¿Por qué las llamaron esposas o musas en vez de, simplemente, artistas?

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"Durante la mayor parte de la historia, la musa se ha presentado como una mujer vista a través de una mirada masculina", subraya Katie McCabe, que en Más que una musa (Garbuix Books) repasa los ejemplos de creadoras olvidadas o relegadas, como la pintora surrealista Dorothea Tanning (a la izquierda, en un retrato de 1955), que fue mucho más que la esposa de Max Ernst.

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En 1949 la galería Sidney Janis montó la exposición Artistas: El hombre y su esposa, con obras de Lee Krasner y Jackson Pollock (en la imagen) o Max Ernst y Dorothea Tanning. Desde el título, que las presentaba con un papel secundario, "cualquier impresión de igualdad quedaba descartada", opina McCabe. "Antes del feminismo de los setenta, gran parte del arte creado por mujeres fue ignorado por historiadores y galerías, y todavía vemos ese impacto", añade.

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Algunas artistas, como la escultora Camille Claudel (en la imagen, conuna de sus esculturas en 1902) comenzaron como discípulas, en su caso de Auguste Rodin. "Eso puede conducir a un desequilibrio de poder, y dificulta que la mujer escape de la etiqueta de aprendiz", apunta McCabe. Al investigar vio que "no eran las relaciones en sí las que obstaculizaban la carrera de las mujeres, sino la forma en que los medios y las instituciones artísticas las trataban como resultado de ellas".