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Nuevos tiempos para la ópera

El mundo de la lírica rejuvenece como un espectáculo global que deja de ser exclusivo (y excluyente) para llegar a un público masivo y romper clichés.

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El 18% de los españoles va a la ópera, según el último Eurobarómetro sobre consumo y participación cultural. Eso nos coloca en el séptimo lugar de Europa por detrás de Suecia, Dinamarca, Holanda, Reino Unido, Luxemburgo y Francia. Sin embargo, existe una tendencia al alza que indica que hay «filón cultural» en esto del bel canto. Es justo lo que se percibe en This is opera, la nueva apuesta televisiva de La2 por la difusión del género. Ramón Gener, músico, barítono, escritor y, según él mismo, «enfermizamente perfeccionista», es el director de este programa coproducido con Alemania cuya primera emisión (8 de marzo) posicionó a la ópera entre las tendencias más comentadas en Twitter. «Mi objetivo era explicarla sin prejuicios, como si hablara de cine, liberarme de clichés. Y que nadie en mi equipo la conociera ni se viera influido por ideas adquiridas». Unos 450.000 espectadores avalan el interés que ha despertado el espacio. «Desde hace unos años es evidente que la ópera se ha rejuvenecido y puedo asegurar que cualquier persona que tenga una idea antigua sobre ésta verá que no tiene nada que ver con la realidad. Se acabó eso de ver en el papel de un apuesto príncipe a un señor entrado en kilos que no se mueve… Hay dinamismo, ritmo. Y ya es una función global».

Espectáculo ‘per tutti’

«Richard Wagner fue el primero que, descontento con la estratificación del teatro por clases sociales, decide que todos los espectadores sean iguales; que el espectáculo debe oírse y verse igual de bien desde cualquier parte. Así es su Teatro Bayreuth, en el que cada año se celebra el imprescindible Festival que lleva su nombre (del 25 de julio al 28 de agosto). Para Paco Azorín, escenógrafo y director de escena que trabaja en el estreno de dos verdis en Italia y Alemania en 2016-2017, «el elemento estructural que más ha cambiado el contexto es el propio edificio que contiene la ópera: el teatro. Su concepto ha dato un giro radical con la construcción de nuevos auditorios de mayor capacidad y mejores prestaciones técnicas y acústicas. El estreno de la Bastille de París, que Miterrand calificó como ‘la ópera democrática’ fue clave. Un edificio accesible para todos. En España, el Teatro de la Maestranza de Sevilla es un claro ejemplo de ello», afirma.

Eventos como el Opera Day en Europa, que se celebró el 9 de mayo, han convertido en habituales grandes citas populares. En Madrid, más de 5.000 personas disfrutaron de La Traviata (estrenada el 20 de abril) en el Teatro Real en la explanada que hay frente al edificio. Otras 45.000 la vieron desde diferentes puntos del país gracias a proyecciones en museos, cines, o vía streaming… Esto último, gracias al acuerdo entre 15 liceos europeos y The Opera Platform (Opera Europa), la web que se ha propuesto democratizar este arte de una vez por todas. Nicholas Payne, director de Opera Europa, insiste en que el futuro «está en la iniciativa mediática audiovisual compartida entre los grandes liceos». «Es una idea estupenda –asegura Gener–. El Metropolitan Opera House de NY (MET) fue el primero que vio clara la oportunidad de no ceñirse al público con butaca, de abrir la difusión con retransmisiones en directo». Pedro Halffter, director de la Orquesta Sinfónica de Sevilla y de la Filarmónica de Gran Canarias, además de director artístico del Teatro de la Maestranza de Sevilla, está de acuerdo: «La difusión con las nuevas tecnologías y las emisiones vía streaming hacen que sea mucho más accesible». Aunque algunas voces hablan de un reto a superar. «La convivencia en un mundo hiperconectado no debería ser un motivo para perder la esencia. No olvidemos que es un espectáculo musical en directo, que se disfruta en directo, por muy grande que sea la pantalla y por muy buena que sea la calidad del sonido», apunta Azorín.

Ramón Gener, director y presentador del programa ‘This is ópera’ y autor del libro ‘Si Beethoven pudiera escucharme’ (Now Books).

Albert Font

Cuatro jóvenes que viven en París, que salen, cenan, aman y viven. Eso es La Bohème. «El género se ha dado cuenta de que mantiene la actualidad», indica Ramón Gener. «Se tratan temas universales, atemporales, que mantienen su vigencia en el siglo XXI. Conozco a mucha gente joven que disfruta viéndola. Y si hiciéramos el ejercicio de estratificar por edades el público de acuerdo con los pisos en los que se sientan, veríamos que, a medida que subimos (atrio, primer piso, segundo, cuarto, quinto y hasta sexto) la edad disminuye. Cuando eres joven tu preferencia es estar arriba porque es más barato. Pero ojo, que también hay gente de más edad que prefiere el último, que es donde se oye bien la música porque esta choca con el techo, rebota y se escucha fenomenal. Para los de abajo, el sonido pasa por encima…».

Cambio de actitud

Dice Kasper Holte, uno de los grandes directores de escena que llenarán la próxima temporada del Real con La prohibición de amar, de Wagner, que la ópera es un «fitness center» de las emociones. Joan Matabosch, director artístico, recomienda tomarlo al pie de la letra: «Después de una sesión de ejercicio para los músculos, invito a los más jóvenes a que hagan lo mismo con sus emociones. Para eso, la ópera es el mejor gimnasio».

Esta nueva actitud ante la música está dando resultados positivos. «Se ha notado un aumento de la venta de entradas y de abonos. Algunos títulos, como La Traviata, Romeo y Julieta o El público, han tenido un nivel de demanda visto pocas veces en la historia del teatro. La temporada 2014-2015 aumentó el porcentaje de abonados más de un 10%. Y, aunque sea prematuro saber el resultado de la de 2015-2016, todo apunta a que se producirá también un incremento», asegura Matabosch. Teniendo en cuenta que un abono de temporada en el Real, por ejemplo, oscila según las zonas entre 110 y 3.469 euros, no es cosa baladí. No olvidemos que un montaje puede costar dos millones de euros…

«Plácido Domingo es Dios, un señor que lo hace todo bien», afirma Gener.

Alberto Heras Casado

Los datos alentadores se suman. Hoy, en recintos como Lyon, el 52% del público tiene menos de 52 años y el 25% son menores de 25. Rafael Banús, director del programa de radio El fantasma de la ópera (Radio Clásica), se suma al convencimiento de esta nueva edad de oro: «Los teatros se llenan. Cada vez hay más temporadas y el público se renueva. Creo que aquí funciona perfectamente eso de ‘quien la prueba, repite’, porque hasta la gente más reacia queda seducida por su magia, que no se puede comparar a nada».

Títulos como La Bohéme, Don Carlo, Don Giovanni, Tosca, El barbero de Sevilla, Carmen, Otello, Fidelio… Los clásicos son una apuesta segura, nunca mueren porque su vigencia es un hecho. «La ópera habla de las cosas de la vida. ¿Qué más da que la escribieran ayer o hace 400 años? Además, existe un libreto sobre cualquier tema que se pueda imaginar, cualquiera. El otro día descubrí uno sobre un combate de boxeo, Partita a pugni. ¿Y qué puede haber menos operístico que el boxeo?», dice Gener.

Escenografías más visuales, temas y personajes actuales, una revisión de los clásicos y una mayor implicación del intérprete son los puntos claves en el nuevo escenario que el mundo operístico está componiendo. Lo más importante para todos es que el género siga vivo y para esto no basta con hacer relecturas contemporáneas de óperas antiguas, son necesarios nuevos libretos, con temáticas y estéticas actuales. Doctor Atomic, de John Adams, ha sido un punto de inflexión. El Teatro Real, por ejemplo, apuesta por una nueva temporada plagada de títulos que nunca se han escenificado en Madrid como Moses und Aron, de Schönberg, El emperador de la Atlántica, de Ullmann (estreno absoluto reorquestado y dirigido por Pedro Halffter) o Alcina, de Handel. La Maestranza también lleva años apostando por títulos diferentes, «desde Lulu (2006) hasta el reciente Doctor Atomic de Adams. En marzo de 2015 hemos tenido 15 estrenos en España de obras fundamentales del repertorio del siglo XX y hemos interpretado también la práctica totalidad del repertorio wagneriano y pucciniano. Este eclecticismo nos ha hecho tener trascendencia internacional, además de conseguir la fidelidad de un público entusiasta», explica Halffter.

En estos momentos Ainhoa Arteta está ensayando ‘Falstaff’ en Londres.

Alberto Heras Casado

Gener no quiere dejarse en el tintero la estimulante vinculación generada entre el musical y la ópera pero, eso sí, distingue entre musicales de calidad virtuosa como West Side Story y otros no tan perfectos. «Porgy and Bess, de Gershiwn (actualmente en Madrid) es una fantástica opción para quienes quieran saber cómo la ópera se convirtió en musical. Es inmensa».

Más que voces

«La gran María Callas es la persona que hace que todo sobre lo que estamos hablando sea una realidad. Ella, en la década de los cincuenta, le dijo al mundo que no era una cantante, sino una actriz que canta –explica Gener–. Se adelantó 30 años a su tiempo y alguien ahora se ha propuesto volver a lo que ella hacía. ¿Desafinaba? Sí. ¿Tenía defectos en la voz? También. Pero era perfecta. Este ‘renacentismo’ es lo que ahora se exige a todos los nuevos cantantes. Si representáramos una como se hacía en 1970 no iría nadie». Hoy, las nuevas voces conviven con los monstruos del bel canto. Los tenores están de moda. Y las mujeres están muy lejos de sufrir la discriminación de la actriz de cine. Cobran lo que valen.

La moda es otro de los universos que se ha subido a este renovado escenario. La atracción que ejerce la fuerza emocional operística entre los diseñadores de moda es cada día más intensa. Prada ya vistió a Attila, de Pier Audi, en el MET, Armani se atrevió con el Così fan tutte versionado por Jonathan Miller en Covent Garden, Emanuel Ungaro con La Clemenza di Tito en San Carlo, Viktor & Rolf con Der Freiwschütz… El español Lorenzo Caprile, que ha hecho dos colaboraciones operísticas, destaca la Carmen de Jesús del Pozo y el Salomé de Gianni Versace. Como amante y asiduo del género, adora su grandiosidad. Y apunta: «Creo que algunos de los nuevos montajes y vestuarios minimalistas desaprovechan los grandes escenarios de los coliseos, diseñados para ver un espectáculo total».

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La mezzosoprano canaria Nancy Fabiola cree que «la creatividad es la que tiene el poder de crear nuevas fórmulas atractivas para el público».

Joan Tomás

A Ramón Gener le entusiasma la conexión que se afianza también con el cine. «La vinculación es evidente desde el siglo pasado». Desde directores que como Cecil B. DeMille que se atrevieron a rodar una Carmen muda con la soprano Geraldine Farrar, hasta los que como Woody Allen –entre otros muchos– han descubierto el potencial expresivo y emocional de la ópera para reforzar el dramatismo de algunas escenas. «Durante el asesinato de Match Point, suena Otelo –indica Gener–. Me encanta. Es como si algunas películas hubieran sido escritas para poder colmar esa música». Directores como Michael Haneke, que ha irrumpido en la escena con una versión de Così fan tutte, o las comentadas versiones operísticas de Brockeback Mountain, Cold Mountain (que se estrena en agosto en la Ópera de Santa Fe, compuesta por Jennifer Higdon), Panorama desde el puente ( Arthur Miller), Un tranvía llamado deseo o Cantando bajo la lluvia han sido un éxito rotundo. Incluso compositores como el minimalista Phillip Glass, autor de música para cine, teatro, animación en 3-D, se ha atrevido a proyectar Drácula en versión muda con partitura. De hecho, Filmax, en colaboración con Rai Com s.p.a piensa proyectar las mejores óperas de la Scala de Milán y de los principales coliseos italianos en directo. Iniciativa que comenzó la semana pasada con Norma, de Vincenzo Bellini.

Gener insiste en apuntar citas obligadas para este verano, como el Festival de Salzburgo, «por su variedad», Bayreuth (Wagner), Pesaro (Rossini) y Múnich. Y en territorio nacional, el de Peralada. Paco Azorín recomienda el Festival de Aix-en-Provence, en Francia, «con encargos a compositores actuales y actualizaciones dramatúrgicas de títulos del repertorio».

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