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Hombres sin ganas: adiós al mito del macho siempre dispuesto

La falta de deseo ya no es un problema mayoritariamente femenino, cada vez más hombres presentan esta patología, incompatible con la leyenda de dar siempre la talla.

Cuando la mal llamada viagra femenina, la píldora que se supone aumenta el deseo sexual de las mujeres, se inventó, parecía que la industria farmacéutica había completado ya su trabajo en el campo de la sexualidad y que nuestros problemas en este ámbito habían desaparecido para siempre. Porque los grandes problemas sexuales, hasta no hace mucho, se reducían a dos asuntos de máxima importancia. Primero: a ellos, siempre dispuestos a la acción, les llegaba una edad en la que aunque querían no podían. Y he aquí que alguien inventó la Viagra para erigir columnas, vigas  y estandartes y hacer casi posible que hasta la propia momia de Tutankhamun tuviera erecciones.

Pero seguía existiendo otro escollo en el bando femenino, en el que el problema no residía tanto en el desempeño de la acción sino en la falta de ganas para realizarla. Las mujeres son, o tal vez deberíamos decir eran, difíciles de convencer, aquejadas a menudo de jaquecas u otros males, excesivamente sensibles y poco aptas para aguantar el estrés. Cualidades que influían en su vida sexual. ¿Y si inventáramos una fórmula que las hiciera tener más deseo?, se peguntaban los laboratorios frotándose las manos y, tras décadas de experimentos y ensayos, dieron con el ‘milagro’ de la Viagra femenina.

Por primera vez en la historia de la humanidad ellos podían siempre y ellas tenían más ganas. Habíamos encontrado la fórmula de la felicidad, no había nada que impidiera que el mundo rememorara de nuevo sus capítulos de dos rombos, como Sodoma y Gomorra. Pero, como si fuese una broma pesada del destino, apareció un inesperado problema. El único elemento que podía alterar este perfecto rompecabezas falló y los hombres empezaron a dejar de tener ganas.

De repente, el macho que pasó siglos quejándose de la poca disponibilidad erótica femenina y que tuvo que echar mano de su imaginación para confeccionar historias excitantes y creíbles para contar en las barras de los bares se quedó sin fuelle, sin testosterona y, a día de hoy, muchos prefieren pastorear las redes sociales o dedicarse a la enología antes que retozar entre las sábanas, mientras sus parejas –ya sean homo o hetero- asisten perplejas a este nuevo espectáculo.

El trastorno del deseo sexual inhibido en los varones no llega todavía a ser tan frecuente como en las mujeres, pero crece poco a poco. Sobre todo entre los más jóvenes. Hay pocas estadísticas fiables al respecto, pero Toni Martín, médico, sexólogo, miembro de la Sociedad Catalana de Sexología y de la Sección Colegial del Sexología del Colegio de Médicos de Barcelona, calcula que de cada 10 hombres, uno experimenta esta situación, frente al 30% de las mujeres.

Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona, del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, “lo primero que se mira cuando un paciente que viene con el deseo sexual inhibido y tiene más de 40 años, es si presenta el llamado déficit de testosterona del varón maduro, que incluye una serie de síntomas como: bajo deseo, fatiga, cansancio, pérdida de masa muscular o caída del cabello. Hay también enfermedades que disminuyen la libido, ya que alteran la prolactina, una hormona cuyo aumento es antagonista de la liberación de hormonas sexuales. Algunas de estas patologías son el hipo o hipertiroidismo, la diabetes o la hipertensión arterial. Hay también fármacos que se sabe que bajan gravemente el impulso sexual, como los antidepresivos, ansiolíticos y los que se dan cuando se tiene la tensión alta”.

“Hay que descartar también, en hombres más jóvenes, que haya algún tipo de disfunción sexual como dificultad de la erección, eyaculación precoz o retardada o problemas para llegar al orgasmo”, apunta

Toni Martín, “porque es muy común que los que presentan este tipo de problemas, al ver que su habilidad en la cama se ve afectada, pierdan el interés en el sexo. Aunque no hay que olvidar la dimensión social de todo esto. Antiguamente eyacular precozmente se veía como un indicador positivo de la potencia y fuerza del varón, hoy es todo lo contrario. Incluso algunos se crean problemas donde no los hay, debido a la pornografía, en donde parece normal que el hombre aguante horas y horas”.

Las mujeres han hecho su revolución sexual. Los hombres tienen pendiente la suya

 Al margen de los problemas derivados de la edad o de presentar determinadas patologías, los sexólogos ven como en sus consultas la falta de deseo ha dejado de ser un trastorno típicamente femenino. “Últimamente los hombres se atreven más a consultar estos temas, que antes eran tabú, por eso también se registran más casos”, señala Martín, “en parte, porque sus parejas les demandan que lo hagan”.

Carlos, 39 años (Madrid) es uno de esos casos. Y si la historia sexual del género femenino ha sido un compendio de machismo, desinformación, falta de interés y desprecio hacia el placer de la mujer; a la del hombre tampoco le faltan sus claroscuros, porque mantenerse en el trono y heredar, automáticamente, la corona no siempre es del agrado de todos.

La sociedad está acostumbrada a que las mujeres pasen por periodos en los que no les interesa el sexo. La menstruación, el embarazo, la lactancia son algunos de esos momentos (aunque no todas las mujeres pierden las ganas en ellos) en los que las damas están disculpadas. Los hombres, sin embargo, no tenemos ninguno. La fábrica debe producir intermitentemente. La sociedad, los amigos, incluso la pareja, no admiten que el hombre tenga etapas en las que no le apetece. Y si eso ocurre, es que estás enfermo y debes ir corriendo al médico”, apunta este madrileño. “Yo tuve uno de esos momentos y, por más que se lo explicaba a mi pareja, no lo entendía. Empezó a pensar que tenía una amante o que ya no le gustaba, que ya no la veía atractiva. Recuerdo que hasta me preguntó qué me parecía si se operaba y se ponía más pecho. Ella siempre lo tuvo pequeño pero eso a mi nunca me importó. Otra cosa que no encajó es que yo viera porno, algo que hacía en un intento por excitarme. Lo tomaba como una pseudo-infidelidad. ¿Cómo puedes tener ganas de ver eso y no de acostarte conmigo?, se preguntaba”.

Según Toni Martín, “la mujer ha hecho su revolución sexual, pero el hombre todavía tiene pendiente la suya. Y si las féminas tuvieron que coger más protagonismo, ser más activas y demandantes y tomar consciencia de su propio cuerpo y poder; los hombres tienen que hacer justo lo contrario: bajar del pedestal, dejar el trono, humanizarse. Romper con el mito de que hay que dar la talla, estar siempre a punto y ser capaces de proporcionar placer a la mujer en todo momento. La sola idea de esta tarea es estresante y agotadora, pero además, este trabajo se ha vuelto más complicado desde que ellas han tomado más interés en el sexo y el placer”. El listón sube y la testosterona baja.

Otra variante del hombre sin ganas es aquel que, al mismo tiempo que rehúsa tener relaciones con su pareja u otras personas, continúa masturbándose. Algo que muchas mujeres, expertas en el arte de tomarlo todo de manera personal, desaprueban vivamente. “Aquí no estaríamos ante un caso de falta de deseo sino que se trata de otra situación”, señala Toni Martín. “El hombre entra al sexo por dos estímulos: el visual y el genital. Son dos vías muy potentes, pero al mismo tiempo muy frágiles y que pueden erosionarse con la convivencia o la rutina. En este caso, los sexólogos aconsejamos una terapia de sensualización corporal, aparcar el coito por algún tiempo para ir recuperando la excitación”.

Otra explicación a esta actitud es la que propone Molero, que se asemeja a la de la tortilla francesa, ese recurso rápido y fácil al que se le hecha mano cuando uno llega a casa hambriento y no tiene ganas de preparar una pechuga a la villaroy. “La presión de dar la talla o de ser el amante perfecto hace que muchos hombres, cuando tienen ganas y están muy cansados, opten por la vía de la masturbación, porque es algo rápido, sencillo y exento de cualquier tipo de valoración por parte de otros”, afirma esta experta.

“Uno de los descubrimientos más interesantes de la sexología de las últimas décadas es que la secuencia deseo-excitación-orgasmo, no siempre sigue este orden”, apunta Martín. “A veces puede ir primero la excitación y, a través de ella, se llega al deseo. Es algo importante a tener en cuenta, porque no hay que limitarse a tener relaciones solo cuando ardemos en ganas. Y, por otro lado, el filtro amoroso o sexual todavía no se ha inventado”.

El estrés, el miedo a perder el trabajo -en el caso de que se tenga- o a no encontrar otro -si uno está en paro- es otro de los inhibidores del deseo. Al mismo tiempo, se cree que los disruptores endocrinos (sustancias que se unen a un receptor hormonal, alterando el efecto normal de la hormona), presentes en la contaminación y en los alimentos, bajan los niveles de testosterona -la hormona del deseo- en ambos sexos. Yo diría que la Tierra se defiende con sofisticados métodos de esa especie tan dañina, intolerante e incapaz para el dialogo, que es la raza humana.

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