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Sado light: Cómo iniciarse en el lado menos delicado del sexo

Es el tema central del que será el taquillazo del año y del libro erótico más leído de los últimos tiempos. Algunos expertos nos aconsejan cómo añadir algún elemento ‘grey’ a nuestra sexualidad.

grey

En principio ‘sado’ y ‘light’ parecen términos contrarios, demasiado opuestos para estar juntos, pero por obra y gracia del libro erótico más leído de los últimos tiempos, 50 Sombras de Grey, hoy conviven en perfecta armonía. La prueba palpable de que todo cumple una función en el universo es el hecho de que una mala obra literaria –veremos que pasa con la película, aunque con tantos trailers creo que nos quedan pocas escenas por ver– haya conseguido quitar parte del tremendismo asociado a las conductas sadomasoquistas. La novela de E.L. James ha dado permiso y hasta animado a muchas/os a hacer alguna que otra incursión por el lado peligroso del sexo, a comprarse unas esposas o un látigo en un sex shop e, incluso, hasta a contárselo a su mejor amiga/o. Se trata de un masoquismo de andar por casa, de zapatillas, pero que puede ser el bautizo de muchos/as en el misterioso mundo del BDSM.

Los cursos de iniciación a esta disciplina se anuncian por todas partes, mientras las tiendas de juguetería erótica esperan hacer su agosto preparando líneas o packs alusivos a la película. Lovehoney, la única marca que tiene los derechos de venta de los productos oficiales de 50 Sombras de Grey, cuenta ya con todo tipo de accesorios –el vibrador Grey, corbatas de seda, esposas, velas o lubricantes– para emular las hazañas de Anastasia y Christian. La moda también ha salido al paso, gracias a la colaboración entre Marc Jacobs y Zana Bayne para diseñar una línea de accesorios sexuales –pezoneras, látigos, antifaces, arneses– para esta primavera-verano que se estrena pidiendo unos azotes.

En 2002 la película La Secretaria ya había ahondado en la dominación y sumisión, contando la historia de una chica con problemas de conducta y que se autolesiona, para la que los juegos sadomasoquistas que empieza a practicar con su nuevo jefe, constituyen la mejor terapia para poner fin a sus deseos de herirse a si misma. “¿Quién dice que el amor tiene que ser suave y delicado?” se preguntaba alguien en la cinta.

Según afirma Sylvia de Béjar en un post de su blog titulado Cuatro ideas Grey para darle un toque sado a tu vida sexual que “quienes tienen fantasías sadomasoquistas, es decir, ¡de un 30 a un 50 % de la población adulta!, no deberían padecer sentimientos de inadecuación. Gozar imaginándose siendo atada/o, humillada/o, latigando y/o similares no tiene nada de aberrante. Nuestra imaginación es libre… y por crueles o extrañas que sean nuestras fantasías, son solo eso. En cuanto a convertirlas en realidad, las cifras son más conservadoras: sólo entre el 7 y el 14% las llevan más allá de lo imaginario. Pero los porcentajes, sin duda, serían mayores si incluyeran a quienes gustan de juegos tan inocentes como vendarse los ojos, esposarse o darse unas cuantas nalgadas en casa”.

Escena de ’50 sombras de Grey’.

Elegir esta forma, más excéntrica, de sexualidad, no siempre necesita de ninguna explicación psicológica. Para Domina Zara, experta en la materia –empezó a practicarlo a los 23 años y ahora tiene 55– y conocida como la reina del sadomasoquismo en España, se trata más bien de algo derivado de nuestra naturaleza como seres pensantes . “Si tienes inteligencia, tienes imaginación y si tienes imaginación tienes fantasías”. En su escuela de BDSM, en Barcelona, asesora a quienes quieran iniciarse en esta practica. “Lo primero que hago es una entrevista para ver si la persona está realmente interesada en desarrollar este tipo de fantasías”, cuenta esta experta, “yo diría que lo primero que hay que saber es sus tendencias, lo que más le excita. Ver si lo que le gusta es ser dominante, dominado o alternar estos papeles, lo que se conoce como switch. Y esto, en el fondo, todos lo sabemos. Todos tenemos un archivo de películas, libros o imágenes que nos excitan especialmente y que tienen relación con estos roles”.

Desde fuera se tiende a pensar que el sadomasoquismo tiene un montón de reglas y directrices que hay que seguir al pie de la letra, de ahí la necesidad de que alguien que nos introduzca en este mundo y sus complicadas prácticas. Según Domina Zara, no es estrictamente necesario, pero a veces es aconsejable porque “lo más importante en este tipo de actividades es que sean sanas, seguras y consensuadas. Hay que tener muy claro el respeto hacia la otra persona y no olvidar nunca que esto es un juego. El BDSM no trata de infligir dolor a nadie sino placer, lo que ocurre es que algunas personas reconducen esa sensación de dolor y la transforman en algo placentero. Por eso hay que tener mucha sensibilidad y saber donde están los límites. El sadomasoquismo no mete la mano en la bragueta sino en el cerebro, por eso algunas personas que cultivan estas practican llegan a prescindir totalmente del sexo. Su placer está en la cabeza. Es algo mental que no tiene nada que ver con lo físico. Los mayores orgasmos los he visto yo con estas tendencias”.

Algunas personas que flirtean con esta filosofía, lo hacen para buscar, y tal vez encontrar, la excitación o el éxtasis que no consiguen en el sexo convencional. Iván, 34 años, es gigoló y trabaja exclusivamente con mujeres. Él reconoce que, de un tiempo a esta parte, las clientas que demandan “algo de acción”, en sus servicios ha ido en aumento. “No sabría decirte si es consecuencia del famoso libro”, cuenta Iván, “pero algunas empiezan a atreverse a pedir azotes, que las aten a la cama o cosas más específicas que han visto en alguna película. Ahora la tendencia es a pedir cosas más concretas y no simplemente dejar que la cosa surja. Muchas vienen con un guión ya pensado. Es un poco la idea de que si yo pago, yo decido lo que hay que hacer. Con esto de la sumisión y dominación, lo que ocurre es que muchas personas no se atreven a pedirlo a sus parejas, o estas no están dispuestas a hacérselo porque lo ven aún como algo malo, a veces próximo al maltrato. Es entonces cuando nos llaman a nosotros. Están también las mujeres que no se lo han pasado bien con el sexo o no han tenido ningún orgasmo y prueban con el sado. A veces, algunas personas tienen que añadir otros ingredientes para obtener el mismo resultado. Llamar a un profesional del sexo, es para muchas algo novedoso, si a esto le sumamos la sensación de sentirse la que domina o estar a merced de los deseos de alguien y hacer lo que te pida, puede que eso nos acerque a una mayor excitación”.
 

Una escena de ‘Terciopelo Azul’.

Everett Collection

Otro de los placeres del sado en que coinciden los expertos es que no solo se limita al momento de la practica, sino que existe un antes y un después. Iván cuenta algunos preparativos que utiliza con algunas de sus clientas: “A las que les gusta ejercer de sumisas les pongo tareas para el día a día, que pueden ser desde cómo deben ir vestidas un día determinado, qué prendas deben de olvidarse o dejarse en casa o lo qué tienen que comer. Esto forma parte del juego y es una especie de precalentamiento para el día en que tengamos la cita”.

Los que no quieran profundizar en esta filosofía, sino más bien aderezar su vida erótica o jugar, de vez en cuando, a ser la mala/o, deberían tener en cuenta algunos aspectos. Para empezar, y como cuenta Domina Zara, no es necesario hipotecarse para adquirir un equipo básico. Todo el mundo cuenta con un pañuelo para vendarse los ojos –privarse del sentido de la vista hace que la sensibilidad aumente–. “Incluso el látigo”, como sugiere esta veterana, “puede ser sustituido por cuerdas, maderitas o varillas de incienso. No todos necesitan de una parafernalia. Sin embargo, para la mayoría, la ropa condiciona mucho, por ejemplo, unas botas altas. Hay mucha gente a la que le gusta el olor o el tacto de determinados materiales como el cuero, tocar unas medias de seda o de lycra o el látex, aunque es muy caro y no está al alcance de todos. Los disfraces, vestirse de colegiala, de policía…”. Los que lo tendrán más difícil para hacerse con un set low cost son los pony boys y pony girls, ambos practican un tipo de experiencia BDSM en la que cumplen un rol, de sumisión o esclavitud, vestidos, literalmente, de caballos. Bridas, sillas de montar, penachos que imitan la cabellera equina, corsés, arneses o zapatos que parecen pezuñas, son algunas de las prendas y accesorios que utilizan en sus juegos.

Sentirse inmovilizado, a merced de los caprichos y deseos del otro, puede ser altamente excitante y es otra de las experiencia a probar dentro del sado light. El Shibari, o arte japonés del bondage erótico es la máxima expresión artística de esta practica, en las que las ataduras son verdaderas obras de arte. Los cursos de Shibari empieza a ser populares en España y yo estoy pensando seriamente en hacer uno para ampliar mi curriculum, mis horizontes profesionales y porque, como se están poniendo las cosas, tener la habilidad de poder inmovilizar a alguien parece ya indispensable en el ámbito laboral. Mientras no se cuenten con estos conocimientos, unas simples medias o unas esposas pueden ser suficientes para empezar, pero si se elige esta última opción hay que tener presente no llevarlas en el equipaje de mano si se va a tomar un avión. Yo incurrí en ese pequeño error en el aeropuerto de Heathrow, algunos meses después del atentado a las Torres Gemelas, lo que me acarreó un pequeño interrogatorio por parte de las autoridades competentes.

En el apartado del lenguaje hay también dos aspectos a considerar. Es imprescindible acordar con el/los integrantes del juego una palabra de seguridad que equivalga a stop y que exprese el deseo de parar, de que la persona está incómoda o de que se está yendo demasiado lejos. Palabra sagrada que no admite concesiones. Los insultos, por otra parte, pueden ser también muy útiles siempre y cuando no se tomen de forma personal ni tengan otras intenciones que representar un papel por un corto espacio de tiempo.

Recopilando material para este artículo he empezado a sospechar de mis tendencias masoquistas. No me refiero a la anécdota de las esposas ni al hecho de que entre mis películas favoritas se encuentren Terciopelo Azul (1986) o El beso de la mujer pantera (1982), en la que un John Heard se ve obligado a atar a su novia a la cama, Nastassja Kinski, para hacerle el amor porque ella tiene la fea costumbre de convertirse en pantera cada vez que practica el sexo. Hablo de algo peor: vivo en España, soy periodista y autónoma. Y lo peor es que, en el fondo, me gusta.

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