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Se estrena el documental sobre M.I.A. que todos estabamos esperando

El festival In-Edit estrena este fin de semana el documental que la artista tamil detestó en su estreno, una oportunidad para espiar a una cantante tan brillante como contradictoria.

El cartel del documental sobre M.I.A que se estrena este fin de semana.
El cartel del documental sobre M.I.A que se estrena este fin de semana.

Hay gente que paga sus impuestos no porque es lo justo y lo marca la ley, sino por no tener líos si algún día le hacen ministro. Y gente que filma todo lo que hace en la vida por si algún día tienen que rodar un documental sobre ellos. Y Maya Aruplragasam, M.I.A., es una de esas personas.

En 2011 entregó a Steve Loveridge, un amigo suyo de cuando estudiaba en Saint Martin’s, la famosa escuela de arte de Londres, 700 horas de vídeo doméstico y éste las utilizó con buen tino para hilvanar una película que no necesita rótulos ni voz en off ni cabezas parlantes, sólo a M.I.A. por todas partes, todo el tiempo. El desenlace también se veía venir: a la artista no le gustó el resultado. Inmediatamente después del estreno del documental en Sundance, tuvo lugar una de las ruedas de prensa más estrambóticas que se recuerda, en la que la protagonista de una película se dedica a despreciarla ante los periodistas. “Me ha quitado todo el cool”, se quejó. Y eso sí que no, ni el cineasta más obtuso podría arrebatarle el cool a Maya, que lo tiene a carretadas. Desde que apareció en la escena, cuando empezó a hablar de una chica de Sri Lanka hija de un terrorista tamil que vestía como una raver de resaca, con la clase de rollo que no se enseña en los cursillos de estilismo, y que había hecho hecha solita un bombazo sónico como Galang, estuvo claro que iba a ser difícil apartar los ojos de ella.

Desde ese infausto estreno, la artista ha recapacitado y sí ha participado en la promoción de la película, que se estrena este fin de semana en el festival In-Edit de Barcelona y el 16 de noviembre en cines, y que se llama como los tres nombres que ella ha tenido en tres etapas distintas de su vida: Matangi, cuando era niña en Sri Lanka, Maya, cuando emigró a Londres con su madre y su hermano, M.I.A., cuando se hizo famosa.

La película arranca con una Maya que aun no es famosa pero ya se comporta como si lo fuera. Su primera aproximación al mundo de la música llega cuando se hace amiga de Justine Frichmann, la cantante de Elastica, y se dedica a seguir a la banda britpopera con una cámara –por entonces quería ser cineasta– y a hacerles vídeos caseros con presupuestos de cien libras. Son pocas escenas pero resultan fascinantes, como una recreación de Eva al Desnudo en el Notting Hill del cambio de siglo. Frichmann, que era relativamente famosa, ni sospecha el hambre (de fama, de focos, de oportunidades) que trae la estudiante de Sri Lanka, ni quizá tampoco el alcance de su talento. No es que la líder de Elastica sea completamente miope. Hay un momento en que su amiga tiene una rabieta y amenaza con abandonar la gira que le han pedido que filme y Frichmann le dice: “Sólo estás cabreada porque no se te hace suficiente caso, quieres más atención”. Bingo, Justine.

Pronto se desprende del documental que en estas dos décadas la ambición de Maya no la ha cambiado, no ha modificado sus costumbres. Los titulares que da ahora son tan francos, directos, controvertidos y citables como los que entregaba a nadie en particular, cuando se autoentrevistaba en su casa de Londres a los 20 años. Ya entonces dice que se alegra de que su padre sea un activista guerrillero porque eso “nos ha hecho más interesantes. No me gustaría que trabajase en una gasolinera o que fuese médico”. En efecto, un padre terrorista te da mucho más relato, dónde vas a parar.

Aunque la estructura del documental es irregular y juega con saltos temporales (dando, probablemente a petición de la protagonista, mucho peso a un viaje iniciático que hizo a Sri Lanka en su etapa post-Elastica), Loveridge se las arregla para abordar cada uno de los puntos fuertes de la carrera de M.I.A. y todas las razones que la han ido llevando a los medio. Cuando se presenta con una demo bajo el brazo en la discográfica Interscope y se marca Galang con un baile sincopado ante los ejecutivos, su relación con Diplo, cuando éste era todavía un desconocido productor, y cómo ambos graban su mayor hit, Paper Planes y el lanzamiento de s primer disco, Arular, que fue considerado en Rolling Stone y muchas otras publicaciones como el mejor disco del año 2005.

M.I.A haciendo la famosa peineta de la Superbowl.
M.I.A haciendo la famosa peineta de la Superbowl.Getty

Después llega la etapa paradójica, como señala la propia protagonista. En 2008, Maya está embarazada de su pareja de entonces, Ben Brewer (hijo del CEO de Warner Music y heredero de la fortuna de la ginebra Seagram’s), promocionando Paper Planes, que se había convertido en un bombazo tras aparecer en la banda sonora de Slumdog Millionaire, y tratando de derivar la atención de los medios a la guerra civil en Sri Lanka. Fue entonces cuando actuó en los Grammy con un embarazo de nueve meses, vestida con un body de transparencias, y, según dijo después, sintiendo contracciones. El niño, Ikhyd, nació tres días después.

Gracias a la cantidad de vídeo casero, podemos asistir a la trastienda de varias polémicas. Como el lanzamiento del vídeo Born Free o la famosa entrevista de portada que le hizo la periodista Lynn Hirchsberg para el dominical del New York Times, en el que la retrataba como una narcisista algo hipócrita, pontificando sobre la minoría tamil desde su mansión de Los Ángeles. Una frase de ese artículo se convirtió en objeto de debate, cuando la periodista señala que Maya hace una de sus proclamas masticando una patata frita trufada, como símbolo de elitismo. Después, la artista denunció que fue Hirchsberg quién pidió las patatas con trufa. Puede que el artículo tuviese algo de lo que se llama character assasination, pero, como el propio documental, también era un retrato valioso y agudo de una mujer contradictoria (y listísima). También está ahí su momento Superbowl, cuando Madonna invita a M.I.A. a actuar con ella en el macroespectáculo y ella hace la peineta a la cámara. En la película se ve el subidón que le da a M.I.A. ser regañada en el backstage por miembros de la liga de fútbol americano y el ruido mediático que llega después. Ahí también hay una breve aparición de su hijo, que le dice que no la ha visto en la tele. Ese aspecto, el de la Maya madre separada, no está presente en el documental y es una lástima, porque sería interesante ver cómo se maneja en el ingrato papel de imponer normas alguien que ha construido una interesante carrera rompiéndolas. Y asegurándose de que todo el mundo veía cómo las rompía.

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