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Sofonisba y Lavinia: las pintoras que el tiempo borró y que el Museo del Prado recupera del olvido

De las 1.700 pinturas que cuelgan en sus paredes, tan solo siete están firmadas por mujeres. Ahora prepara una exposición de dos artistas influyentes en su momento para saldar una deuda histórica con la pintura femenina.

'El juego de ajedrez' (1555), de Sofonisba Anguissola.
'El juego de ajedrez' (1555), de Sofonisba Anguissola.GETTY IMAGES

En la sala 7 del Museo del Prado, rincón del caravagismo, cuelga la obra Nacimiento de San Juan Bautista de la pintora Artemisa Gentileschi (1593-1654). No se la puede ver siempre: en los últimos tiempos, Artemisa ha viajado tanto que es complicado encontrarla en casa. Y es que desde que el feminismo estadounidense de los años cincuenta, sesenta y setenta recuperase la obra de muchas artistas olvidadas, Gentileschi se ha revalorizado hasta el punto de ser más fácil verla en exposiciones dedicadas a su figura en lugares como Milán o París que en la sala 7 del museo. Además, por cuestiones de espacio y por la cantidad de piezas pictóricas que alberga el museo en sus almacenes, Artemisa comparte pared ­–alternándose según épocas– con el Martirio de San Lorenzo de Valentín de Boulogne.

La vida y obra de Gentileschi la han convertido en los últimos años en símbolo e icono del movimiento feminista. Que esté tan ocupada tiene su razón de ser: superviviente de una violación perpetrada por su mentor Agostino Tassi en el estudio de su padre a los 17 años, tuvo que soportar un intensísimo juicio de seis meses de duración en el que se puso en duda su versión de los hechos, además de pasar por una prueba ginecológica y el sometimiento a torturas para comprobar si variaba su testimonio. Artemisa no cambió jamás su versión y Tassi fue declarado culpable. Heredera de Caravaggio, en su obra se perciben las luces y las sombras de ser mujer: en su cuadro Judith decapitando a Holofernes podemos observar la violencia y la sed de venganza de su protagonista degollando al general enemigo y en Susana y los viejos, encontramos a una bíblica Susana asustada y repugnada por los hombres que la acosan, en lugar de mostrarse dócil y coqueta como la representaron otros artistas masculinos. Nacimiento de San Juan Bautista es, sin embargo, una escena íntima y luminosa en la que tres mujeres cuidan y asean al recién nacido.

“Artemisa lo cumple todo según nuestros parámetros actuales”, explica Leticia Ruíz, Jefe del Departamento de Pintura del Renacimiento del Museo del Prado, “desde 1999 hasta 2020, que se va a Londres a una exposición sobre ella, Artemisa ha estado muy reclamada”. Gentileschi es la chica de moda, pero no es la única mujer de El Prado: la italiana Sofonisba Anguissola (1535-1625), dama de compañía de la reina Isabel de Valois y excelente retratista y la pintora de bodegones flamenca Clara Peeters (1590-1621) son las otras dos artistas femeninas que podemos ver si dedicamos una tarde a pasear por el museo.

‘Nacimiento de San Juan Bautista’, (1633-1635) de Artemisa Gentileschi.
‘Nacimiento de San Juan Bautista’, (1633-1635) de Artemisa Gentileschi.GETTY IMAGES

La historia de Artemisa tiene gancho y, a día de hoy, por fin se reconoce su figura e importancia. Sin embargo, existen nuevas corrientes que quieren reivindicarla sin tener presente en todo momento su violación a los 17 años, como no siempre ­–ni para todo– tenemos presente que Caravaggio mató a un hombre o que Munch pasó por centros de salud mental para explicar el grosso de su obra. Porque, aunque los hechos sean los hechos y sepamos que Artemisa fue violada y aunque podamos observar la sed de venganza de su Judith, no podemos afirmar que la artista pintase ese cuadro pensando en lo que a ella le sucedió. Esa revictimización constante de la artista puede ser un síntoma de observar su vida y su obra con ojos actuales y de reducirla a un único suceso para tratar de contextualizarlo todo: quizás Artemisa solo quería pintar como hacían los hombres y quizás, si pudo hacerlo, es porque no era ni mucho menos la única mujer que cogió unos pinceles. Gentileschi tuvo antecesoras y predecesoras y, si queremos hacer una buena cronología para rescatar a todas las mujeres artistas, es importante poner en valor sus referentes.

Sofonisba y Lavinia: dos formas distintas de entender y servirse de la pintura

Leticia Ruíz es también la comisaria de la próxima exposición Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana, donde se busca recorrer la vida de dos mujeres artistas completamente diferentes a través de su obra. Sofonisba y Lavinia tienen puntos en común: ambas tuvieron éxito en su época y a través de su trabajo consiguieron alcanzar cierta fama, especialmente en Italia, sin embargo, tras su muerte, sus figuras se fueron diluyendo y, aunque en su país natal siempre quedase algún recuerdo, en el resto del mundo apenas aparecían como notas al margen de los libros de historia del arte.

Pero en poco más se parecen estas dos mujeres y esto es algo que la nueva exposición quiere que tengamos presente: “Sofonisba es el gran mito de mujer artista y sirvió como paraguas para todas aquellas que vinieron después, ya que representaba la referencia ‘digna’ de mujer artista, aunque ella nunca pretendió serlo, sino que se sirvió de la pintura en una campaña de promoción liderada por su padre para ocupar un lugar social importante”, nos cuenta Leticia Ruíz. Anguissola venía de una familia de aristócratas venida a menos en Cremona, cuyo padre tuvo la ‘mala fortuna’ de tener seis hijas y un solo hijo en una época en la que tener hijas significaba tener que darles una dote para casarse e incluso para entrar en un convento. Sofonisba tenía un talento artístico brillante, así que utilizó la pintura para convertirse en la dama de la corte más importante del momento: la corte de Felipe II. Sus capacidades, en este caso, le servirían para mejorar socialmente tanto su figura como la de su familia.

Lavinia Fontana (1552-1614) sería el polo opuesto: “Hija de un pintor, como Artemisa, cumplía con el perfil de la mayoría amplia de mujeres artistas: Fontana se formó en el ámbito familiar porque trascender lo doméstico era peligroso para el honor, la virtud y la decencia de las mujeres de la época, pero ella dio un paso más allá, porque fue la primera mujer que abrió un estudio propio”, explica la comisaria de la exposición. Fontana fue un caso fuera de lo común para la época, tanto en el espacio de lo público como en lo privado: su padre valoraba tanto su talento que, cuando le empezó a flaquear la salud y tuvo que buscar irremediablemente un marido para su hija, estipuló en el contrato matrimonial que marido y mujer debían vivir en la casa del padre para que Lavinia Fontana pudiera seguir haciendo uso de su taller. No solo eso, sino que, tras la muerte del padre, toda la familia Fontana ­–ella, su marido y los once hijos que tuvieron– siguieron viviendo de las habilidades pictóricas de Lavinia mientras que su marido se quedaba en casa cuidando de los niños, ocupándose de las tareas domésticas y ejerciendo de ayudante de su mujer. “Por lo que nos dice alguna crónica, el marido de Fontana fue objeto de escarnio y de burla por ocupar un papel que incluso, a día de hoy, muchos hombres se niegan a ocupar: el de reconocer la valía de su esposa y estar de soporte para ella”, nos cuenta Leticia Ruíz.

‘Minerva’, (1613) de Lavinia Fontana.
‘Minerva’, (1613) de Lavinia Fontana.getty images

La obra de Lavinia Fontana, como su vida, también se salió de lo común: en la próxima exposición podremos ver incluso desnudos, algo casi impensable para la época puesto que las mujeres no podían recibir lecciones de anatomía de desnudos reales ya que se consideraba indecoroso e inapropiado. Por esta razón muchas artistas pintaron sobre todo bodegones y retratos. En este sentido, Fontana hizo la misma carrera que pudo hacer cualquier hombre de la época: “Lavinia pintó cuadros de grandes formatos, retratos, cuadros de historia, cuadros de altar de grandes dimensiones, pintura religiosa de pequeño formato y desnudos, incluso desnudos de gran atrevimiento”, explica la comisaria.

Recuperar a mujeres artistas a veces resulta complicado debido a la falsa atribución de algunas de sus obras, este fue el caso de Anguissola durante muchos años: “Algunos de los retratos que tenemos de Sofonisba Anguissola durante mucho tiempo han estado atribuidos a Alonso Sánchez Coello, que era el retratista oficial, mientras que el papel que ella ocupaba en la corte era el de dama de Isabel de Valois”, explica Leticia Ruíz. De nuevo, hay que entender el contexto histórico: ser dama de la corte era todo un honor y, aunque Sofonisba hubiese sido requerida por sus dotes pictóricas para enseñar a Isabel de Valois, no podía recibir un estipendio por ocuparse de pintar y, de hecho, hubiese sido incluso una afrenta para una mujer de su posición.

Se sabe, sin embargo, que Sofonisba continuó pintando y envió algunos retratos cuando todavía se encontraba en España, lo cual hizo que cosechase una fama que le valdría un nombre de regreso a su país natal: “Tras su muerte, poco a poco todo eso se pierde, no tanto en Italia, pero sí en España, donde Sofonisba no había firmado nada”, explica Leticia Ruíz. No fue hasta los años cuarenta del siglo pasado cuando varios estudiosos españoles señalaron que algunos de los retratos atribuidos a Coello tenían un estilo pictórico distinto y, valiéndose de datos y de crónicas de la época, comenzaron a pensar que aquellas obras pertenecían en realidad a Sofonisba Anguissola.

‘Autorretrato con caballete’, (1556) de Sofonisba Anguissola.
‘Autorretrato con caballete’, (1556) de Sofonisba Anguissola.getty images

La cronología de las mujeres artistas: una deuda de museos y universidades

Reivindicar a las artistas que los museos olvidaron en sus almacenes y las universidades no incluyeron en sus temarios es casi una deuda por saldar para quienes ahora tienen el poder de redescubrírnoslas desde las instituciones. En los últimos tiempos, ha habido un interés creciente por conocer –y reconocer– la historia de mujeres del pasado que se valieron de las artes para posicionarse casi al mismo nivel que sus coetáneos masculinos pero, como bien explica Leticia Ruíz, no se trata solamente de mostrar a “señoras que pintaron”, sino de contextualizarlas de la misma manera que se ha hecho con los artistas masculinos y ponerlas en valor como artistas diferentes entre sí, no como anomalías, para no meterlas en una nota a pie de página que explique que también algunas mujeres se pusieron ante un lienzo.

“Recuperar las obras de muchas mujeres es una reflexión colectiva”, explica la comisaria de la exposición, “y es una labor necesaria que se debe hacer por parte de los museos y las universidades”. Hace años, figuras como Artemisa Gentileschi, Sofonisba Anguissola o Lavinia Fontana ni siquiera aparecían en los libros de Historia del Arte, más allá: ni siquiera se explicaba que hubo mujeres, aunque fueran pocas, que se dedicaron a la pintura. Hoy todavía cuesta encontrarlas. Siempre existirá la crítica de que ahora se está pecando de sobrerrepresentación o de exceso, pero teniendo en cuenta los años de olvido, de falsas atribuciones y de reposo en los almacenes de grandes museos nacionales, tan solo les están cediendo el espacio que les era merecido.

La exposición Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana se inaugura el próximo 22 de octubre en el Museo del Prado.

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