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Qué ponerse (y sobre todo qué no ponerse) para una noche de sexo

La ropa interior puede arruinarnos o salvar un encuentro. Hay que elegir muy bien lo que uno se pone, se quita o se deja encima para no “enfriar” al otro.

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Everett Collection

Si la ropa es importante en la vida diaria hasta el punto de que nunca saldríamos con alguien que llevase un chándal brillante, sandalias con calcetines o un pantalón que marcara paquete, imagínense la influencia que las prendas íntimas pueden ejercer en nuestra sexualidad. Inconmensurable. Algunas actúan como interruptores bajo los letreros turn on o turn off y tienen el poder de arruinar una prometedora noche de lujuria o de retocar, como el photoshop, y transformar al más gañán en un modelo de Armani. De nada vale que hagamos cada día nuestros ejercicios de Kegel para tener unos músculos vaginales como el granito, ni que seamos unas expertas en seducción. Si nuestro fondo de armario erótico falla, todo está perdido. La visión de unas bragas altas en color nude –muy de moda pero el enemigo número uno de la erección para la mayoría de los caballeros– puede tener un efecto irreversible.

A no ser que uno viva en una comunidad nudista, hay que desterrar el argumento de “total para lo que me va a durar puesta” y empezar a invertir más en lencería. Yo misma, que no peco precisamente de obsesionada por las tendencias y que mi estilo fue bautizado por un novio como “caerse a un pozo y que diferentes personas, con diversas tallas, te presten ropa seca”, gasto dinerales en ropa interior y gano mucho en las distancias cortas.

La practica de quedarse como uno ha venido al mundo para entrar en acción, está, afortunadamente, en desuso. Es mucho más divertido y acorde con la dinámica de la situación, ir despojándose de las prendas poco a poco. Algunas incluso, sobre todo en el caso de las mujeres, pueden permanecer todo el rato como adorno o complemento. La canción que más se utiliza como banda sonora para un striptease, Leave your hat on, –recomiendo la versión de Etta James– nos recuerda que nos dejemos puesto algo encima, aunque sea el sombrero.

La fórmula de la seducción es una ecuación en la que hay que ir jugando con lo que se enseña, lo que se esconde y lo que se adivina, sin olvidar que la imaginación y la fantasía son las armas más poderosas de todas. Llevar la contraria a la lógica resulta siempre más creativo y excitante. Quedar en un sitio público, no llevar ropa interior y hacérselo saber a nuestro partenaire; o permanecer con ciertas prendas en la intimidad, son estrategias interesantes a tener en cuenta.

Desgraciadamente, las razones de dejarse algo encima no siempre tienen una intención perversa y excitante, también pueden obedecer a una ideología 'monjil' o a la falta de autoestima. Un estudio del 2010 de The Telegraph revelaba que un 48% de las mujeres prefieren permanecer con alguna prenda durante la relación sexual y, dentro de este grupo, el 54% lo hacía porque eso les generaba más confianza. El 61% de las entrevistadas seguía prefiriendo hacer el amor con las luces apagadas y lo que la mayoría se negaba a quitarse era el sujetador. Si hay algún campo en el que las mujeres no deberíamos seguir siendo nosotras mismas es en el del sexo. Seamos otras y avanzaremos años luz. Existen también variados argumentos de doble filo que muchas esgrimen a la hora de negarse a probar estilismos más excitantes para irse a la cama acompañada. “Es que no me siento cómoda”, “no soy yo”. De eso se trata, precisamente. La seducción siempre entraña algo de interpretación, además ¿no estamos también actuando cuando asentimos a nuestro jefe y lo que queremos, en el fondo, es mandarle a freír espárragos? Finalmente, esto es como el karaoke, al principio puede dar un poco de vergüenza, pero una vez que tenemos el micrófono en la mano, ya no hay quien nos lo quite.

Las prenda estrella de la exitación es el liguero. Existen variedad de estilos en lencería y generalmente ellos y ellas tienen sus favoritos –el marido de una amiga se decantaba por lo que él llamaba “Molly, la hija del granjero”, que no es otra cosa que la corriente erótico-rústica–, pero no conozco un hombre al que no le gusten los ligeros. La prenda, aunque clásica, puede crear looks más casual, si se acompaña de unas bragas estampadas, de lunares, en colores, o con medias negras tupidas o de lana fina, que dan un aire menos “high class”. Existe la versión braga-liguero, más cómoda pero totalmente descartable si lo que queremos es mantener puesto este artilugio en todo momento. Es importante que todo lo que se quiera llevar hasta el final no tape zonas erógenas o determinantes. Liguero, medias y zapatos es siempre una buena opción. Existen también las bragas sin fondo –en las que falta la parte sobre la que se pondría una compresa– y que vistas de frente y por detrás parecen normales, gracias a sus encajes.

Los zapatos merecerían un capítulo aparte porque existe todo un mundo de fetichismo entorno a los tacones de aguja. Aunque, como a Sarah Jessica Parker, los stiletto hayan destrozado nuestros metatarsos, no debemos desterrarlos para los momentos íntimos, como tampoco las botas altas de cuero negro. La escritora francesa Catherine Millet, explica en su libro La vida sexual de Catherine M. (Anagrama), como en una de las orgías, a la que habitualmente asistía, le pareció muy excitante la visión de una chica que, completamente desnuda, conservaba sus botas, lo que le hizo adaptar ese look.

Los hombres lo tienen más crudo a la hora de llevar ciertos complementos sin correr el riesgo de ser tachados de metrosexuales para arriba, aunque los gays tienen todo un mundo de posibilidades. Durante años, lo único que muchos mantenían puestos eran los antiestéticos calcetines pero, curiosamente, un estudio les ha dado la razón. El experimento sobre sexualidad efectuado en la Universidad de Groningen, Holanda, por Gert Holstege, escaneó la emisión de positrones de los cerebros de 13 mujeres y 11 hombres, para saber como actúan durante el orgasmo. Uno de sus hallazgos fue comprobar que, tanto a ellos como a ellas les era más fácil llegar al clímax cuando llevaban los calcetines puestos. Claro que la explicación era muy obvia y no entrañaba ningún descubrimiento sorprendente, como el propio Holstege comentaba a El País, "En realidad, nada, excepto que, después de dos horas bajo el escáner, casi todos los voluntarios se habían descalzado, por lo que, transcurrido un cierto tiempo, se les enfriaban los pies", aclaraba el científico. "Decidimos aprovisionarnos de calcetines, ya que tener los pies helados en cualquier situación no es algo agradable. No hay relación entre los calcetines y el sexo, que yo sepa, aparte del hecho de que todo el mundo quiere practicarlo en las circunstancias agradables, y eso incluye no tener los pies helados" sentenciaba Gert. Así que ya saben, el secreto está en encender la calefacción.

Los accesorios son otro tema que merece un extenso reportaje, pero sin meterme en el terreno de los juguetes eróticos hay algunos imprescindibles que complementan la vestimenta: vendas, esposas o pezoneras, que gracias a la fiebre vintage y al burlesque parecen venderse como churros –el otro día recorrí varias tiendas en las que estaban agotadas-. Con las esposas hay que tener cuidado si se viaja con ellas. A mi me las incautaron en Heathrow, tras un breve interrogatorio, coincidiendo con el pánico post 11-S en los aeropuertos, ya que las había dejado en el equipaje de mano.

A evitar para ellas

Panties. El antídoto de la lujuria para los hombres, especialmente los de color carne con la costura torcida y subidos por encima del ombligo. Sustituirlos siempre por medias con liga de silicona, que se sujeta sola.

Pendas interiores comestibles
. Como broma está muy bien, pero los diseños son horrendos y saben fatal.

Ropa interior color carne. El nude no acaba de convencer a los hombres, a menos que una sea negra. Pero tampoco es bueno insistir con el negro y hay que animarse a probar nuevos colores.
 

A evitar para ellos

Muy flojos o muy apretados.
Así como las mujeres parecen saber que talla usan en ropa interior, los hombres no lo tienen muy claro. Unos pecan de llevar boxers que parecen faldas de vuelo y otros ridículos calzoncillos por los que se les escapa alguna que otra cosa. ¿Es tan difícil encontrar la talla adecuada?

Calzoncillos “cachondos”.
Me refiero a los que tienen una trompita de elefante o una naricita de Pinocho y llevan consignas, supuestamente, graciosas como: “¿Quieres que empiece a decir mentiras?”, o “¡Déjame entrar!"

Tanga. Sobre si el tanga está de moda o no en las chicas hay una fuerte polémica, pero todos coinciden en que en el hombre no debería haberlo estado nunca.

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