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Plan de pensiones sexual

Aunque hablar de sexo y tercera edad sigue siendo un tabú, las estadísticas demuestran que después de los 60 se puede seguir teniendo una vida sexual de lo más activa.

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Cordon Press

En cierta forma, la sexualidad en la tercera edad es todavía un tabú. Existe, pero es de mal gusto que los mayores nos hablen de ella, y, generalmente, los hijos no preguntan o incluso ven con malos ojos a los padres que pasados los 60 establecen relaciones eróticas con una nueva pareja. Los espían, los observan, les dan consejos y presumen las malas intenciones de sus partenaires –desplumarlos o hacerse con su herencia–, dando por sentado que si se han sentido atraídos hacia ellos/as no es precisamente por su sex appeal.

Sin embargo las estadísticas demuestran que hay vida sexual después de los 60. En España, el 62,3% de los hombres y el 37,4% de las mujeres mayores de 65 años se declaran sexualmente activos, según un estudio del 2013 de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG). Recientemente, en EEUU, se ha creado una alarma porque los ancianos están contribuyendo a la trasmisión de enfermedades venéreas, como cualquier otro grupo social. El pasado enero el New York Times publicaba un artículo titulado Sex and the single senior, en el que se revelaba que, según el Department of Health and Human Services, entre el 2007 y el 2011 los casos de clamidia aumentaron un 31% y los de sífilis un 52% entre mayores de 65. Cifras similares a las que se dan entre la franja de población de entre 20 a 24 años.

Otra estadística que ofrece el reportaje es que, de acuerdo con el National Survey of Sexual Health and Behavior, el uso de condones disminuye alarmantemente en la tercera edad. Solo en un 6% de los encuentros sexuales entre mayores de 61 se usa el preservativo, en comparación al 40% de coitos con protección entre los estudiantes norteamericanos. No hay temor de dejar embarazada a ninguna mujer de más de 60 años o, tal vez, los ancianitos piensen que si la muerte les está próxima es mejor quemar todos los cartuchos y disfrutar de cada segundo. Carpe Diem.

El New York Times explicaba esta conducta tan desinhibida con factores como la mejor calidad de vida de los ancianos, fármacos como la Viagra, o el hecho de que muchos vivan en residencias, donde la posibilidad de conocer a futuras parejas se multiplica. Uno se cree que la vida en estos centros para retirados es un oasis de paz, de menús sin sal, de sudokus para mantener a raya al alzheimer y de compresas para la incontinencia; pero también hay noches de desenfreno, intercambios de camas y visitas a escondidas, en mitad de la noche, a la viuda de la 110. Una amiga mía, que trabajó como animadora en una residencia para la tercera edad, me contaba anécdotas de dos rombos.

Francisca Molero, ginecóloga, sexóloga y directora del Institut Clinic de Sexología, de Barcelona, sostiene que la actividad sexual debería acompañarnos a lo largo de toda nuestra vida, adaptándola, por supuesto, a cada etapa. “No nos movemos, trabajamos, caminamos o cómenos lo mismo a los 20 que a los 60. Con el sexo pasa igual, pero eso no significa que deba desaparecer”, dice Molero.

Según esta sexóloga, que ha coordinado una guía titulada Sexo y Vida más allá de los 50, destinada a profesionales y que ha editado la Asociación Española de Estudios para la Menopausia (puede descargarse en aeem.es), los principales impedimentos para seguir con la actividad sexual en la tercera edad son: “No tener pareja, las enfermedades crónicas, ciertos fármacos y sobre todo la actitud. Mucha gente todavía tiene asumida la idea de que con la vejez el sexo se acaba. Los hombres, si empiezan a tener gatillazos más a menudo, suelen coger miedo y muchas veces evitan las relaciones sexuales por temor a no estar a la altura, lo que les produce una gran ansiedad. Pero hay soluciones y la medicina ha avanzado mucho en este campo”.

Hasta hace poco existía la teoría de que la disminución en la producción de hormonas, propia de la madurez –testosterona en el hombre y estrógenos y progesterona en la mujer– significaba una disminución del deseo sexual. Muchos profesionales empiezan a cuestionarse esta creencia y a relacionar más las ganas con factores psicológicos. Según Francisca Molero, "no se tiene muy claro el papel de las hormonas en el deseo, pero si en el estado de los genitales. La falta de estrógenos en la mujer puede provocar sequedad vaginal, pero ésta se soluciona con estrógenos locales, en forma de óvulos que se ponen dos veces por semana”.

Los deberes que cualquier mujer debería empezar a hacer alrededor de los 40, para su plan sexual de pensiones pasan por seguir manteniendo una actividad sexual, sola o acompañada. “La función hace al órgano”, dice Molero. Y siguen con un buen cuidado de los genitales “así como mimamos nuestra piel, la vagina y la vulva necesitan también atención. Es importante tenerlas bien hidratadas y ahora existen los hidratantes vaginales o vulvares para cumplir está función, que no deben confundirse con los lubricantes que se usan para las relaciones sexuales”. Los ejercicios de Kegel y algún tipo de gimnasia que preste atención al periné, como por ejemplo la hipopresiva, serían suficientes para aumentar las posibilidades de tener una vejez sexualmente activa. Sin olvidar, por supuesto, el ABC de la vida saludable: ejercicio físico, comida sana, evitar a toda costa el aburrimiento y no fumar, ya que según esta sexóloga, “el tabaco es el enemigo número uno de la disfunción eréctil y de los problemas de excitación en la mujer” .

La Viagra ha abierto todo un mundo de posibilidades al hombre. “Sin embargo muchos todavía tienen miedo a tomarla”, apunta Francisca Molero, “piensan que puede producirle un infarto y, en muchos casos, son las parejas las que se la prohíben. No hay ningún peligro, siempre que se sigan las indicaciones del médico y se conozca a fondo éste fármaco. La disfunción eréctil no es algo que venga irremediablemente con los años, ni que una vez que se tiene, sea ya para siempre”.

Es indudable que la vejez conlleva cambios en el comportamiento erótico: la respuesta sexual es más lenta, la erección no es tan firme, los orgasmos duran menos… pero la experiencia también cuenta, sino ya en el mundo laboral, si en el sexual. La edición americana del Huffington Post publicaba un artículo titulado 8 Reasons why sex is better alter 50 (8 Razones por las que el sexo es mejor a los 50). Algunas de estas argumentaciones eran: no hay riesgo de embarazos no deseados, se separa mejor el sexo del amor, las mujeres ya han aceptado mejor sus cuerpos y tienen menos complejos, ya no dependemos de la montaña rusa hormonal del ciclo menstrual, se buscan nuevas rutas hacia el orgasmo y aprendemos a esperar menos y a valorar más lo que tenemos.

Yo lo tengo claro: de mayor quiero ser una vieja verde, perdón, loca –a las mujeres nos afecta al cerebro–. No me parece un mal calificativo para la tercera edad. Un último consejo, vean la película The Mother (2003) de Roger Michell. Una abuela convencional de un barrio de Londres (Anne Reid), tras enviudar, establece una relación, con sexo incluido, con el que restaura la casa de su hijo (Daniel Craig). Verán que uno puede saborear lo mejor del sexo, o incluso descubrirlo realmente, a cualquier edad y no solo cuando tenemos veinticinco, estamos muy buenas y poseemos las tetas más duras de todo el condado.

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