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La alta costura viaja en góndola

Francesca Bortolotto es una rara avis. Conocida por ser una de las escasas mujeres empresarias de Italia, es incondicional de los exclusivos trajes de noche y gran defensora del pantalón para lucir a diario.

Francesca Bortolotto

En una de las calles más bonitas del mundo, es decir, en el Gran Canal veneciano, vive la dueña del mítico Hotel Bauer de la ciudad flotante. Su hogar ocupa los dos últimos pisos del Palazzo Corner-Spinelli, construido en 1490 por el arquitecto Mauro Codussi. Frente a un majestuoso embarcadero privado se mece la lancha de la signora, una Riva de los años 50. A bordo de esta motora suele atravesar la laguna para tomarle el pulso al elegante Palladio Hotel Spa que abrió hace un año en la isla de La Giudecca.

Abre la puerta Joselito, su mayordomo filipino. En su interior, Visconti podría haber rodado cualquiera de sus películas. La luz dorada que inspiró a Canaletto inunda las estancias del palacio y se cuela por los ventanales abiertos al Gran Canal. Francesca Bortolotto, la única hotelera independiente de la ciudad, entra en el Salón Rojo. Su puesta en escena es impecable. Alta y esbelta, con porte de princesa centroeuropea. Ostenta pedigrí veneciano por los cuatro costados. Nació y creció en el vecino Palazzo Mocenigo, la casa de su abuelo, el armador Arnaldo Bennati (el Onassis italiano), hoy reconvertido por ella en un exclusivo hotel boutique de tan solo cinco habitaciones. «Venecia es un sueño, pero su magia aumenta cuando la vives desde el agua. Yo soy una gran defensora de la góndola como medio de transporte; la uso muchísimo. Es un prodigio de la técnica. En manos expertas es capaz de llegar a los rincones más bellos y recogidos de la ciudad. Otro de mis rituales es pasear por la playa del Lido las mañanas de invierno».

De profesión, hotelera. «Me hubiera gustado ser armadora, pero ese es un mundo especialmente masculino. Mi abuelo adquirió el Hotel Bauer en 1930 y, desde entonces, ha estado en nuestras manos. A su muerte, compré las acciones a los distintos miembros de la familia e hice una gran inversión para ampliar el negocio».

Fiel a su fama de ser la mejor anfitriona de Venecia, enseña su elegante residencia, decorada con tejidos firmados por Rubelli y Bevilaqua. La misma atención con la que alojó a Angelina Jolie y Brad Pitt, junto con sus hijos, durante el rodaje de The Tourist. Su agenda está repleta de compromisos, a los que hace frente con sus cuatro exquisitos vestidores: uno para los trajes de noche, dos dedicados a ropa de trabajo y, el último, para la ropa de sport. «Paso el día en el Bauer, entre reuniones y citas. A última hora de la tarde tomo el aperitivo con amigos. Me gusta mucho recibir visitas en casa, y cuatro o cinco días a la semana tengo invitados para cenar. Me encanta la cocina, mi especialidad son los espaguetis con salsas que invento con verduras y hortalizas de temporada».

De punta en blanco. Sus innumerables compromisos la obligan a cuidar con mimo su estilismo. De día se inclina por los trajes de chaqueta. «Mi diseñador fetiche es Ralph Lauren, el primero en crear ropa elegante y cómoda para la mujer profesional. Siempre que estoy en Nueva York visito su tienda de Madison Avenue. En Venecia recurro a Prada, que la tengo delante del hotel, y a la tienda multimarca Al Duca d’Aosta, propiedad de unos grandes amigos. También acostumbro a ir de tiendas en Milán. Soy una gran aficionada a los zapatos. Sobre todo, los modelos de Prada, de Versace y de Stuart Weitzman. Y cuando estoy en París siempre visito la zapatería Arche, donde me compro las botas para ir de sport. Pero mi verdadera pasión son los trajes de noche. Me gusta especialmente la alta costura de Oscar de la Renta y de Alessandro dell’Acqua».

Además, esta atrevida empresaria está firmemente comprometida con la salud de su amada Venecia. Es patrona y benefactora de la plataforma Save Venice, que cada año acomete la restauración de algún edificio histórico. También es miembro del comité de la Biennale y de la Regata Histórica, además de invitada indispensable de todas las fiestas privadas que se suceden en los fastos del carnaval veneciano.

La empresaria con camisa de Lanvin, falda de Prada y cinturón de Gucci. El sofá está tapizado con terciopelo ciruela de Rubelli.

Joan Tomás

Desde cada uno de los ventanales del Palazzo Corner-Spinelli, residencia de Francesca Bortolotto, se observa el Gran Canal.

Joan Tomás

Detalle de uno de los vestidores de ropa de trabajo. En los percheros abundan las prendas de Prada y Ralph Lauren.

Joan Tomás

En una pared del salón descansan cuadros de maestros venecianos. Sentada en un sofá de madera tallada, Francesca Bortolotto viste con un look de trabajo. Camisa de Oscar de la Renta, pantalón de Armani y zapatos y cinturón de Hermès.

Joan Tomás

En su dormitorio, maniquí con una de sus últimas adquisiciones, un vestido asimétrico de Alessandro dell’Acqua.

Joan Tomás

Joan Tomás

Joan Tomás

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