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#QuiénTemeAHillaryClinton?, por Núria Ribó

Esta vez se centra en asuntos domésticos y aparca los temas sesudos.

ribo
Cordon Press

Son muchos los que piensan que Hillary Rodham Clinton lo que quiere es poder y más poder. De eso se la acusa desde que apareció en la primera campaña electoral de su marido Bill Clinton en 1991. Fue como una explosión en un ambiente donde sólo los candidatos presidenciales tienen protagonismo y sus esposas se limitan a estar a su lado, o detrás, decorando los escenarios políticos.

Su protagonismo y desparpajo descolocó al personal. Se veía venir que esa mujer que desde entonces es calificada de ambiciosa, altiva y malcarada tendría un gran peso político. Primero, junto a su marido cuando era gobernador de Arkansas, y luego, como Primera Dama que osó romper la tradición instalando su despacho en el ala oeste de la Casa Blanca y realizando una reforma sanitaria que fracasó, poniéndola a ella y a los demócratas en la picota. Tras esa etapa, Hillary empezó su propia carrera política, como senadora por Nueva York y como secretaria de Estado de Obama, frente al que perdió las primarias hace siete años.

Hoy, Hillary, a los 67 años, es la política más conocida del mundo y la mejor preparada para acceder a la Casa Blanca, como reconocen muchos analistas, incluso los críticos. Una superviviente dispuesta a volver a atravesar un camino sembrado de minas donde volverá a escuchar por enésima vez los mismos escándalos que plagaron las anteriores campañas de su marido.

Hillary, de profundas convicciones religiosas, lleva más de 30 años en una cruzada política que esta vez tiene muchos puntos para llevarla a la presidencia. «Aunque la mayoría de los norteamericanos tiene una noción de la religión muy superficial, está profundamente arraigada en nuestra cultura política y sería muy difícil que un ateo fuera elegido presidente de EE UU», según me confesó el profesor Joseph P. Viteritti, experto en religión del Hunter College de Nueva York.

A pesar de sus raíces conservadoras, a Hillary siempre la han caricaturizado de feminista radical de los sesenta. Esta metodista del Medio Oeste, en su vídeo de presentación se ha desprendido de una parte de ese conservadurismo cultural para hacer un guiño a gays, lesbianas o hispanos. En definitiva, a las clases medias en las que va a centrar su campaña. «Destaca la ausencia de imaginería conservadora: sin sacerdotes y sin policía», escribe Peter Beinart en The Atlantic. Hillary ha dado un cauto paso hacia una izquierda progresista, centrándose esta vez en los asuntos domésticos, aparcando de momento los temas sesudos de política internacional. Toques que la hacen más cercana y la alejan de la imagen prepotente y ambiciosa que desde siempre la describen los medios. Esa imagen que nunca está mal vista en un hombre político.

Hillary sabe que uno de los retos para sumar votos es caminar en esa fina línea que divide derechas e izquierdas. De ahí que cuente con un amplio equipo de asesores, muchos de ellos provenientes del entorno de Obama, con el que deberá contar para llegar a los sectores jóvenes y afroamericanos. Pero el gran reto será ver cómo Hillary representa el cambio que exigen los americanos cuando ha formado parte del Gobierno del que deberá distanciarse.

Serán 18 meses de intensa campaña, de teatro político, en el que parece difícil la presentación de otro candidato demócrata. Los republicanos desempolvarán archivos y atacarán. Su edad, su carácter, su pasado, volverán a ser temas recurrentes. Hillary volverá a demostrar que es una política brillante con dosis suficientes de empatía para llegar en la distancia corta. Prepárense a verla por los coffee shops repartiendo grandes carcajadas. Junto con Bill, en deuda con ella, y Chelsea, van a formar un gran equipo con una extraordinaria agenda de contactos y patrocinios económicos. Todo apunta a una gran campaña Made in USA.

*Núria Ribó. Periodista. Ha publicado ‘La biografía de Hillary Rodham Clinton (Ediciones B, 1993) y ‘Hillary Clinton, retorno a la Casa Blanca’ (Belacquua, 2008).

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