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Todo lo que siempre quiso saber sobre los orgasmos en sueños

No solo mantenemos actividad sexual cuando estamos despiertos, sino también dormidos. Y en ocasiones nuestro yo durmiente gana con ventaja a su espabilado equivalente en la vigilia.

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Corbis

Una pista más para confirmar la importancia del sexo en la dimensión humana es la de que el mundo erótico sigue vivo en nosotros aunque estemos durmiendo. Lo mismo que el cerebro, ese misterioso y enigmático órgano del que sabemos todavía tan poco, y que mantiene su actividad pasadas las 24:00 horas y aún cuando su dueño se encuentre en modo off por el sueño. De hecho, es en su turno de noche cuando, libre de los compromisos del día y de las tareas para el avituallamiento, el cerebro se concede a sí mismo tiempo para la fantasía, el juego y el erotismo. “El mayor y más potente órgano sexual no está entre las piernas de hombres y mujeres, sino detrás de las orejas”, dijo en una ocasión el neuroendocrinólogo norteamericano John Money. A través del cerebro se inicia el proceso de excitación en respuesta a los pensamientos que surgen durante la estimulación sexual, las caricias, la actividad de los genitales. Existen muchas y muy variadas formas de calentamiento pero las realmente efectivas son las que estimulan, miman, soban y agrandan nuestros pensamientos hasta que éstos estallan y nos conducen al orgasmo. No se trata de poner al cuerpo en un segundo plano pero, si lo que queremos es llegar al clímax, éste pasa necesariamente por la cabeza, como apunta el hecho de que muchas personas pueden alcanzar la petit morte con la sola colaboración de su materia gris y sin necesidad de estímulos físicos.

Para demostrarnos que la filosofía del esfuerzo no puede explicarlo todo, existen también orgasmos espontáneos, aquellos que vienen caídos el cielo y que no requieren de ningún tipo de trabajo, ni físico ni mental. La mayoría de éstos regalos llegan cuando dormimos, como los del ratoncito Pérez, aunque sus destinatarios no sean siempre los que más se lo merecen. Una antigua e insoportable jefa, en uno de los múltiples trabajos de toda índole que he realizado a lo largo de mi vida laboral, se despertaba a menudo en medio de un orgasmo. Algo que mi ex compañera de faena, Cristina, a la que no le era fácil alcanzar ese estado, interpretaba como un premio de consolación de la naturaleza para los que no habían sido agraciados con la inteligencia o el sex appeal.

El estudio de los orgasmos durante el sueño ofrece un vasto territorio a descubrir y, sin duda, ayudará a arrojar mucha luz e incluso a solucionar muchos casos de anorgasmia; ya que lo curioso es que hay muchas personas, sobre todo mujeres, que no pueden alcanzar el clímax durante la vigilia, pero si pueden hacerlo mientras duermen. También es mala suerte, o buena, según se mire. Pero lo cierto es que no hay todavía demasiados estudios hechos al respecto. En 1953, el famoso investigador sexual Alfred C. Kinsey, descubrió que un 37 % de las 5.628 mujeres que había entrevistado habían experimentado, al menos alguna vez en su vida, orgasmos durante el sueño, cuando contaban una media de 45 años de edad.

Lo que si se sabe es que la mayoría de los sueños húmedos tienen lugar durante la fase REM y se deben a una sofisticada conjunción cuerpo-mente. En este periodo del descanso nocturno no es solamente cuando se producen los sueños sino, cuando la sangre fluye con más fuerza hacia ciertas áreas del cuerpo como los genitales, algo que ocurre también cuando estamos excitados y tenemos actividad sexual. Según Madeleine C. Castellanos, psiquiatra y terapeuta sexual con consulta en Nueva York, declaraba en un artículo de la revista Fusion, “el cerebro reconoce que hay más flujo sanguíneo en estos tejidos y lo interpreta como excitación sexual”. Si a esta información se le une una mente más relajada, en la que los controladores aéreos no han empezado aún su jornada laboral, tendremos una situación muy propicia para que se produzca esa maravillosa y placentera descarga mental llamada orgasmo.

Como Castellanos apunta en su página web, “lo interesante respecto a los sueños sexuales y los orgasmos cuando dormimos es que para mucha gente, sobre todo para las mujeres, pueden ser mas intensos que los que se experimentan conscientemente. Esto es porque cuando uno está dormido hay menos inhibición y menos restricción consciente. Escáneres de la actividad cerebral muestran que ciertas áreas del cerebro se apagan –las que procesan información del exterior, actividad motora y emociones– cuando hay un orgasmo. Algo muy similar a lo que ocurre cuando se duerme, y que puede explicar por qué hay menos barreras para una intensa excitación sexual cuando dormimos que cuando estamos despiertos. Además, los sueños nos proporcionan la ventaja de que el inconsciente pueda diseñar un escenario a nuestra medida, sin barreras de ningún tipo, apto para nuestras fantasías”.

Para muchos puede resultar bastante increíble el hecho de que nuestro cerebro experimente, en sueños, cosas que desconoce en la vida real, pero según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología, “es más fácil tener orgasmos cuando dormimos. La anorgasmia tienen mucho que ver con un excesivo autocontrol y en sueños eso no es posible. Además, cuando estamos conscientes no siempre nos permitimos experimentar ciertas cosas. El cerebro es un órgano muy plástico que no distingue muy bien entre realidad y ficción. Una mujer puede no haber experimentado nunca un orgasmo, pero seguro que ha visto películas en las que otras si los tienen, lo que influye en el inconsciente”.

Identificar si la noche ha sido movida es relativamente fácil para los hombres, sobre todo si han eyaculado, pero no tanto para las mujeres, para las que la prueba física no es tan evidente. ¿He tenido un orgasmo realmente, o lo he soñado? Es la pregunta con la que muchas se despiertan. Un artículo del Sunday Times recordaba como en 1896 un médico afirmaba en una publicación titulada Functional Disorders of the Nervous System in Women, que “los orgasmos involuntarios derivados de pensamientos eróticos podían minar gravemente la energía vital de la mujer y causar melancolía y debilidad mental” y como cura recomendaba colchones duros y baños fríos de esponja. Si los científicos todavía perdían su tiempo buscando un motivo biológico para el orgasmo femenino, ya que desde el punto de vista reproductivo no tenía ninguno, podemos imaginar la inquietud que le producían este tipo de desmanes. El artículo de Sunday Times subraya también como en un estudio de Kinsey de 1948, Sexual Behavior in the Human Male, solo dos hombres eran capaces de llegar al clímax concentrándose en pensamientos eróticos; mientras el equivalente femenino a esta investigación, de 1953, arrojaba que el 2 % de las entrevistadas, 54 mujeres, si podían hacerlo sin manos, solo con sus cabezas. Los experimentos de Gina Ogden para su doctorado en el Institute for Advanced Study of Human Sexuality, en San Francisco, también inclinaban la balanza hacia el lado femenino. De las 50 mujeres que entrevistó, 32 podían correrse solo con la imaginación. Una habilidad que predispone al género femenino para los placeres oníricos.

El propósito de la actividad sexual durmiente e inconsciente es también una pregunta sin respuesta. El hecho de que la mayor frecuencia de los sueños húmedos se de en la adolescencia –aunque se pueden tener a cualquier edad– hace que muchos piensen que actúan como sustitutos del sexo en la vida real, cuando el deseo es muy grande y todavía no se tienen relaciones sexuales. “No se sabe si el inconsciente suple las carencias o las potencia”, comenta Molero, “durante mucho tiempo algunos interpretaban que se tenían porque había una necesidad no atendida y esto servía de elemento compensatorio. Nuestra experiencia es que los pacientes que vienen a la consulta y empiezan a hacer los ejercicios y las prácticas que les recomendamos para tener más deseo y erotizar más sus vidas, empiezan a tener más sueños eróticos y orgasmos cuando duermen. Otras veces, éstos no son sino las respuestas que le damos durante la noche a los múltiples estímulos sexuales que recibidos en el día. Muchos de ellos de una manera inconsciente y subliminal”.

Cuanto más sé sobre la sexualidad humana, más me convenzo de que es una de las parcelas más agradecidas, desinteresadas y altruistas de nuestro yo. ¿Qué no tenemos pareja?, no importa, siempre podemos masturbarnos. ¿Qué estamos demasiado ocupados o nos queremos poco para tener citas y sexo con nosotros mismos? No hay problema, solo hay que esperar a la noche y cuando el vigilante jurado duerma empieza la fiesta. ¿Qué nunca has tenido un orgasmo?, un momento, ¿te refieres a despierta o dormida?

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