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Las lágrimas de los Juegos

Las risas, los llantos y hasta enfados monumentales muestran las cara más humana de los deportistas.

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    Katherine Copeland y Sophie Hosking acababan de ganar el oro en remo para su país, Gran Bretaña. No podían estar más emocionadas, eran incapaces de contener el llanto.

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    Uno de los casos más señalados de los Juegos ha sido el de la campeona de esgrima coreana A Lam Shin. Fue injustamente eliminada de la competición por los jueces, que no tuvieron más remedio que disculparse con ella al día siguiente. Cuando se enteró de que estaba descalificada permaneció más de una hora llorando en la pista; y es que ver cómo todas tus ilusiones y el entrenamiento de años no sirven para nada por culpa de un error arbitral puede resultar mucho más que frustrante.

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    Tiene solo 15 años y un oro olímpico. Es la nadadora lituana Ruta Meilutyte, que lloraba como si realmente no hubiera ganado ninguna medalla cuando en realidad sus lágrimas eran de alegría.

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    Missy Franklin, nadadora estadounidense, lloró de alegría cuando le entregaron su medalla.

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    Es una mujer de hierro (oro en halterofilia) pero Maiya Maneza también se emocionó cuando escuchó el himno de su país, Kazajistán, en el podium.

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    La gimnasta estadounidense Jordyn Wieber celebraba así una de las victorias de su equipo. Sin embargo, se deshizo en lágrimas e indignación cuando por culpa de las durísimas normas olímpicas esta campeona fue eliminada de la competición.

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    Así se quedó Mireia Belmonte al comprobar que, efectivamente, había ganado una medalla.

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    La judoka coreana Da-Woon Joung no podía estar más desolada al perder un combate.

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    La gimnasta rumana Sandra Raluca Izbasa a duras penas consigue contener las lágrimas en la entrega de medallas. Acababa de ganar el oro en salto después de una reñida competición.

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    Precisamente Sandra le había arrebatado el oro a la norteamericana McKayla Maroney, favorita en su disciplina. Maroney terminó su salto perfecto con una inesperada caída que le hizo descender a la segunda posición. Aunque se fue a casa con una medalla de plata, la gimnasta no fue capaz de cambiar su cara de enfado en la entrega de medallas. Ni siquiera cuando Maria Paseka, bronce, felicitaba a Sandra con un cariñoso abrazo. Las hay que tienen mal perder...

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    La gimnasta rusa Viktoria Komova se lamentaba así por una de las pocas medallas que ha perdido Rusia en la competición.

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    Como para no llorar: la campeona japonesa de bádminton Sayaka Sato veía cómo se acababa su presencia en los juegos por una inoportuna lesión en la rodilla.

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    Los chicos también lloran, incluso el recordman Michael Phelps. Al nadador se le saltaron las lágrimas escuchando el himno de Estados Unidos; normal, acababa de recibir su 22ª medalla olímpica, más que ningún otro deportista.

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    El canadiense Antoine Valois-Fortier se llevaba las manos a la cabeza al borde del llanto al ser consciente de que había ganado el bronce en judo. En el suelo, Travis Stevens asume su derrota con expresión trágica.

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    El boxeador marroquí Aboubakr Seddik Lbida lloraba desconsoladamente al perder un combate. Hasta los hombres más duros pueden soltar una lagrimita... o varias.

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    Alegría total en las pistas: el chino Sheng Lei ganaba el oro en esgrima y daba, literalmente, saltos de felicidad.

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    Como para no llorar: Chad le Clos le acababa de arrebatar el oro a Michel Phelps.

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    Los asistentes reales también tienen su momento de emoción. Daniel Westling, marido de Victoria de Suecia, mostraba así su enfado porque la jinete Sara Algotsson Ostholt había perdido frente a la mismísima Zara Phlillips. Delante de él (y de su cuñado, el príncipe Carlos) están precisamente animando a su prima Zara las princesas Eugenia y Beatriz.

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