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Desmontando los mitos que podrían cargarse tu vida sexual

Sobredimensionar los efectos y sensaciones eróticas es un defecto muy común, producto de la inexperiencia, las pelis porno y el ego de los amigos/as y sus batallitas.

Vida sexual
Everett Collection

Una sexóloga me contaba hace poco que la reacción de algunas de sus pacientes, con problemas para alcanzar el orgasmo, cuando finalmente lograban llegar al clímax era exclamar un frustrante: “¡No era para tanto!”. Comentario que no solo hace tambalear la vocación del médico con la moral más alta; las expectativas, los esfuerzos y el dinero de sus pacientes; sino que acaba con una de las mayores fantasías, ideales, logros, placeres, formas de expresión o conquistas de la raza humana: la sexualidad. Es como si uno pasara por la vida y antes de adentrarse en la nada eligiese poner en su lápida algo así como: “Pues qué quieres que te diga, ni fu ni fa”.

El placer, como el sufrimiento, es algo subjetivo e imposible de cuantificar, pero además de esa imparcialidad personal con la que puede ser juzgado, existe también un baremo, un sistema métrico decimal que la sociedad pone a nuestra disposición para que podamos hacernos una idea de la veracidad de nuestras sensaciones. Cuando la religión católica nos decía que el mundo era un valle de lágrimas, nos estaba predisponiendo para el sufrimiento pero, al mismo tiempo, también magnificaba cualquier acontecimiento no penoso o normal como algo fuera de serie. Por el contrario, cuando el capitalismo o las redes sociales nos pintan un universo maravilloso, en el que todo está al alcance de nuestra Visa, en el que todos sonríen, van de fiesta, ganan premios, publican libros o celebran multitudinarios cumpleaños; la otra cara de la moneda nos envía el subliminal mensaje de que si no estás en la lista de invitados, eres un mierda. Y con el sexo pasa exactamente lo mismo, últimamente las expectativas de la vida sexual son tan altas que nos han vuelto desdichados, losers, eyaculadores precoces, demandantes de cirugías plásticas vaginales o alargamientos de pene, aspirantes a utilizar técnicas que ni las geishas más experimentadas dominan, catadores profesionales de practicas sexuales en busca de aquella que “si sea para tanto”.

La mayor parte de la gente se inclina a echar la culpa de nuestras great expectations en materia sexual al cine porno. Y puede que no les falte razón, aunque se olvidan de otros dos elementos igualmente distorsionadores y mucho más perniciosos. Las películas románticas y los amigos y conocidos. A diferencia de la pornografía, que muchos consideran los dibujos animados de la recreación erótica –ni siquiera un niño se cree que un dibujo pueda levantarse como si nada cuando le ha caído una roca encima–, el cine romántico ha creado grandes mitos aún por derribar y en las conversaciones entre amigos, suele pesar más la vanidad o el ego que la pura y dura realidad. Seguramente, nuestra aproximación al sexo sería mucho más realista y exenta de elefantes rosas si tuviéramos en cuenta los siguientes aspectos.

– No estamos liberados sexualmente y distamos mucho de hacer lo que nos apetece. Aunque la humanidad haya hecho grandes progresos por quitarle al sexo su dimensión satánica y pecadora, todavía queda un largo recorrido para asumir la sexualidad de forma natural y sin fantasmas. Si así fuera, no prohibiríamos a los menores ver relaciones sexuales en las películas mientras los bombardeamos con escenas violentas; las redes sociales no censurarían los pezones femeninos mientras aceptan los de los hombres y la educación sexual en los colegios sería una materia más, como matemáticas o sociales. Aunque parezca un razonamiento de Perogrullo, aceptar esta realidad podría hacer que abordáramos los problemas o las circunstancias sexuales desde otra perspectiva más comprensiva y práctica. Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología, “nos cuesta asumir las cuestiones sexuales con la naturalidad y objetividad con la que tratamos otras cosas. Para empezar, nos resulta difícil hablar de ello –los pacientes tardan en contar la verdad– y, aunque el problema no sea nuestro sino de nuestra pareja, siempre tendemos a sospechar que parte de la culpa puede estar en nosotros. Es como si cada vez que tuviéramos un dolor de cabeza nos costase admitirlo, porque eso implica razones más profundas y, además, pensáramos que esa dolencia nos pasa porque no somos lo suficientemente desinhibidos o lanzados”. Si a esta limitación, que casi todos padecemos en mayor o menor medida, le añadimos el peso de las modas –también en materia de sexualidad– la trampa está ya preparada. “En cuestión de sexo”, apunta Molero, “lo que se supone que hay que hacer ahora es realizar un catálogo de prácticas y posturas. Probarlo todo, nos apetezca o no, y parecer que se está de vuelta sin haber llegado a ningún sitio. Esto supone frustración en muchos casos. Siempre preguntamos a las parejas que vienen a consulta sobre sus prácticas sexuales y, a veces, vemos que, a pesar de que parecen ser variadas y frecuentes, ellos tienen la idea de no estar dando la talla, tienen una visión muy pesimista de su vida erótica, creen que todo el mundo tiene más relaciones que ellos o piensan que se están perdiendo algo”.

– Los orgasmos no se miden en decibelios. Hace poco la empresa de productos eróticos Bijoux Indiscrets, realizó un estudio titulado Ficción Vs Realidad en el Sexo, en el que participaron unas 1.500 personas en toda España. El trabajo arrojó datos como que el 22,5% de las mujeres y el 5,2% de los hombres no logran el orgasmo durante el sexo, nunca o muy pocas veces; que el 52,1% de las participantes y el 21,2% de los encuestados han fingido el clímax alguna vez; que el 60% de las damas y el 51,9% de los caballeros utilizan el gemido para excitar a su pareja o que el 34,8% de ellas y el 43,1% de ellos piensan que el ruido –gritos, susurros, gemidos- es indicativo del buen sexo. Junto con el estudio se presentó también una iniciativa que se llamó Librería de Orgasmos Reales, un lugar donde se invita a todos, y especialmente a las mujeres, a que graben sus momentos estelares y los compartan, de manera anónima, para crear una galería sobre el sonido real del placer. Por el momento, los que están ya archivados suenan bastante discretos, nada que ver con el hecho de que estén despellejando vivo a alguien, que le informen de que la declaración de la renta le ha salido a pagar o con los sonidos mecánicos y repetitivos que emiten las actrices de una película porno de bajo presupuesto.

Pero el orgasmo sigue siendo el acontecimiento erótico que más leyendas acumula, sin duda porque resulta difícil de explicar y describir. Y, aunque es cierto que el sexo exige un poco de teatralización –no se puede hablar a alguien en la cama como a tu compañero de oficina–, nunca hay que sobreactuar. “La escenificación exagerada bloquea mucho a la pareja, que puede acabar sintiéndose acobardada”, comenta Molero, “en vez de eso, deberíamos optar por la sensorialización. No ir hacia afuera sino hacia adentro y recrearnos en nuestras sensaciones. Todo lo contrario al sexo acrobático, que muchos persiguen”.

– Tiempos y medidas. Lo bueno y breve, dos veces bueno. Probablemente en sexo, como en otros ámbitos, se puede decir que alcanzando un determinado nivel, todo lo que se le añada es susceptible de convertirse en un problema. Me refiero, en primer lugar, al tamaño del pene, algo que acarrea todavía volúmenes de literatura. Las mujeres, sin embargo, como apuntaba un artículo de LiveScience.com, no somos tan exigentes. Según un estudio llevado a cabo por las universidades de California, Los Ángeles y Nuevo México, en el que las participantes debían elegir su talla favorita entre 33 modelos de pene en 3D, se descubrió que existen dos barómetros. Ellas prefieren miembros ligeramente más largos para una aventura esporádica –16,3 cm de largo y 12,7 de circunferencia–, pero para una relación estable se quedan con 16 cm de largo y 12,2 de circunferencia. Ah! Y no hay que olvidar que el grosor es para ellas casi más importante que la longitud. El mismo estudio demostró también que las mujeres recuerdan los penes más grandes de lo que realmente eran, al mostrarles un determinado modelo a las participantes, durante unos minutos, y pedirles luego que identificaran la talla que se les había enseñado.

La excesiva longitud de la relación sexual en la vida real tampoco es placentera, a diferencia de lo que pasa en la pequeña o gran pantalla. Según Francisca Molero, “la razón por la que la gente finge el orgasmo es para dar por finalizado el acto sexual. No es verdad eso de que cuanto más dure mejor, se pierde el entusiasmo y la gente se desconcentra. De hecho, la eyaculación retardada no se vive como una ventaja sino como un trauma para ambos miembros de la pareja”.

– Los hombres ya no son de Marte ni las mujeres de Venus. En cuanto a comportamiento sexual por géneros, deberíamos desprogramarnos totalmente y borrar nuestros discos duros repletos de ideas falsas, que los últimos estudios científicos desmienten. De hecho, nuestra sexualidad es como el universo, un vasto campo a investigar con infinidad de incógnitas, como el complejo clítoris-uretro-vaginal del que ya se habla y que echaría por tierra la diferencia entre orgasmos vaginales y clitorianos en la mujer. En palabras de Molero, “hay más diferencias entre personas del mismo sexo que entre géneros, por lo que los estereotipos de comportamiento hombre-mujer están ya obsoletos y son más importantes otros factores como el entorno, educación, vivencias previas, parejas, orientación sexual…”.

No es cierto que ellos siempre acaben antes; de hecho, como apunta esta sexóloga, “la eyaculación retardada está aumentando entre los jóvenes que se sienten inseguros y que se preocupan demasiado por el placer de su pareja o por la obligación de quedar bien”. De la misma manera que la teoría de que el hombre se excita más con estímulos visuales –se supone que nosotras lo hacemos con los auditivos– ya ha sido descartada, gracias a un experimento que se realizó en la Universidad McGill, en Quebec, Canadá, y cuyo objetivo era calibrar la respuesta sexual en ambos sexos. Según este estudio, hombres y mujeres comenzaron a sentir excitación en los primeros 30 segundos después de haber sido sometidos a imágenes eróticas. Las féminas empiezan también a obsesionarse con la forma y tamaño de sus genitales -problema antes reservado a los machos–, como indican las estadísticas de operaciones de cirugía vaginal, que son las que más aumentan, dentro del campo de la cirugía estética en España. Y los hombres hace tiempo que han dejado de ser esas máquinas sexuales, repletas de testosterona y siempre dispuestas; ya que la falta de deseo empieza también a afectarle a ellos.

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