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Lexie Smith, la artista neoyorquina que transforma el pan en política

Busca analizar la sociedad con su trabajo, recorre el mundo investigando lo que dice el pan de distintas comunidades y comparte su masa madre por correo.

Autorretrato de la artista con su 'Máscara de solsticio', elaborada con pan en su horno.
Autorretrato de la artista con su 'Máscara de solsticio', elaborada con pan en su horno.

Justo cuando la harina y la levadura comenzaban a escasear en Estados Unidos porque millones de personas se habían puesto a hornear en sus hogares, la artista Lexie Smith ofreció gratis su masa madre para quien la quisiera. Fue a mediados de marzo, lo hizo través de su cuenta de Instagram y en 24 horas recibió 400 peticiones. Para atenderlas a todas, metió un pedacito de masa madre deshidratada en cada sobre junto a una guía de cómo activarla en casa y los envió por correo. Desde entonces ha llegado a más de 1.000 domicilios. Y, según afirma, todavía quedan cientos por llegar. «He mandado a destinos tan lejanos como India, Bulgaria, Islandia, Nueva Zelanda, Australia, Japón, China, Croacia, Malasia, Singapur, Hawái o México. Además de todo Estados Unidos y Europa», cuenta. Smith tiene 31 años, vive en el neoyorquino distrito de Queens, pero se encuentra pasando el confinamiento en Sky High Farm, en Hudson Valley, al norte del estado de Nueva York.

«Estoy en una granja regenerativa donde todo lo que se cultiva es para donarlo a bancos de alimentos para los neoyorquinos más vulnerables. Es un lugar muy inspirador para estar y más especialmente ahora. Aunque reconozco que me paso la mayor parte del tiempo dentro de la cocina o frente al ordenador». El arte y el pan se enroscan en la vida de esta escultora como hace en su brazo la serpiente que tiene por mascota. Desde el campo, confiesa que su obsesión por el pan fue un latido que sintió con los años. «Me atrae de una manera innata, como a millones de personas en todo el mundo. No me lo ha transmitido nadie en mi familia», confirma. Casi todo lo contrario. Sus primeros recuerdos son de niña abalanzándose sobre la cesta del pan en un restaurante italiano mientras su padre intentaba impedirlo.

Algunas de las pruebas de la artista, elaboradas con diferentes harinas.
Algunas de las pruebas de la artista, elaboradas con diferentes harinas.

Smith estudió Artes Liberales en la Universidad de Nueva York y comenzó a hornear obsesivamente al cumplir los 20. En 2015, trabajaba como panadera para ganarse la vida cuando le ofrecieron participar en una exposición colectiva en una galería emergente en SoHo. Esa invitación cambió su vida. «Hice una docena de hogazas de masa madre. Las corté en pedazos, los apilé encima de una mesa y me dediqué a observar el efecto que provocaban en los demás. La tensión de comerlo o no, la liberación y recompensa al probarlo. Las conversaciones que se generaron alrededor del pan y las confesiones que me hicieron algunas personas gracias a su interacción con él fueron increíbles. Nada de lo que había creado antes había tenido un efecto parecido en el público», recuerda.

Después llegó la exposición en Berlín en 2017, donde montó un bosque de ramas en las que colgó panes tradicionales turcos anclados a unas barras alemanas. Era su manera de evidenciar la convivencia entre los alemanes y la comunidad turca del barrio de Neukölln, donde estaba ubicada la galería. En ese mismo año, The New York Times la incluyó en la selección de los jóvenes más prometedores 30 under 30.

A la dcha., uno de sus panes con mantequilla y a la idza. su escultura ‘Wood Grain Crisp Breads’.
A la dcha., uno de sus panes con mantequilla y a la idza. su escultura ‘Wood Grain Crisp Breads’.

Aunque la obra de Smith tiene un gran componente estético, su trabajo con este material le sirve como excusa para analizar la sociedad. Aprovecha sus estancias en cualquier lugar del mundo para meterse en sus panaderías, charlar con la gente y aprender su cultura gastronómica a la vez que realiza análisis antropológicos. «El pan es una buena herramienta para estudiar una comunidad», recalca. «Estuve dos semanas en el norte de India y pude investigar su rol social allí. Es un alimento básico que las mujeres hacen varias veces al día en casa. Sin embargo, elaborarlo fuera del hogar y venderlo es cosa de hombres. Mientras para que las mujeres es un deber y una esclavitud, ellos reciben remuneración», cuenta. «Los roles y la jerarquía de género se abrieron ante mí solo con observar quién hacía el pan, dónde y cómo». También descubrió que a medida que las jóvenes se iban a la ciudad para estudiar en lugar de casarse a una edad temprana en el pueblo, las tradiciones entorno al pan no se transmitían de manera tan consistente. «Pero perder una tradición no tiene por qué ser negativo. A menudo es la garantía del cambio necesario y progresivo», aclara.

Smith, con una de sus piezas, que se inspira en un Jalá, un pan trenzado que suele comerse en las celebraciones judías.
Smith, con una de sus piezas, que se inspira en un Jalá, un pan trenzado que suele comerse en las celebraciones judías.

Su proyecto más ambicioso se llama Bread on Earth y es una web en la que pretende crear un atlas de todos los panes del mundo. Hasta que lo logre, comparte en ella sus recetas y obras que la inspiran, como un artículo de Margaret Atwood hablando de pan, el libro Parsons Bread Book hecho por estudiantes de diseño de esta escuela en 1974 o el manifiesto de la compañía teatral Bread and Puppet Theatre, fundada en los sesenta para fusionar marionetas y pan con un trasfondo crítico. En la misma web, Smith acaba de abrir un apartado para que panaderos de todo el mundo se ofrezcan a donar su masa madre y los que la necesiten la encuentren. «La idea es crear un gran mapa entre todos. Como estudiosa del pan, significa mucho presenciar la propagación de esta diáspora y distinguir qué implicaciones tiene. Pero también quiero ayudar a las personas a alimentarse y a desarrollar su relación con el pan, para que valoren a quien lo elabora y se pregunten de dónde provienen nuestros alimentos», reflexiona.

Reflexión visual de la artista sobre la producción industrial: «Si imaginas un objeto como una extensión de tu propio cuerpo, ¿te preocuparía su proceso de creación?».
Reflexión visual de la artista sobre la producción industrial: «Si imaginas un objeto como una extensión de tu propio cuerpo, ¿te preocuparía su proceso de creación?».

«Además, el grano de cereal es una mercancía que se ve afectada por los cambios agrícolas, políticos y económicos mundiales. Al hacer pan en casa sin depender de la producción y distribución comercial (mediante el uso de masa madre y cereales molidos de producción local, por ejemplo), podemos protegernos contra las fluctuaciones y retenciones de los mercados globales. Satisfacer nuestras necesidades básicas nos da poder. Esto es política de acción». Después de escucharla, no es extraño que señale a la filósofa india Vandana Shiva como su referente. «Su escritura sobre geopolítica y antiglobalización es inspiradora, didáctica y se dirige a una audiencia lo suficientemente amplia como para crear impacto», afirma. Lexie Smith ha empezado su revolución. Y te llega a casa por correo y en forma de masa madre. Así lo proclama en su web: «Mantente a salvo y recuerda que el pan solo es peligroso si está en manos de unos pocos, pero es poder en manos de la mayoría».

Nosotras, panaderas: orígenes y referentes de una profesión ancestral. Por Elena Ballano

Tenemos la misma pasión, intuición y conocimientos que ellos. Sin embargo, durante muchos años, la sociedad nos ha visto únicamente como «la mujer del panadero». Una definición que seguía leyéndose, a principios de 2020, en la versión digital del diccionario Larousse; hasta que alguien señaló el error y pasamos a ser, por méritos propios, «la persona que hace y vende pan». Somos panaderas, vendemos pan, sí, pero también amasamos, formamos, greñamos y horneamos. Desarrollamos, al igual que nuestros compañeros, un sexto sentido que nos permite reconocer qué necesita cada hogaza durante un proceso artesanal que puede durar más de 24 horas. Nuestras manos no mienten.

Es un trabajo físico donde el agua, la harina y los kilos de más que levantamos terminan pasando factura. Pero la sensación que produce ver una hogaza recién salida del horno, el olor de la miga y el crujir de una corteza caramelizada, compensan cualquier esfuerzo. Pertenecemos a un oficio en el que la mujer tiene, pese al imaginario popular, un papel protagonista. ¿Los primeros en reconocer esta unión? Los romanos, un pueblo que ya en la Edad Antigua nombró a una mujer como garante de la agricultura y el pan. La diosa Ceres, hija de Saturno y Ops, enseñó al hombre a sembrar, recolectar y moler el grano para luego cocerlo. Una elección nada casual que vincula al género femenino –nuestra paciencia, sensibilidad y determinación– con el trabajo del cereal.

Hay grandes panaderos en España, al igual que panaderas. Referentes de un sector cada vez más atractivo para las nuevas generaciones, desencantadas con las profesiones de oficina y ordenador. Anna Bellsolà, de Barluard (Barcelona), Beatriz Echeverría de El horno de Babette (Madrid), Yurena Pérez y Julia Barberena del caserío Presatxu (Orozko) o Valeria Fusillo de Panic (Madrid). Nombres de peso que se suman a las miles de historias anónimas que tienen lugar cada día en el resto del mundo. ¿La más especial? La que esconde la isla de Kárpatos, en Grecia. Allí, las mujeres son las ‘guardianas’ del pan. Solo ellas intervienen en su elaboración. Trabajan la tierra, recogen el grano y preparan diferentes tipos de panes. Un ritual que documentó el fotógrafo Hans Silvester en su libro Le pain des femmes y que demuestra, a través de cuidados retratos, paisajes y rituales milenarios, el ancestral vínculo que existe entre la mujer y el pan.

Elena Ballano es periodista y panadera en Panic.
Elena Ballano es periodista y panadera en Panic.ROBERTO GONZÁLEZ

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