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Trueque en verde

Los huertos urbanos y los grupos de consumo de productos locales florecen en las urbes españolas. Ser microemprendedor agrícola ya es posible.

Huerto Urbano
MIrta Rojo

¿Me cambias mis tomates por tus pepinos? Sobre esta idea tan básica se construye el veggie swap, un sistema de trueque entre particulares que cultivan su propio huerto e intercambian los excedentes de sus cosechas caseras. Desde hace unos años, los huertos urbanos han empezado a formar parte del paisaje de nuestras ciudades. Cada vez hay más urbanitas convencidos, dispuestos a meter las manos en la tierra y reivindicar espacios de cultivo sostenible, aunque sea bajo las sombras de los edificios.

La crisis económica, la pérdida de calidad de los alimentos y el alto precio de los productos ecológicos son algunos de los motivos por los que el trueque ha resucitado en pleno siglo XXI, removiendo algunas conciencias en barbecho. En Estados Unidos, Sudáfrica y Reino Unido ya cuentan con plataformas digitales donde con solo darse de alta, poner el código postal, el listado de las verduras que sobran y los kilómetros que se está dispuesto a recorrer, ponen en contacto a unos microemprendedores con otros para realizar el intercambio. «En España aún no estamos organizados a través de páginas webs, pero practicamos el trueque de cortesía entre vecinos de huerto», explica Sandra Carretié, responsable de La Huerta de Montecarmelo. Hasta el momento cuentan con 146 huertos de 20 metros cuadrados que alquilan por 85 euros al mes y son mantenidos parcialmente por trabajadores discapacitados («personal keepers», precisa Carretié) de la Fundación Carmen Pardo-Valcarce.

Las redes sociales están plagadas de plataformas vecinales y asociaciones dedicadas al veggie trade que no solo tienen un fin ecológico o económico. En la conciencia social de este país crecen los famosos brotes verdes en medio del asfalto. Se vuelve a creer en el individuo y a revisar viejos valores. Según Jean-Marie Pelt, fundador del Instituto Europeo de Ecología, «el trueque muestra la cara humana de la sociedad consumista. Los ciudadanos se dan cuenta de que el dinero no es el único medio de adquirir un bien».

Otro movimiento en alza es el de los grupos de consumo. Gente que se une para comprar directamente a los productores y gestionar la distribución entre sus miembros, ya sea en los barrios, a través de las asociaciones de vecinos o en páginas webs a nivel provincial (La Repera, en Cataluña; La Rehuerta o Bajo el Asfalto está la Huerta, en Madrid; Asturias Sostenible, en Asturias; La Ortiga, en Sevilla; La Breva, en Málaga; o Ecoagricultores, en Extremadura). El sistema es muy sencillo, se organizan en locales comunes y se reparten el trabajo de contactar con los agricultores locales, llevar los pagos o hacer la distribución de las cestas semanales. Todo se realiza de manera autónoma y sin intermediarios, permitiendo que los alimentos vayan directos de la huerta al plato y mantengan un precio justo. Generalmente se consumen productos agrarios como hortalizas, huevos, leche o miel, pero también es posible comprar productos de limpieza e higiene personal ecológicos, legumbres, pastas y bebidas.

«Con estas iniciativas no solo se consigue una alimentación mucho mejor, también se invierte en una estructura comercial responsable, se conoce el origen de los productos y se rescata la olvidada agricultura local», explica José Luis Fernández, alias Kois, representante de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM) y miembro del grupo de consumo Los Pinos. «Es muy probable que si decides participar en un huerto urbano acabes formando parte de un grupo de consumo e intentes favorecer la compra de productos de agricultura local. Cuando tomas consciencia ambiental y adviertes que algo va mal en nuestra forma actual de comprar y gastar, no hay vuelta atrás», concluye.

Pasos para ser un ‘green trader’

1. Primeras iniciativas

Proponer al ayuntamiento que ceda terrenos cercanos a la ciudad para el cultivo de huertos ecológicos comunitarios o ponerse en contacto a través de la web de Madrid o Barcelona para hacerse socio de cualquiera de ellos.

2. Crear un grupo de consumo

Hace falta contar con un número mínimo de familias o unidades que lo compongan. Los proveedores acostumbran pedir un gasto mínimo semanal de unos 150 euros y suele cubrirse con 10 familias. También hay que hacerse con un número de identificación fiscal para poder facturar a los proveedores. La mayoría de estos grupos optan por crear una asociación sin ánimo de lucro.

3. Seleccionar bien

Un debate que ha de quedar claro desde el principio es si prima lo ecológico y lo cercano frente al precio y si se comprará a un distribuidor o directamente al agricultor. Para los que no quieren complicarse la vida, se puede optar por crear un huerto propio en casa. En Family Farm ofrecen el kit completo y en Huerto City lo diseñan a medida.

4. Organización

Es necesario encontrar un espacio como un centro cívico o una asociación de vecinos donde realizar los pedidos, encestarlos, llevar las cuentas u organizar los repartos, entre otras actividades. No se debe descuidar dividir las tareas entre los socios, buscar los proveedores adecuados y establecer los criterios de compra entre todos.

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