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Stella Tennant: su castillo y su príncipe

La top inglesa y su marido David Lasnet han hecho de un castillo escocés un hogar en el que todo está destinado al disfrute de su numerosa familia.

Stella Tennant
© Alexis Armanet (2011) The New York Times Syndicate

Algunos hombres lo tienen todo: una mujer top model, un castillo en el campo y una pista de skate cubierta. Este caballero tocado por la diosa Fortuna no es otro que David Lasnet, el marido de Stella Tennant. Tras recibir una invitación del matrimonio, tomé el tren con mis dos hijos dispuesto a descubrir cómo vive una de las familias más envidiadas del Reino Unido. Al llegar a la estación, Stella nos estaba esperando en su coche. No fue largo el trayecto hasta su casa, un castillo del siglo XVIII en Edrom, uno de los pueblos de la región de los Borders de Escocia. David aguardaba, cerca de la escalera de entrada, subido en un tractor con el que jugaba a realizar pequeñas curvas. ¿Estaba transportando troncos? No, en realidad cargaba todo lo necesario para celebrar un picnic en su gran parcela. El jardín silvestre que rodea el lago fue el lugar escogido para comer. La familia Lasnet al completo, con sus cuatro hijos –Marcel, de 13; Cecily, de 11; Jasmine, de 9, e Iris, de 6–, nos presentó a sus otros invitados, unos viejos amigos de Chile que también asistieron con sus hijos. Un total de nueve niños menores de 13 años comenzaron a gritar por el jardín como si se conocieran de siempre. La pareja había encendido una pequeña fogata. Junto a ella, Stella había extendido una alfombra de tartán sobre la que los más pequeños practicaban volteretas. Los adultos los observábamos relajados mientras probábamos la fritura de risotto envuelta en bacon que nos habían preparado. Algunos niños comenzaron a explorar el lugar; unos se subieron a una vieja barca con la intención de cruzar el lago; dos se fueron a recoger frambuesas; otros treparon hasta la casa de madera que David ha construido en la copa de un árbol, mientras que el resto prefería saltar sobre una cama elástica.

La pareja dejó Nueva York hace 10 años. Él se sentía insatisfecho con su trabajo como fotógrafo de moda y ella pensó en Edrom como nueva residencia. «Me crié muy cerca de aquí», recuerda Stella, por lo que sabía que era el espacio ideal para que sus hijos crecieran. Encontraron su casa en perfecto estado, pese a que es una construcción de 1740. En su interior se conservaban intactas las molduras de escayola y las chimeneas. Apenas fue necesario hacer reformas. Salvo un detalle, síntoma del conocido síndrome de Peter Pan de Lasnet: una pista de skate cubierta que ha habilitado en el sótano. Aunque acaba de cumplir 40 años, confiesa aficiones de adolescente y viste como tal: sudadera, gafas de pasta propias de un informático y bronceado de surfero. 

La mayoría de las obras de arte que decoran las paredes están firmadas por Lady Emma Cavendish, la madre de Stella. Este nuevo hogar obligó a David a reinventarse como contable, un trabajo que no le satisfizo, así que pronto se recicló como osteópata. Por su parte, Stella continúa firmando campañas y realizando desfiles, toda una excepción en el mundo de la moda para una mujer nacida en 1970. Con su aristocrática androginia –heredada de su padre, Tobias William Tennant, hijo del segundo barón Glenconner–, Stella parecía desfilar con naturalidad mientras atravesaba el jardín, cargada de verduras con las que acompañar el estofado de chorizo que había preparado para los 14 invitados. Lasnet observaba la escena orgulloso, ya que para él este núcleo familiar es su gran éxito personal. El exfotógrafo creció en París, hijo único de un matrimonio con el que apenas tiene contacto. «Mis padres se criaron en la posguerra y con el estallido de la revolución sexual de 1968 comenzaron a dudar sobre sus propios principios: la pasividad y la estricta moral calvinista». Lasnet fue un adolescente atormentado que pasaba los días patinando en Trocadero. Se inscribió en la escuela de Cine, estudios que compaginaba con un trabajo en un laboratorio fotográfico como calibrador de color. Un día, mientras tomaba un café en el Barrio Latino coincidió con Mario Testino, quien le propuso que posara para él. «Le dije: “No estoy muy interesado en estar delante de una cámara, pero sí necesito un trabajo”». Testino lo contrató como asistente. «Y allí conocí a Stella. Ella me salvó. De los 18 a los 20 años pasé una dura depresión, pero su llegada hizo que construyéramos esta vida maravillosa». Si se le pregunta por el secreto de su relación, él contesta con sencilla lógica: «Los dos queremos que funcione». 

© Alexis Armanet (2011) The New York Times Syndicate

© Alexis Armanet (2011) The New York Times Syndicate

© Alexis Armanet (2011) The New York Times Syndicate

© Alexis Armanet (2011) The New York Times Syndicate

© Alexis Armanet (2011) The New York Times Syndicate

© Alexis Armanet (2011) The New York Times Syndicate

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