En Las Niñas, mi primer largometraje como directora, he intentado reflejar cómo fue la educación que recibimos muchas mujeres de mi generación en la España de principios de los 90.
Todo comenzó a raíz de encontrar un cuaderno de Religión de 6º de E.G.B, en el que leí una redacción sobre la sexualidad escrita de mi puño y letra. Me sorprendió (y de hecho no lo recordaba) haber recibido clases así. Empecé a hablar con mis amigas y poco a poco me fui dando cuenta de que todas, aunque hubiéramos ido a colegios distintos y nuestros entornos familiares fueran diferentes, compartíamos muchas memorias de aquellos años que parecían más propios de los años 50 o 60 que de los 90.

Fotograma de ‘Las Niñas’, con Natalia de Molina y Andrea Fandos. Foto: Jorge Fuembuena
Ahora que la película se empieza a ver voy recibiendo impresiones: muchas personas me dicen que ellos vivieron una educación similar, y otros que, sin embargo, no lo vivieron así. Y es que claro, en los 90 había muchas educaciones… tantas como personas. En cualquier caso, esta no es una película sobre un cole de monjas (también me daban clase profesoras a las que guardo un cariño inmenso) sino sobre liberarnos de lastres y mochilas que nos impiden crecer.
Hay mucho de autobiográfico en la película: la carta que Celia le escribe a Jesús (que escribió mi hermana de pequeñita y que nos encontramos durante una mudanza familiar), la redacción que he mencionado, los rezos cada mañana antes de comenzar las clases, esa amiga que te cambia la vida (y que en mi caso mi «Brisa» fue mi propia hermana), descubrir la música a través de los casetes que me grababa mi hermano… Y aunque sea una película de ficción, hay poco inventado.
Lo que muestro, lo que le pasa a Celia y a su madre, lo han vivido muchas mujeres, antes y ahora. Ojalá la película invite a reflexionar y lleve a la emoción. A ese momento en el que dejamos de ser niñas para siempre.

Andrea Fandos es Celia en ‘Las niñas’. Foto: Jorge Fuembuena

Pilar Palomero, directora de ‘Las niñas’.