política y republicana– parecen llevarse a las mil maravillas, hasta el punto de que han escrito un libro, Love and War: Twenty Years, Three Presidents, Two Daughters and One Louisiana Home, dando la receta para estar a favor y en contra de los bombardeos israelíes en Gaza, pero al mismo tiempo quererse con locura. Arnold Schwarzenegger y Maria Schriver fueron también un ejemplo de matrimonio con ideologías opuestas (republicano él, demócrata ella) que llevaron muy bien sus diferencias políticas, aunque no tanto sus respectivas cornamentas (él tuvo un affaire con su empleada de hogar y ella con el responsable de la estrategia de campaña de su marido, Matthew Dowd), lo que puso fin a la pareja. Se cuenta que Laura Bush distaba mucho de aprobar las medidas políticas de su marido, aunque, desgraciadamente, no se ha atrevido aún a escribir un libro al respecto. En España, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha confesado que su pareja, Tania Sánchez, diputada de Izquierda Unida, no le vota a él, sino a su propio partido, aunque en este caso no se puede hablar de posturas políticas enfrentadas, ya que ambos militan en la izquierda.

Independientemente de todas las discusiones que las desavenencias políticas puedan causar, y sus repercusiones en la cama, algunos mantienen que existe un sexo de derechas y otro de izquierdas. La Binghamton University junto con el portal de citas Match.com se encargaron de demostrarlo con un estudio llevado a cabo en EEUU entre 5.000 solteros de ambos sexos, en el que se descubrió que los liberales practican el sexo más a menudo, mientras que los de ideología conservadora tienen menor cantidad pero mayor calidad. Un 53% de los republicanos reconocía tener un orgasmo cada vez que hacían el amor, mientras solo el 40 % de los demócratas lo conseguían. Estos últimos valoraban el sentido del humor y la independencia como cualidades esenciales a la hora de buscar pareja; mientras los más conservadores se fijaban en otras como proceder de una misma clase social o pertenecer al mismo partido político. Por último, los conservadores tienden a ser tradicionales hasta en la cama. Si algo funciona por qué cambiar, se preguntan mientras siguen a piñón (y orgasmo) fijo.

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