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‘Big Eyes’: cómo el marido de Margaret Keane se apropió de su obra y se hizo rico con los cuadros de ‘los niños de ojos grandes’

La película de Tim Burton devuelve a la actualidad al matrimonio Keane. Durante décadas, él se llevó todo el crédito por los cuadros de ella, enormemente populares entre las estrellas de cine.

En 1986, un juzgado de Honolulu, Hawai, fue escenario de un momento más propio de un talent show que de un tribunal. El juez pidió a las dos partes enfrentadas que pintasen un cuadro ahí mismo, delante de él. No uno cualquiera, sino un retrato de un niño triste con ojos enormes. La acusación lo logró en 53 minutos. El acusado dijo que en ese momento no podía, que le dolía el hombro. Con eso quedó todo claro: los famosísimos y muy lucrativos cuadros firmados como “Keane”, no eran obra de Walter Keane, como él llevaba décadas asegurando, sino de su entonces ya ex esposa, Margaret, víctima principal de una de las estafas más sonadas del mundo del arte.

La película Big Eyes, de Tim Burton, que se estrena el día de Navidad, con Cristoph Waltz y Amy Adams en los papeles protagonistas, vuelve a contar la alucinante historia de este matrimonio y es también el reencuentro definitivo de Hollywood con los Keane. Burton lleva décadas coleccionando keanes y ha explicado en muchas ocasiones que creció rodeado de ellos. “Eran nuestra idea del arte, para gente que nunca había entrado en un museo”, contó al Wall Street Journal. En la California de finales de los años 50 y principios de los 60, en la que se crió Burton, para las clases medias y populares el arte era sinónimo de esos cuadros de niños con ojos implorantes.

Poco les importaba a sus fans que los críticos los machacasen –el del New York Times los decretó “sinónimo de mal gusto” y abominó de su “repulsiva sentimentalidad”– y que el mundo el arte estuviese en ese momento más pendiente del expresionismo abstracto. América, primero, y Europa después se enamoraron de esas criaturas indefensas vestidas a veces de payaso o de bailarina y el impostor Walter pudo llevar en los 60 la vida que siempre quiso, con una mansión “en la que siempre había al menos tres personas desnudas en la bañera”, según declaró, mientras Margaret pintaba 16 horas al día en una habitación con las cortinas corridas.

Burton ha contado que le atrae esa polarización, el hecho de que los mismos cuadros fuesen amados y odiados: “Es algo que he experimentado yo mismo”. Antes de embarcarse en el proyecto de Big Eyes, el director le encargó a Margaret –que ahora tiene 87 años, vive en San Francisco y se dedica a expandir la fe de los Testigos de Jehová– retratos de toda su familia. La artista pintó a su mujer, Helena Bonham-Carter, con su hijo Billy en brazos y al propio Burton como una especie de nube negra en una esquina del retrato. En los 90 Burton también quiso que su primera esposa, la modelo Lisa Marie, pasase por el filtro Keane. A ella, Margaret la retrató sosteniendo a su chihuahua Poppy, el mismo que aparece en Mars Attacks.

Natalie Wood, con sus cuadros de Margaret Keane.

Marilyn Manson y el músico Matthew Sweet también entran en esta generación de coleccionistas de keanes que los aprecian por amor al kitsch y al arte outsider, lo mismo que Alaska y Mario Vaquerizo. Los seguidores de su reality en MTV España reconocerán fácilmente los cuadros de la artista en su piso del centro de Madrid.

En su día, los famosos que encargaban retratos a Walter, (pensando que él era quien los ejecutaba) lo hacían sin ironía alguna. Joan Crawford se gustaba tanto pintada al estilo Keane que posó con ese retrato en la portada de sus memorias, My way of life. Además, tuvo el buen ojo de colocar dos keanes en la película Qué fue de Baby Jane. La actriz, cuya exagerada vida daría para otra peli de Tim Burton (ver Mommy Dearest) fue gran amiga del matrimonio mientras estos mantenían las apariencias antes de su divorcio, en 1965, y dio una gran fiesta en su honor en Nueva York en 1961.

Natalie Wood y Kim Novak también tuvieron sus retratos y ésta última, que presumía de dotes pictóricas, a cambio hizo una semblanza de Walter. Jerry Lewis encargó un cuadro de toda su familia (perros incluidos) vestidos de arlequines. Margaret contó después que pasó casi dos meses trabajando en el cuadro en un bungalow de Beverly Hills. Dos meses es una cantidad de tiempo propia casi de Antonio López para la pintora, que en aquellos mantenía una actividad frenética, espoleada por su marido. Éste tuvo la intuición de inundar el mercado con copias y reproducciones oficiales de los cuadros de su mujer que se vendían a precios asequibles (en 1964 ingresó 2 millones de dólares tan sólo en ese concepto), reservando los grandes óleos para coleccionistas con posibles como sus amigos en las altas esferas, entre los que había gente tan variopinta como Zsa Zsa Gabor, Dean Martin y Madame Chiang Kai-Shek, la intrigante esposa del líder comunista chino, que era devota de su estilo.

Según el Hollywood Reporter, en los últimos meses los precios de los originales se han disparado, con algunos cuadros de los 50 y 60 vendiéndose por unos 18.000 euros. Además, con un ojo puesto en el estreno de la película, eBay se ha llenado de viejas postales y calendarios de todos aquellos contemporáneos de Burton que crecieron rodeados de niños inquietantes.

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