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‘Rebel Hearts’, las monjas hippies que plantaron cara a la Iglesia para unirse a los movimientos sociales

El documental Rebel Hearts, estrenado en el Festival de Sundance, cuenta la historia de una congregación religiosa de Los Ángeles que marchó junto a Luther King y aún lo hace junto al Black Lives Matter.

Uno de los fotogramas de 'Rebel Hearts'.
Uno de los fotogramas de 'Rebel Hearts'.

“Un movimiento es un movimiento y por definición se sigue moviendo”, dice la hermana Lenore Dowling en el documental Rebel Hearts, estrenado en el Festival de Sundance hace unos días. Las religiosas de la Congregación de las Misioneras del Inmaculado Corazón de María (Sisters of the Immaculate Heart of Mary o IHM en sus siglas en inglés) de Los Ángeles, en California, anduvieron junto a Martin Luther King en Selma en 1965 y caminaron junto a las miles de mujeres que se movilizaron en la marcha después del nombramiento de Trump en 2017. Hoy se cumplen 50 años de lo que llaman su “fe en acción”.

En 1970 estas monjas colgaron los hábitos literal, figuradamente y de manera forzada, obligadas por una Iglesia intransigente, anticuada y machista que no quería a sus devotas religiosas más que para honrar sus tres votos, obediencia, pobreza y castidad, y, sobre todo, quería que lo hicieran en silencio.Lideradas por Sister Anita (o Sister Humiliata), Sister Helen Kelley, Sister Pat Reif y Sister Corita, la más famosa de todas porque acabó siendo una pionera del pop art, hoy reivindicada, las monjas del IHM lucharon por la justicia social, la igualdad y por abandonar unas costumbres y ritos medievales que no eran más que un impedimento entre la auténtica vocación, su labor con la comunidad y su fe.

“Ser monja era una salida a no ser una esposa o una ama de casa”, dice Sister Anita al principio de Rebel Hearts. En el boom de la clase media en EE UU, tras la II Guerra Mundial, cuando el sueño americano se reducía a marido, hijos y casa con electrodomésticos, muchas mujeres no encajaban en esos estándares y tampoco podían simplemente ser mujeres solteras e independientes, su salida era el convento, ordenarse monjas y así poder seguir estudiando y dedicarse a enseñar, por ejemplo. Así se explica la cantidad de novicias en aquellas décadas. Llegaban animadas, esperando una vida más libre y se encontraban en los conventos de entonces con las mismas reglas que regían en las instituciones psiquiátricas.

A todo eso, en Los Ángeles se añadía el autoritario Cardenal McIntyre, un antiguo hombre de Wall Street que veía su comunidad con un negocio y empezó a construir colegios sin parar a los que mandaba a monjas recién ordenadas, que acababan de salir del instituto, a enseñar a chavales casi de su edad hacinados en clases de 70 u 80 alumnos. Y estábamos en los años 60. Muy aisladas de la vida, de clausura tenían que ser las monjas, para no respirar los aires de libertad que invadían EE UU, las marchas contra Vietnam, la comunidad hippie… Las monjas del IHM, las únicas que tenían en propiedad su universidad e instituto enseguida se unieron a todos esos movimientos y convirtieron su mayor festividad, el Mary’s Day, el día de la Virgen, en una fiesta de coronas de flores, arte y música folk. “Los estudiantes: ‘Las monjas organizan una fiesta… y es salvaje’” decían los titulares de la época.

McIntyre no tardó en llamarlas al orden y con amenaza directa: “Sufriréis”, les dijo. Pero estas hermanas, convencidas de sus principios, animadas por su comunidad, continuaron yendo a manifestaciones donde muchas veces acababan arrestadas. Corita sacaba desde su departamento de arte, de sus planchas, serigrafías que rezaban frases como “Mary Mother is the juiciest tomato of them all” (La Virgen María es el tomato más jugoso de todos”. Empezaron a quejarse de la explotación laboral a la que eran sometidas. Muchas eran ya mujeres con alta formación que rozaban la absoluta libertad con los dedos y eran ninguneadas. Corita y su arte pop en apariencia pero político de corazón nació en ese caldo de cultivo.

Tras el Concilio Vaticano II, Sister Anita y compañía se sintieron reforzadas para impulsar el cambio o abandono de muchos ritos que ya no tenían sentido en el siglo XX, empezando por el más visual de todos: el hábito. Las monjas del IHM votaron para que aquella que lo deseara lo colgara para siempre, sin dejar de ser monja, y rompiera esa barrera con el mundo que las distanciaba de la vida real. El Cardenal y el propio Vaticano les amenazaron con expulsarlas de la Iglesia. Ellas se adelantaron y se marcharon y en 1970 se transformaron en un grupo secular que, de pronto, tenía que aprender a vivir. Se quedaron en la calle, sin nada, ni casa, ni trabajo, ni dinero. “Como divorciadas”, dicen. Pero mantuvieron su comunidad, la universidad durante los primeros años y el instituto hasta hoy.

No han salido de la Iglesia, siguen siendo mujeres de fe, algunas de ellas celebran misa en contra de lo que manda el Vaticano y defienden un movimiento igualitario, marchando en las manifestaciones del Black Lives Matters o las marchas feministas. “La historia de estas mujeres es la historias de quiénes somos ahora y cómo somos ahora”, dice Pedro Kos, el director del documental que ha dado forma, a partir de mucha imagen de archivo y unas animaciones inspiradas en el arte de Corita, a las entrevistas que durante 20 años recolectó la productora Shawnee Isaac-Smith con todas las religiosas, “heroínas”, dicen, que luchaban en los años 60 por lo mismo que hoy siguen saliendo a la calle. Solo que ya sin hábito.

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