_
_
_
_
_

La sastrería de una gran ópera

El departamento de vestuario del Gran Teatre del Liceu echa humo antes de que se levante el telón de Aída, una producción histórica con figurines de Franca Squarciapino.

Vestuario Aída

En escena, 110 coristas, 25 capitanes, cinco solistas, decenas de esclavos, más de 60 figurantes… En cada función vestimos a unas 300 personas», explica Cristina Fortuny, responsable del departamento de sastrería del Gran Teatre del Liceu. Ella moviliza a 24 especialistas para afrontar esta producción histórica. «Habitualmente, somos 15, pero esta Aída requiere un refuerzo durante la función», comenta Fortuny.

Estrenada en el Gran Teatre del Liceu en 1877, seis años después de su fastuoso debut mundial en la ópera de El Cairo, Aída, de Verdi, es el título que mayor número de veces se ha representado en el teatro barcelonés, pero la adaptación que se representa hasta el 30 de julio tiene una magia especial. Primero, por la presentación de la soprano norteamericana Sondra Radvanovsky pero, sobre todo, por los figurines de la diseñadora Franca Squarciapino –ganadora de un Oscar en 1991 por Cyrano de Bergerac– y los decorados de Josep Mestres Cabanes –una joya de la casa–.

«Cuando en 1998 Franca Squarciapino creó este vestuario para el teatro Massimo de Palermo quiso rememorar el esplendor original que se vivió en El Cairo», afirma Cristina. «Confeccionado en talleres especializados de Milán, lo más destacable es la elección de los tejidos –lujosos plisados en su mayoría– y de los materiales con profusión de dorados y complementos llenos de matices y texturas», continúa. Cuando en el año 2000 el Liceu le propuso utilizar su vestuario con los decorados que Mestres Cabanes había creado en 1945, el acuerdo llegó de inmediato. Y, poco después, el Liceu compró al Teatro Massimo el vestuario completo.

Si Auguste Mariette, autora de aquellos modelos que se mostraron en 1871, creó la corona de Amneris en oro y en plata la espada de Radamés, la consigna actual de Squarciapino para esta adaptación ha sido el oro. De ahí que todos los complementos tengan esa pátina. «Excepto el mundo de la sacerdotisa, en el que se utilizan plata y perlas para darle un aire místico y angelical», apunta Cristina. La trayectoria de la responsable de sastrería comenzó en el teatro de calle, fue sastre en distintas compañías, casi siempre junto a Mario Gas, y desde 1989 está en el Liceu. «Trabajar en un teatro de ópera implica renovarse constantemente. Aquí, cada mes entra una producción y conozco un nuevo equipo creativo. Es fascinante y hay que saber adaptarse». Como ha ocurrido con la llegada de Laura Losurdo, ayudante de Franca, quien se ha ocupado de supervisar y controlar la fidelidad al trabajo de la figurinista. «Esta es la tercera vez que se representa este montaje y siempre ha sido Laura la persona con la que hemos trabajado. Ella vino en el momento de las pruebas y también nos sirvió como puente con los cantantes».

Como ocurre con cada una de las producciones que afronta el departamento, Fortuny y su equipo dedican a cada montaje meses en exclusiva, aunque ella puntualiza: «Habitualmente se hacen coproducciones. Así que el procedimiento depende de quién lidere la producción».

En estos momentos ya están ocupados en un montaje para el próximo año:  Los cuentos de Hoffmann. «Empezamos a trabajar en esta ópera el pasado mes de marzo. En junio tuvimos los primeros bocetos de los figurines. De momento se está haciendo el seguimiento y la búsqueda de los tejidos, y calculamos que en septiembre haremos las primeras pruebas». Un año es un periodo razonable, mientras que si se trata de un alquiler, como en el caso de Aída, «procuramos que un mes y medio antes del primer ensayo haya llegado todo aquí, para desembalar, medir y adaptar los trajes», continúa Fortuny.

El departamento de sastrería, situado en las nuevas dependencias del teatro, se ocupa de vestir tanto a los miembros fijos de la orquesta y del coro como a los intérpretes de las distintas producciones. Cristina está al tanto de todo: «Desde que se inicia una producción hasta que finaliza, somos los responsables de realizar, alquilar o restaurar todo lo que abarca del zapato al sombrero: trajes, tocados, joyas y cualquier accesorio… Nos ocupamos del mantenimiento, lavado y traslado de las piezas, de las pruebas de vestuario y de ayudar a los artistas durante la representación».

En una de las estancias, dos operarios se ocupan de restaurar los tocados de los soldados. Primero les dan una imprimación de látex que los impermeabiliza para volverlos a dorar. «Nuestro trabajo consiste en representar lo que cada escena implica: ropa mojada, ensangrentada, destrozada por la batalla o reluciente». Piezas de latón repujado o cuajados de lentejuelas han sido forrados con tul de seda para que a los bailarines les resulte más fácil interactuar. «Aquí también teñimos tejidos, reproducimos los estampados que necesitan sustituirse y reponemos la pedrería, que se pierde a menudo». Modistos, patronistas y profesionales de Bellas Artes trabajan a un mismo ritmo. «Cada experto del departamento tiene contacto con el teatro y con la moda, pero provienen de mundos diversos».

La joyería llega a través del atrezo. «Es básico que las joyas sean las de la producción». Todo forma parte del vestuario. «En el teatro, todo lo que sale es del teatro, ni siquiera los componentes del coro pueden llevar sus propias joyas, ni la alianza, aunque no se trate de una representación de época. Si alguien no quiere quitarse la alianza, se le camufla. En esto somos muy estrictos. El respeto al trabajo del figurinista es total».

Los zapatos suelen alquilarse, ya que no hay adaptación posible de una talla a otra. En este departamento se les da el último retoque.

Germán Sáiz

Las pelucas son responsabilidad del departamento de caracterización, que se ocupa de peluquería y maquillaje. En Aída todos los personajes llevan peluca.

Germán Sáiz

En el centro, Cristina Fortuny ultima detalles con dos miembros de su equipo, que forran unos apliques para los trajes del ejército.

Germán Sáiz

En el departamento de sastrería siempre tienen a punto el vestuario para cada función.

Germán Sáiz

Un profesional restaura uno de los tocados a los que da una imprimación de látex antes de volver a dorarlos.

Germán Sáiz

Así es el cuaderno de Franca Squarciapino, donde la figurinista dibuja el diseño y adjunta todos los detalles del vestuario.

Germán Sáiz

Detalle del vestido principal de Aída, que luce la soprano norteamericana Sondra Radvanovsky en su debut en el Liceu.

Germán Sáiz

Fondo de zapatos del teatro.

Germán Sáiz

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_