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¡Las lu-lu-luchadoraaas! Mujeres en el ring mexicano

En un mundo que rebosa testosterona y violencia teatral, una española ha filmado la historia de tres estrellas mexicanas de la lucha libre.

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Cortesía de Marta Franco

"Esta es mi amiga, es luchadora también". Otoño de 2012. Marta Franco, una periodista española que dejó Zaragoza para mudarse a San Francisco y estudiar un master en Berkeley, escucha esta frase cuando se dispone a presenciar a un espectáculo de lucha libre en The Mission, el barrio mexicano de la ciudad. "Todos los luchadores eran hombres, pero en la fila, mientras esperaba para entrar, escuché a dos mexicanas hablando entre ellas y me pregunté quiénes eran las mujeres luchadoras, dónde estaban y cómo vivían un mundo que, a primera vista, parece tan dominado por hombres", explica Franco.

Tras mucho esfuerzo, "contactar con muchísimas empresas y personas relacionadas con el mundo de la lucha libre, tanto en EE UU como en México", la periodista entra en contacto con el periodista Ernesto Ocampo de la revista Superluchas y con una promotora, Valerie Richter. Ellos le descubren a Lola González, Black Fury y Big Mama, mujeres que vertebrarían 'Las Luchadoras'. Un documental o "proyecto multimedia" en el que la española desgrana cómo esa novela llevada al ring en la que los rudos (villanos) pelean teatralmente con los técnicos (héroes) también está protagonizada por mujeres.

Mujeres como Big Mama, "una luchadora muy poco convencional y que se ha ganado el cariño del público", según cuenta Franco, que se tiene que calzar unas Reebook de aerobic rosas porque su atuendo no puede imitar al del resto de mujeres (normalmente esculturales) que se suben al ring. Su sobrepeso no le exime de ser una de las luchadoras con mayor elasticidad y agilidad. "Soy guapa pero no tengo el cuerpo bonito", afirma ante la cámara una mujer que trabaja en un puesto ambulante de accesorios de cocina, que entrena tres veces a la semana y que puede llegar a llevar a cabo cinco luchas en un día.

Leyendas como Lola González, una profesional de Ciudad Juárez de 53 años que ha recorrido todo mundo luchando, dejó la lucha por amor y cuando decidió volver, tenía las puertas cerradas. Una mujer "amable y sencilla, pero al mismo tiempo una estrella que, aunque ya no es tan joven, sigue siendo capaz de descargar a hombres sobre sus hombros", cuenta la documentalista.

O jóvenes activas como Black Fury, una adolescente que lleva 4 años sobre el ring profesionalmente y cuyo padre acompaña a cada uno de los entrenamientos y espectáculos para asegurarse que no le pase nada. "La adrenalina y la recompensa de los aficionados compensa el sacrificio de tiempo que haces sobre tus padres o amigos", explica ante la cámara.

Superheroínas en un mundo en el que, según cuenta Franco, las mujeres no luchan prácticamente nunca como cabezas de cartel, porque las luchas estelares son para los hombres. "No hay una respuesta fácil del tipo las mujeres están discriminadas en la lucha libre o las mujeres no tienen el mismo éxito. A simple vista, se podría decir que las mujeres están peor consideradas que los hombres, pero la verdad es que depende de los casos. Algunos espectadores opinan que las mujeres nunca podrán ser tan buenas como los luchadores, pero otros creen que, en ocasiones, ofrecen un mejor espectáculo".

En un país en el que los ídolos son anónimos y se esconden bajo seudónimos en el cuadrilátero, las mexicanas también se suben al ring para teatralizar esa ficción violenta bajo la simbólica máscara. Una careta que, tal y como cuenta el antropólogo Alejandro Torres, "no solo esconde, muestra quién es el mexicano. El papel de los rudos es la expresión de lo que no se debería hacer, no solo dentro del ring, sino también fuera. Los técnicos son la otra parte: luchadores que respetan las normas, pero también son el otro mexicano, el que llega a tiempo y el que se esfuerza. Los rudos contra los técnicos. El México que todos pretendemos y queremos… y el otro México".

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