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¿Qué pasa cuando en pareja uno tiene más deseo que otro?

Lo que para unos es mucho para otros es apenas nada, pero todo es cuestión de llegar a acuerdos y volver a buscar formas de conectar.

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Cordon Press

Las aplicaciones de búsqueda de citas por internet tienden a unir a personas similares. O al menos que tenga algunos intereses comunes. Que les guste hacer ejercicio, ver el mismo tipo de series, viajar o sean amantes de los animales. Aún con todo, la realidad es que, con el paso del tiempo, según conoces más a esa persona, te das cuenta de que no sois tan parecidos como pensabais. Surgen diferencias, que en algunos casos dan chispa a la relación y en otros resultan irreconciliables. Algo así pasa con el deseo sexual. Al inicio de la relación parece que solo con una mirada encendéis a la vez las ganas. Pero según pasa el tiempo, por algún motivo, las ganas ya no van tan sincronizadas.

¿Sexo matutino y en la siesta o a última hora de la noche? ¿Mejor sacar ratos entre semana o casi que lo dejamos para el sábado? ¿Varias veces por semana o nos vale con varias veces al mes? Las diferencias de deseo sexual fueron perfectamente retratadas en la famosa escena de la película de Woody Allen Annie Hall. En la misma, Diane Keaton, en el papel de la protagonista, es preguntada por el psicólogo sobre la frecuencia de las relaciones sexuales con su pareja, Alvy Singer. “Constantemente… unas tres veces por semana”, contesta ella. En cambio, a la misma pregunta, Allen interpretando a Singer responde: “Casi nunca… tres veces por semana”.  Siempre va a ser una cuestión de la perspectiva de cada uno.

¿Todas las parejas tienen diferencias en su deseo?

Cuando percibimos que uno no tiene las mismas ganas que el otro pensamos que algo está fallando. No tiene por qué ser así.  “Diría que es poco frecuente que dos personas tengan exactamente el mismo nivel de deseo. Aunque, por supuesto, hablamos a partir de la consolidación de la pareja, ya transcurrida esa primera fase caracterizada por la pasión”, aclara como primer punto el sexólogo Alberto Álamo.  Incluso, según el experto, el fin de la etapa del enamoramiento puede ser el primer momento en el que llegue el conflicto. “Es difícil que ambos miembros de la pareja ‘salgan’ de esa primera fase de pasión al mismo tiempo, lo cual también puede dar pie a conflictos o problemas de pareja”.

Esa es otra de las cuestiones. Puede que nuestro deseo estuviera sincronizado en un momento y que, por circunstancias varias, a saber, el estrés, diferentes horarios de trabajo, etc., dejemos de ir en sintonía. Aquí, la también sexóloga Ana García apunta que los “deseos cambiantes” son también habituales. “Hay momentos en los que todo se alinea y las dos personas tienen un deseo parecido, pero en el momento en el que entra en juego algún factor que puede influir en uno de los dos, o en los dos, el deseo cambia de forma radical”.

Pese a que esta es la realidad de la gran mayoría de las parejas, la sensación que tenemos es que el resto está mucho más compenetrados que nosotros. Gran parte de la culpa es de la idea preestablecida de algunas estadísticas o encuestas sobre la frecuencia sexual de los españoles. En las mismas se suele hablar de cifras y medias que parece que todo el mundo sigue. Así, nos sentimos raros si estamos por encima, yo especialmente si estamos por debajo. “Socialmente está establecido que, si tienes pareja, parece que hay que hacerlo unas dos o tres veces por semana”, insiste García. “Lo que nadie habla es cuántos de esos dos o tres encuentros son satisfactorios. Y es aquí donde tenemos que poner el foco”.

El mito de que ellos tienen más deseo que ellas

Otro de los hechos socialmente establecidos es que ellos siempre tienen ganas y a ellas siempre les duele la cabeza. Como si el deseo fuese una cuestión de géneros más que de personas y de circunstancias. “Es un mito que deriva de toda una serie de clichés asociados a roles de género”, añade Álamo. Un mito que no concuerda con el aumento de casos de hombres que acuden a su consulta por bajo deseo pese a la insistencia de sus parejas.

“El deseo es bastante más complejo de lo que parece, y por eso mismo se convierte en uno de los grandes problemas de pareja.  Influye todo aquello que nos preocupa, nos incomoda, nos distrae, nos fatiga o nos presiona. Niños, problemas laborales, familiares, o mentales. Por supuesto, la comunicación, la satisfacción sexual o el tiempo de calidad en pareja”.

Es cierto que estos factores, o más bien, la carga y el estrés emocional de los mismos, tradicionalmente han impactado más en las mujeres que en los hombres. Sin embargo, Ana García señala que el principal problema no es la falta de deseo, sino un modelo de relaciones sexuales coitocentrista que llevaba a un sexo nada satisfactorio. Y nadie suele querer repetir de un plato que se come a disgusto.

Partiendo de que en cuestión de sexo todo son generalizaciones, actualmente la mujer parece haberse abierto a experimentar y comunicar más sobre la sexualidad. En cambio, los hombres, parecen verse sometidos a una nueva presión que ha impactado en su deseo. “Toda aquella atención que se le ha dado a la satisfacción del hombre, ahora resulta un problema para él. Les genera mucha presión el hecho de tener que dar siempre la nota, tener que tener siempre ganas, tener una erección y eyaculación perfecta, aguantar… Para los hombres también hay factores que, si no se cuidan y se optimizan, influyen directamente en su deseo sexual”, insiste la experta.

¿Cómo nos coordinamos?

Teniendo en cuenta que la diferencia de deseo sexual parece algo ineludible, al menos, en algún momento de la relación, quizás el problema es que nos falten herramientas para gestionarlo. “El deseo no se controla a voluntad”, insiste Alberto Álamo. Por eso “puede ser importante remarcar que no hay intención de dañar, no tomarnos como algo personal que nuestra pareja ya no nos desee de la misma forma que antes es importante”.

Teniendo esto claro, lo que sí es posible es “propiciar situaciones que activen el deseo”. Y es que a veces las ganas no llegan solas, hay que buscarlas. Lo mismo que entendemos que hay que trabajar otros aspectos de la pareja con el paso del tiempo, pensamos que en lo referente a la pasión todo tiene que ser por arte de magia. A veces es tan sencillo como, en la vorágine de la rutina, sacar tiempo para tener momentos íntimos con la pareja y volver a conectar. Obviamente es más fácil que surja algo si estamos achuchándonos en el sofá, que si cada uno está en una esquina con su móvil. También puede ser más fácil buscar momentos en pareja en los que estemos más relajados, que dejarlo para el final del día cuando estamos más cansados. Todo ello siempre intentado no presionar demasiado. Si ese día hemos quedado, pero no ha surgido llegar hasta el final, pero hemos disfrutado de un momento de conexión, quizás también sea importante para avanzar.

Aunque antes de todo eso, para Ana García, además, el primer paso en cualquier dificultad sexual de pareja, pasa por analizar antes nuestra propia sexualidad. Algo que parece obvio y necesario antes de poder compartir y comunicar sobre la misma. “Tenemos que trabajar en ser conscientes de todos aquellos factores que influyen en nuestro deseo sexual, y trabajar en ellos para que favorezcan nuestra libido”, concluye la sexóloga. Al final, hay que tener en cuenta que la sexualidad es algo individual y en pareja solo compartimos una parte de la misma, y es algo que también debemos tener presente para llegar a acuerdos respecto a las necesidades o puntos de vista de cada uno.

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