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Quejarse constantemente y otros errores de comunicación que cometemos en pareja

El exceso de sinceridad y el transmitir negatividad son dos de los errores que, según los expertos, cometemos cuando hablamos con nuestra pareja.

Ana de Armas y Edgar Ramirez en 'Hands of Stone'.
Ana de Armas y Edgar Ramirez en 'Hands of Stone'.Cordon Press (©Weinstein Company/Courtesy Everett Collection / Cordon Press)

Decir siempre la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad es lo que muchos psicólogos llaman el ‘sincericidio’. Existe información que hay que compartir y otra que es mejor mantenerla en privado en aras de la paz y la prevención de problemas. Este es solo uno de los errores que, según los expertos, comentemos a la hora de comunicarnos con nuestras parejas. No parar de quejarnos es otro de ellos. Aquí van cuatro cosas que debemos evitar si queremos evitar conflictos en nuestras relaciones sentimentales.

1. Basura mental que se almacena en nuestras cabezas

Para algunos compartirlo todo con la pareja equivale también a compartir los pensamientos, anhelos, temores, suposiciones, previsiones de futuro o intuiciones. Es decir, toda esa maraña de cosas que circula por nuestras cabezas y que, la mayor parte de las veces, es improductiva y contribuye a preocuparnos, privarnos de horas de sueño y estropear los momentos de felicidad.

La psicóloga Marisol Delgado, especialista en psicoterapia por la European Federation of Psychologists Associations (EFPA) y con consulta en Avilés, opina que “comerse demasiado la cabeza, lo que llamamos rumiar o pensamiento circular, que no llega nunca a ninguna conclusión, es una tarea bastante inútil. Pero lo que es todavía peor es compartir eso con los demás, ya sean los amigos cercanos o la pareja, porque nos resta credibilidad, nos aísla –a nadie le gusta estar al lado de una persona así– y nos hace poco apetecibles socialmente. Está bien compartir lo que sentimos y pensamos con otros, pero cuando esto se hace de manera ininterrumpida se convierte en una tortura. La modalidad más tóxica, la queja, es aún peor y los primeros perjudicados somos nosotros mismos, empeñados en agrandar y hacerle un altar a lo negativo de la vida”.

“La queja constante es uno de los mayores inhibidores del deseo y del amor”, apunta Iván Rotella. “Hay gente que comparte todas sus tensiones con su pareja y, como resultado de esto, tenemos entonces a dos personas tensas. Cuando la pareja es heterosexual, a los hombres les cuesta verbalizar sus sentimientos, mientras que a las mujeres les ocurre lo contrario y, a veces, se exceden en poner en palabras todo lo que pasa por sus cabezas. Hay que encontrar el equilibrio entre los dos y contarse las cosas importantes, pero hay que tamizar la información y desechar la inútil y estresante”.

Adelantar acontecimientos o desastres es otro deporte altamente practicado en muchas parejas. Aquí la estrella es la amenaza en forma de ruptura, que planea siempre sobre muchas cabezas. “Amenazar constantemente no tiene ninguna utilidad, porque a la tercera o cuarta vez se convierte ya en una letanía sin sentido”, afirma Rotella. “Si lo que se pretende es hacer reaccionar a una persona, lo mejor es hacerle una advertencia de forma puntual y en un momento crítico, eso es mucho más efectivo”.

2. Luces y sombras del pasado sexual

“Tiene derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga podrá ser usada en su contra ante un tribunal”. La famosa frase que las fuerzas del orden pronuncian en el momento de una detención bien podría servir de aviso a más de uno a la hora de hablar de su pasado sexual, especialmente con la pareja. Claro que cuando conocemos a alguien, la tentación de dibujarnos como personas sin complejos, experimentadas en el mundo del sexo, aventureras o gourmets que gustan de probarlo todo es muy grande. Contamos nuestras aventuras con grandes dosis de literatura, las maquillamos o mejoramos un poco para resultar más atractivas a las diferentes audiencias. Sin embargo, desconocemos u olvidamos algunos conceptos entorno a la interpretación de los mensajes que convendría recordar.

“Por un perro que maté mataperros me llamaron”, dice el dicho popular aplicable, más que nunca, a la reputación sexual. Cabe la posibilidad de que alguien haya tenido una flaca historia erótica, casi imperceptible y que un día, por cualquier razón desconocida, haya hecho un trío. Si lo cuenta, automáticamente será recordado por sus oyentes como ‘amante de los tríos’, aunque fuera un hecho insólito en su historial y no hubiera disfrutado mucho con la experiencia. Conviene entonces pensárselo dos veces antes de contar qué cosas, si no queremos que nos clasifiquen y etiqueten con ellas de por vida. Una de las razones por las que yo me contengo bastante es que el mundo aún no está preparado para oír ciertas cosas, que dejo para mis memorias.

La tolerancia es inversamente proporcional al grado de cercanía que tengamos con la otra persona. O dicho de otro modo, pueden parecernos muy entendibles y hasta divertidas, las parejas abiertas, el sexo ocasional, las orgías o los folliamigos; pero la mayoría de la gente lo ve desde otra perspectiva si lo ha hecho su pareja. ¡Mmmmm!, pensamos, y la semilla de la duda, el miedo o los celos ya está plantada y abonada. Solo hace falta un poco de convivencia y discusiones para que crezca.

Según Iván Rotella, sexólogo, director de Astursex, centro de atención sexológica en Avilés y miembro de La Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS), “nuestro manejo del pasado suele ser bastante desastroso, porque lo utilizamos como arma arrojadiza y no somos capaces de ver una relación en sí misma. Cuántas veces hacemos que alguien pague los platos rotos de una tormentosa relación con un ex, mientas otros archivan las confidencias que le han hecho sus parejas para, más adelante, soltarlas en el peor momento. Es normal hablar del pasado y todos necesitamos saber de donde viene esa nueva persona que estamos conociendo, pero no hay que contarlo todo. Podemos y debemos mantener cosas en la esfera de lo privado, siempre y cuando no afecten al otro. La sinceridad tiene que tener una utilidad y no ser una imposición que no sirve para nada. Hay que contar aquellos episodios que tienen una repercusión en el presente y en nuestra conducta sexual -por ejemplo, si se han sufrido abusos, si se padece una determinada enfermedad-, pero no hay que compartir esos otros que ya están enterrados y no afectan a terceros”.

Las comparaciones son odiosas y antes de pronunciar frases como “mi ex la tenía más grande”, “jamás había tenido problemas para llegar al orgasmo” o “yo antes no pasaba más de cuatro días sin mojar”, no estaría de más recordar la parrafada policial del principio.

3. Affaires o canas al aire sin más trascendencia

“Un flirteo o una aventura no hay que contarla si no supone nada ni tiene ninguna consecuencia. La necesidad de trasmitirla a la pareja solo sirve para descargar la conciencia. Es una actitud egoísta y muy poco útil”, afirma Rotella, “un claro ejemplo de sincericidio sin consecuencias positivas”.

Delgado cree que “esta actitud proviene de nuestro pasado judeocristiano. Lo contamos porque así creemos que seremos redimidos, perdonados al confesar nuestro pecado, pero generalmente no ocurre eso sino todo lo contrario. Además, cuando son aventuras puntuales la pregunta que hay que hacerse antes de contarlas es ¿para qué? Cambiar los por qués por los para qués. ¿Va a ser útil a alguien, hará que nos sintamos mejor, fortalecerá la relación? Y si no le encontramos utilidad, lo mejor es guardarlo en nuestro archivo personal”.

Los humanos somos bastante malos en eso de ponerse en la piel del otro, y la empatía no es nuestra mayor virtud. A veces, es difícil encontrar respuesta a los comportamientos inusuales propios, ¡cuánto menos los de los demás! Un affaire sin mayor trascendencia puede responder a un sentimiento de soledad, un repentino afán por sentirse vivo, un pico de deseo, una atención excesiva hacia alguien que requería algo de afecto o mil y una razones. Pero el otro/a solo verá que ya no le desean y le engañan –y el que engaña una vez puede hacerlo una segunda y una tercera–. Antes de romper el frágil cristal de la confianza y la armonía en pareja, hay que pensar primero si hay motivo suficiente para hacerlo. Si la cosa va en serio, entonces sí es momento de ser sincero y enfrentarse a la situación.

4. Mentiras piadosas que cronifican problemas

Los expertos reconocen que seguimos fingiendo mucho en la cama. Hombres y mujeres sacan su vena interpretativa entre las sábanas, que algunos despliegan con total maestría. Para muchos, el dormitorio es una prolongación de Facebook, donde la opción ‘ no me gusta’ todavía no existe. Queremos ser atentos y delicados y, a veces, contestamos a ese cuestionario que muchos despliegan tras una relación sexual -¿te ha gustado?, ¿te has corrido?, ¿ha sido mejor o peor que la última vez?- con una excesiva benevolencia para no herir los sentimientos. Ningún problema si es algo puntual, pero puede traer consecuencias si se convierte en costumbre.

“Hablar de sexo no es hablar de fluidos u orificios, sino hablar de nosotros mismos, de deseos, de sentimientos”, señala Rotella. “Las relaciones no se evalúan, porque entonces entramos en un deporte olímpico en el que los hombres están pendientes de los tamaños, rendimientos, tiempos y las mujeres se centran en lo que se supone que deben sentir, lo que se traduce en que hay ya dos personas ansiosas en la cama. El extremo opuesto es no hacer caso o pretender que no nos preocupa. Con los gatillazos, por ejemplo, hay que quitarle importancia pero no excesivamente, porque si no parece que nos da igual que a esa persona se le levante o no. Si se empiezan a repetir, tal vez haya que acudir a un especialista. Lo mismo ocurre con fingir orgasmos. Es muy poco útil, se engaña a sí misma la persona que lo hace, engaña al otro y la pareja no avanza. Hay que comunicar lo que sentimos y queremos, pero estas conversaciones sobre la vida erótica deben hacerse siempre fuera del dormitorio, en terreno neutral, y de forma positiva. Hay que proponer no imponer”.

“Las mentiras tienen las patas muy cortas y una de las premisas básicas de la sexualidad es que tiene que haber buena comunicación, no en cantidad sino en calidad”, sostiene Marisol Delgado, que añade que “hay que ser muy cuidadoso en los primeros encuentros, porque son los que sientan las bases de la imagen que van a tener de ti”.

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