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¿Se ha metido la crisis también en la cama?

Mientras la angustia y el estrés llenan las consultas de los sexólogos de gente con falta de deseo, las ventas de la industria erótica aumentan un 35%.

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El sexo vende y la industria erótica es una de las pocas que, incluso en momentos de crisis, continua creciendo. Al menos, eso es lo que se deduce del estudio que Sex Place, la franquicia de tiendas eróticas más grande de España, hizo el pasado año entre 3.000 clientes de todo el país. Sus ventas se habían incrementado en un 35 % en los dos últimos años.

A muchos no poder pagar las letras de la hipoteca, intuir que le quedan dos nóminas en su empresa y ver que su hijo, que ha acabado empresariales, solo puede optar a un trabajo de dependiente en el Dunkin' Donuts, y eso gracias a un enchufe, que quieren que les diga, les pone. Pero esto no es nuevo, ni se corresponde con ser un viva la Virgen, un degenerado o un padre insensible. Es el mismo mecanismo que se activaba con los bombardeos alemanes sobre Londres durante la Segunda Guerra Mundial y que disparó la tasa de natalidad entre los atemorizados londinenses que, sin calefacción, luz eléctrica, ni comida, veían caer las bombas a su alrededor y todavía tenían ganas de fiesta. La explicación científica es muy simple: el cuerpo segrega adrenalina ante situaciones estresantes, y esta hormona que nos pone alerta y nos predispone a la lucha puede subir también nuestra libido. ¡Qué diablos! Si hay que morir, que sea con las botas puestas.

Omri Gillath, psicólogo social y profesor en la University of Kansas, comprobó que después de exponer a hombres a imágenes que hacían referencia a su inmortalidad, estos respondían mejor a estímulos sexuales. Gillath llegó a la conclusión de que mientras la economía dé signos de que tenemos cada vez menos posibilidades de sobrevivir, los hombres tenderán a ser más promiscuos, porque esto es una estrategia que optimiza la posibilidad de pasar sus genes a un mayor número de mujeres y así, asegurar la supervivencia de la especie. La muerte puede ser también un poderoso afrodisíaco.

Están también los que no responden del todo a este mecanismo hormonal –bombas todavía no caen–, pero haciendo números llegan a la conclusión de que ver el último estreno en el cine, salir a cenar o ir de compras son ya actividades prohibitivas, mientras que el sexo todavía –para ellos– es gratis, y se embarcan en un análisis minucioso del Kamasutra. En paro, sin tener que madrugar para ir al trabajo, solo faltan ingentes dosis de autodominio, fe en el futuro y fortalecer el músculo de la confianza. Si además ejercitamos también el del perineo, haremos la crisis más llevadera y, cuando ésta pase, nos habremos doctorado en lascivia. No hay mal que por bien no venga. El sexo, como todos sabemos, es excelente para relajar la ansiedad, reducir el estrés, aumentar la autoestima y las defensas, además de hacernos más valientes y darnos arrestos para la lucha diaria. Me viene a la mente una imagen de la película Gladiator, cuando los gladiadores salen a la arena del circo y esperan muertos de miedo, no se sabe qué. Russell Crowe, experimentado estratega, les da solo una breve instrucción: “Debemos mantenernos unidos en todo momento, solo así tendremos alguna posibilidad de sobrevivir”. Si traspasamos esta escena a la situación actual, en la que los gladiadores somos nosotros; César y sus secuaces, la Troika; y los leones, luchadores y demás fieras, lo que los políticos han designado como “ajustes”; veremos que Crowe llevaba razón, y que el sexo es una excelente y placentera manera de mantenernos unidos.

Claro que he empezado por la parte positiva y la crisis, además de haber congelado los salarios, ha hecho lo mismo con las sábanas. Las consultas de los sexólogos se han llenado de personas con problemas sexuales. La falta de perspectiva y los telediarios han bajado los ímpetus al más pintado pero, además, las patologías y problemas de pareja, que hasta ahora estaban maquillados por las vacaciones, los fines de semana en hoteles rurales y las cenas en restaurantes los sábados, han salido a la luz. Ahora, lo único que queda por la noche es la horrible programación televisiva.    

El sexólogo y psicólogo José Luis Beiztegui, de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología, apunta: “Se ve una afluencia de gente a las consultas, aunque determinar que la causa es la crisis sería demasiado arriesgado, porque también es cierto que cada vez somos más conscientes de la importancia de tener una sexualidad satisfactoria. Lo que sí hemos notado últimamente es que hay más hombres con falta de deseo, algo que hasta ahora era bastante insólito y que relacionábamos con una patología femenina. Es muy común que a la mujer se le quiten las ganas cuando el aspecto emocional de su relación no va bien, surgen problemas o ella no se siente lo suficientemente correspondida, pero en el hombre esta falta de deseo es más compleja. ¿Las causas? Cada caso es un mundo, pero yo diría que el cambio de papeles y roles femenino y masculino ha traído algo de despiste a los hombres, que ya no saben muy bien cómo actuar y, por supuesto, la crisis también afecta. El estrés, la angustia, la falta de perspectivas, todos estos factores a largo plazo crean una situación depresiva, muy mala para la libido. En general, la depresión mata el deseo, mientras que el miedo es el que causa problemas como vaginismo o impotencia, por eso hoy en día predomina lo primero. Claro que en estos temas siempre hay una decisión consciente, que a veces pasa por encima de las circunstancias, como es el hecho de una pareja que quiere tener un hijo y lo tiene por encima de todo”.

Por si fuera poco, a este decorado hostil se le suman las altas expectativas que en materia sexual se han creado en los últimos años. Beiztegui comenta cómo “he tenido jóvenes en mi consulta que llegan angustiados porque han tenido un gatillazo. A todo el mundo le ha ocurrido alguna vez. Pero hay mucha mitología en torno al sexo y muy poca educación sexual”.

En 2009, el sociólogo británico, Jeffrey Weeks, una autoridad en las relaciones entre sociedad y sexualidad, alertó del riesgo de sufrir un retroceso en la apertura de mentalidad y relajación de costumbres en materia sexual, que hemos vivido en los últimos 30 años. “En épocas de crisis”, decía Weeks, “las sociedades se vuelven más conservadoras en sus actitudes hacia el sexo y cobran fuerza posturas fundamentalistas”.

Amilanarse o ponerse el mundo por montera son actitudes que van acordes con las diferentes personalidades. Uno de mis héroes de los últimos tiempos es Martín, un amigo sudamericano. Vivía en Madrid y se quedó en el paro. Lejos de acusar una falta de deseo se apuntó a un portal de citas y cada fin de semana quedaba con alguna chica en diferentes puntos de la geografía española. Tenía sexo, estancia gratis y además hacía turismo. Una de sus citas lo llevó a Barcelona y a una relación menos efímera, se trasladó a esa ciudad y encontró un trabajo. Sigamos las instrucciones de Russel Crowe en Gladiator, mantengámonos –sexualmente– unidos. Es nuestra única posibilidad de sobrevivir.

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