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¿Deberíamos acabar con los tráilers antes de que ellos acaben con el cine?

Adam Driver, protagonista de ‘Star Wars’, ha confesado su deseo de que el Episodio VIII se estrene sin ningún vídeo de anticipo. Multiplicados en duración, número e indiscreción, cuestionamos su utilidad para el espectador.

“Sería muy valiente, me encantaría. Así nadie conocería nada. Cuanto menos se sepa, más emocionante… sería aún más todo un evento”. Con este entusiasmo se expresaba en una reciente entrevista el actor Adam Driver, Kylo Ren en la nueva antología de Star Wars, sobre la posibilidad de que no se publicara ningún tráiler del filme antes del estreno del Episodio VIII. La idea, que marcaría un antes y un después en la industria y desquiciaría a unos cuantos directores de marketing, es una utopía sin visos de hacerse realidad pero que destapa la guerra encubierta que está aconteciendo en Hollywood. Cada vez son más los espectadores que critican la extenuante aparición de avances que, unidos a pósters, cuentas en redes sociales o gifs temáticos, suponen todo un arsenal de información altamente destripador. Los hay que deciden taparse los ojos o retrasar su entrada a la sala para evitar toparse con ellos en el cine. También se oyen voces críticas entre los profesionales. En los últimos meses, directores de franquicias tan importantes como Jurassic World o Terminator se han quejado en público de las revelaciones de momentos clave en los vídeos de anticipo de sus filmes. ¿Por qué la mayoría de los tráilers nos destripan las películas?

“En los últimos años se ha establecido el estándar en Hollywood de contar el 80% de la cinta en su tráiler final y, en consecuencia, eso se ha exportado a casi todo el mundo. Se tiene la creencia de que el espectador medio quiere gastarse sus 10 euros en algo que sabe que le va a gustar y por tanto, hay que enseñárselo”, afirma Roberto Bra, montador español que se alzó ganador el año pasado del premio Feroz al mejor tráiler por su trabajo en La novia. Los tráilers son el indiscutible punto fuerte promocional de cualquier producción que se precie. De un tiempo a esta parte, se ha aumentado su duración hasta casi los tres minutos y se han multiplicado en número. Si analizamos una película de gran presupuesto, podemos llegar a encontrarnos con casi una decena de adelantos en vídeo: teaser 1, teaser 2, tráiler 1, tráiler 2, clips para Youtube, spot chino, spot internacional, spot de la Super Bowl, etc. Aproximadamente pueden desvelarse hasta 15 minutos de metraje del filme antes de que aterrice en las pantallas. Llegar vírgenes a la butaca parece una aspiración de otro tiempo. Adelantos como el de El resplandor, compuesto por un único plano, pasaron a mejor vida. Según el crítico de El País, Jordi Costa, “existe una cierta tendencia a destripar. Hay tráilers que son los grandes éxitos de la película, los grandes gags y luego hay poco, poquísimo, más. Da la sensación de que ahora vas al cine a comprobar que hayan juntado lo que has visto, como aquellos dibujos de unir por puntos”.

Esta inolvidable secuencia de ‘El resplandor’ sirvió también como tráiler de la película.
Esta inolvidable secuencia de ‘El resplandor’ sirvió también como tráiler de la película.Warner Bros

La función de estos avances varía dependiendo de cada producción. Para aquellas más pequeñas, supone su única posibilidad de acercamiento a un espectador que desconoce completamente el tema y tono. Por eso resulta vital la puntería a la hora de dar con ese factor clave que hace atractivo el filme. En caso de que no se tengan demasiadas confianzas en el mismo, mejor desviar el tiro acercándolo a otros posibles éxitos del género y confundiendo así al potencial espectador. En el caso del tráiler de Drive, nos encontramos con una película que parece seguir los pasos de la saga Fast & Furious, con un Ryan Gosling como héroe de acción a lo Vin Diesel, cuando en realidad es un drama mucho más profundo y minimalista de lo que se podría esperar. Otro célebre caso de desconcierto tuvo lugar con el filme de Terrence Malick, El árbol de la vida, cuyo tráiler sugiere un típico drama familiar protagonizado por Brad Pitt. Aquellos que no conocían los inclasificables antecedentes cinematográficos de su director quedaron seriamente insatisfechos con el resultado, hasta el punto de que varios cines tuvieron que devolver el coste de la entrada por las protestas. “A veces estas corrientes de hype (expectación) tienen un efecto desfavorable. Por ejemplo, en Guerra Mundial Z, se obligó a Brad Pitt a hacer un tour mundial de promoción enorme para luego descubrir que la película no era un desastre, que era mejor de lo que se esperaba”, expone el crítico.

En su afán por desvelarnos los mejores momentos antes de sentarnos en la butaca, los tráilers han encontrado un cómplice gracias al cual ha aumentado exponencialmente su relevancia: Internet. Un ejemplo: entre los diez vídeos más vistos en sus primeras 24 horas en Youtube, siete son avances estrenados este mismo año. El de Cincuenta sombras más oscuras batió el record de Rogue One, que después sería destronado por Guardianes de la Galaxia, que a su vez adelantaría La bella y la bestia, para ser vencido –de momento– por el de Fast & Furious 8. “Disfruto los tráilers pero creo que en los últimos tiempos esto ha llegado a un punto absolutamente neurótico. Las majors anuncian el estreno de un avance como si fuera el de la propia película. En España, por ejemplo, cada vez que se estrena algo de Mediaset uno sabe que acabará aturdido de tanta publicidad”, dice Costa a S Moda. “Yo me protejo bastante de toda la información de las películas que de verdad quiero ver”, explica Bra, que concluye: “Si el filme me interesa mucho veo el primer teaser, que suelen ser piezas más creativas y que dan la información justa, y no veo nada más hasta ver la película. Los tráilers finales los veo cuando ya he visto la película”.

La locura por estas piezas de vídeo es tal que es fácil encontrar sesudos análisis sobre los mismas tanto en blogs como en medios especializados, sirviéndose los fans de ellas a modo de hoja de ruta para diseñar sus propias teorías sobre el desarrollo de las tramas. La idea propuesta por Adam Driver –que del lado oscuro sabe algo– de llevar una película del tamaño de la saga galáctica inédita a las salas sin tráiler de por medio, se antoja tan estimulante como utópica. “Yo creo que en pleno 2016 y en un mundo tan interconectado como este es imposible plantearse la promoción de una película sin tráilers. Si hablamos ya de Star Wars, creo que tiene un fenómeno fan tan fuerte que es directamente impensable”, expone el montador. “Sería un buen experimento. Si Marvel o Star Wars se atrevieran a hacerlo sería interesante ver cuáles son los resultados”, afirma Jordi Costa. Para terminar de aniquilar cualquier esperanza, la productora de la saga Kathleen Kennedy ha confirmado que el primer adelanto del Episodio VIII verá la luz esta primavera.

Adam Driver, a la derecha, durante la promoción de ‘El despertar de la fuerza’.
Adam Driver, a la derecha, durante la promoción de ‘El despertar de la fuerza’.Cordon Press (picture alliance / Geisler-Fotop)

En la industria de cine, el tamaño –de los tráilers– sí importa. También la duración. Los productores tiene la última palabra sobre cada pieza promocional, y son ellos quienes equilibran o no la balanza entre la parte empresarial (director de marketing, inversores) y el creativo (director, montador), resultando antagonistas en la mayor parte de las ocasiones. A tenor de la situación actual y de las quejas de varios cineastas, el negocio va ganando. ¿Es contraproducente saturar al público de información en un estreno? No parece existir la fórmula del éxito. Algunas de las películas más destripadoras de los últimos tiempos, como la mencionada Terminator: Génesis, han resultado fracasos de taquilla. En el caso de otros filmes sobrecomunicados como los de Telecinco, Un monstruo viene a verme u Ocho Apellidos Vascos, su gran recaudación nos dice lo contrario. Otros más recatados en cuanto a las revelaciones, como Mad Max: Fury Road, también han triunfado. Todo, de nuevo, quedará en manos del espectador. Depende de ellos elegir si prefieren conectar una línea de puntos ya marcada, o dibujar un trazo propio y nuevo.

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