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Bésame, tonto: tres aspectos que desconocías del arte de juntar labios

Los besos de tornillo encierran innumerables beneficios que van desde la producción de endorfinas hasta la quema de calorías. Pero besarse es también un casting químico que aporta abundante y valiosa información.

Fotograma de 'Match Point'.
Fotograma de 'Match Point'.Cordon Press

1. Los poderes saludables del beso

Besar no es solamente es una de las mejores maneras de despertar nuestro lado erótico y predisponer nuestro cuerpo y ánimo al sexo sino que tiene otras muchas otras utilidades, además de ser una de las mejores fórmulas para acabar una película.

En el apartado de la salud y el bienestar, este pequeño gesto de restregar los labios tiene beneficiosos efectos, como cuenta Andréa Dermirjian en su libro Kissing: everything you ever wanted to know about one of the life’s sweetest pleasures (Besar: todo lo que siempre quisiste saber acerca de una de los placeres más dulces de la vida). Para empezar, besarse es bueno cardiovascularmente, ya que reduce la presión arterial y dilata los vasos sanguíneos. Por eso esta autora recomienda cambiar la famosa excusa-pretexto “cariño, esta noche no que tengo jaqueca” , esgrimido ya a partes iguales por hombres y mujeres, por “bésame, que me duele la cabeza”; ya que la propiedad de dilatar los vasos sanguíneos puede ayudar en este tipo de dolores o en el síndrome pre menstrual.

La mayor producción de saliva que se segrega al besar, es también una excelente manera de prevenir la caries, ya que este mecanismo contribuye a la limpieza de los dientes y a remover la placa que se forma en las cavidades de las muelas.

Un buen morreo es también una forma rápida de activar todas las hormonas que juegan un papel importante en nuestro bienestar, las mismas que se ponen en funcionamiento cuando hacemos ejercicio físico, como la endorfina, serotonina u oxitocina. Pero, además, la saliva masculina transporta también testosterona que da en pequeñas dosis al depositario del beso. Y como todos sabemos, la testosterona es la hormona que despierta el deseo sexual.

Durante el beso también se intercambian bacterias. Se cree que hay alrededor de 700 clases diferentes de estos microorganismos en la boca del ser humano, la cuestión es que no todos tenemos los mismos tipos. Intercambiar la saliva es una buena forma de obtener diferentes bacterias y pasarle al otro las nuestras.

Los que estén a la última en cuestiones de salud y avances de la medicina, sabrán que las bacterias viven su época dorada y que tener una variada microbiota, tanto en el intestino, la boca como en la vagina nos hace más fuertes e inmunes a las enfermedades. Shilpa Ravella, una gastroenteróloga y asistente a profesor de medicina en la universidad de Columbia, descubrió en un estudio que cuando dos personas se besan durante 10 segundos se intercambian, nada más ni nada menos que alrededor de 80 millones de bacterias.

Los besos intensos y que van más allá de los que se dan las parejas ya desganadas, son también una buena manera de ejercitar los 43 músculos de la cara y cuello, una especie de yoga facial. Pequeñas musculaturas que normalmente no usamos se ponen en funcionamiento. Este sano ejercicio no solo mantendrá en forma nuestro rostro sino que es muy indicado para aquellas personas aquejadas de bruxismo, que tienden a apretar sus mandíbulas de noche, seguramente porque no pueden cerrarlas con su jefe, compañero/a de piso, pareja, suegra o político dentro de ellas.

Y, por si todo esto fuera poco, besarse también aumenta la autoestima y quema calorías. Un buen beso con lengua necesita de unas 26 por minuto. ¿Alguien da más?

2. El beso, un buen indicador del inicio y el fin de una relación

El beso, además de ser el elemento más universalmente utilizado para iniciar una relación íntima, es también una especie de casting químico para elegir pareja.

Algunos estudiosos se han preguntado como un acto sin gran relevancia para la procreación o la supervivencia de la raza humana se practica en el 90% de las culturas y los pueblos del mundo. Para Rafael Wlodarski y Robin Dunbar, de la Universidad de Oxford; el beso, además de un ejercicio placentero es también un sofisticado sistema para detectar si estamos o no ante una potencial pareja.

El besar, como una práctica desarrollada dentro del proceso evolutivo, tiene un fin biológico; ayudaría a las personas a evaluar a sus potenciales compañeros, probablemente mediante la transmisión de feromonas o señales químicas que permiten conocer el estado de salud o la compatibilidad inmunológica de los que juntan sus labios. Estudios previos ya han mostrado que tal tipo de información puede transmitirse a través de olores, y que las mujeres prefieren el olor de hombres cuyos niveles de testosterona son más elevados.

El rechazo al mal aliento o el gusto por personas con un complejo mayor de histocompatibilidad (semejanza entre dos o más tejidos a nivel de sus características genéticas e inmunológicas) distinto del nuestro, algo que favorecería el sistema inmune de nuestros hijos, son otras muestras del proceso químico de selección que se pone en marcha cada vez que besamos a alguien

Cuando besamos a alguien hay implicados varios sentidos: gusto, tacto, olfato, vista. La información sensorial de nuestros labios activa una región bastante grande en nuestro cerebro. De hecho, la corteza somatosensorial destina más terreno a la información que recibe de los labios que de los genitales. Tal vez por eso algunas mujeres pueden alcanzar orgasmos con un besuqueo intenso y sin contacto genital, según sostenía el famoso sexólogo Alfred Kinsey.

Tan importante es esta práctica que John Bohannon, psicólogo de la Universidad Butler, en Indianapolis (EEUU) descubrió en un estudio como la mayoría de la gente recuerda con más claridad su primer beso que su primer encuentro sexual.

La escasez de besos o el cese de esta actividad es también un buen barómetro para medir el grado de unión de la pareja. The Normal Bar (Paperback) es un libro escrito por Chrisanna Northrup, Pepper Schwartz y James Witte, que profundiza en los hábitos que hacen que las parejas se separen o permanezcan unidas como resultado de un estudio con más de 10.000 participantes. Besarse, según estos autores, es un elemento clave en la vida sexual de las parejas felices y el 85% de los entrevistados reconoció que era una de las prácticas que más les gustaban. Como apunta el libro, “el beso es la forma en que la gente establece conexiones íntimas. Es un ingrediente esencial cuando se hace el amor y refuerza la unión. Un 86% de las parejas que no disfrutan del sexo reconocen que ya no se besan. Esta claro que los bajos niveles de besos indican siempre problemas en la relación”.

3. Besar, un buen método para recuperar la sensualidad

Tenemos sexo más fácilmente pero sentimos menos. Este podría ser el diagnósticos de la vida sexual del presente y sensibilizarla es uno de los tratamientos que recomiendan los sexólogos, incluso para los que no necesitan o no piden consejo. Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona, del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, “el beso es uno de los elementos más importantes que usamos en terapia sexual y que recomendamos incorporar a la vida erótica como entidad propia, ya que muchas veces las parejas reducen los besos a parte de los preliminares o como complemento al acto sexual. Si además, son parejas con problemas que no están demasiado contentas con el tipo de relaciones que tienen, entonces el beso entra en el mismo saco y ve devaluado su valor por el contexto poco excitante que le rodea. Pero besar es una de las maneras más eficaces de despertar la sensualidad. Una de las prácticas que brinda más sensaciones físicas y psíquicas ya que los besos también nos transportan a la etapa hedonista de cuando éramos bebés y nuestras madres y familiares nos mimaban, tocaban y besaban constantemente. No hay más que fijarse en el símbolo de los labios rojos, que ha representado siempre la sensualidad y el erotismo”.

Antiguamente nuestras madres y abuelas conjugaban el verbo besar en todos sus tiempos porque era una de las pocas practicas eróticas permitidas antes del matrimonio. Algo que, afortunadamente, siguen practicando los adolescentes, sin habitaciones ni casas propias, y que todos hemos hecho, llegando a veces a casa con los labios enrojecidos, mientras nuestra madre nos preguntaba sarcásticamente qué nos pasaba en la boca. Cuando la posibilidad de practicar el sexo es sencilla y disponemos de piso con dormitorio cocina y salón, los besos se reducen debido a una suerte de filosofía pedrestre que dice “¿para qué besar si se puede follar?”. Ideología practicada por los amantes del porno malo, en los que los besos brillan por su ausencia. Pero si queremos salvar las sensaciones hay que volver a los besos largos y apasionados y al enrojecimiento labial sin necesidad de pintalabios.

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