A primera vista, el tráiler de Sisterhood ofrece los típicos planos que son el ABC de cualquier programa de telerrealidad: makeovers, conflictos que se resuelven a gritos y mujeres fuera de sí llorando frente a la cámara. Sin embargo, algunas cosas faltan en este programa que acaba de estrenar Lifetime en Estados Unidos. Para empezar, los hombres. Tampoco hay escenas de desenfreno alcohólico ni ligues entre el reparto. El reality sigue a un grupo de mujeres veinteañeras durante seis semanas del llamado proceso de “discernimiento”, en el que una chica que ya ha escuchado la vocación reflexiona sobre si quiere iniciar el noviciado para convertirse en monja.

Las monjas de un convento de St. Louis colgaron esta foto en Twitter de su ‘quedada’ para ver Sisterhood.
Lo más curioso es ver cómo se ha recibido el reality en la Iglesia Católica y sobre todo entre las monjas estadounidenses. En muchos casos, organizaron quedadas para ver juntas el primer capítulo, que se emitió el pasado día 25. Y procedieron a tuitear y bloguear sobre el asunto. La hermana Cynthia escribía en la página de las Hermanas de la Misericordia que “ser monja es mucho más que dejar de llevar maquillaje” y acusa al programa de buscar el sensacionalismo y de no ser la mejor manera de tomar semejante determinación vital: “Rezo para que las mujeres del reality puedan encontrar su propio espacio ante Dios para tomar sus decisiones con libertad y con alegría”. Monica Martin, una franciscana bloguera que lleva la web Habitually Speaking se mostraba bastante más entusiasmada. Reconoce que los conventos dan para mucho drama (“es un milagro que todavía no haya habido ningún asesinato”, dice una de las monjas en Sisterhood) y aclara alguno de los puntos conflictivos, desde los más frívolos –“sí, las monjas nos depilamos”– a los más delicados: “Es verdad que las Hermanas somos novias de Cristo, per no es una relación sexual como las de las parejas casadas. Yo soy muy romántica por naturaleza y he experimentado la sensación de caminar hasta el altar hacia mi Amado. Es un recuerdo especial, pero es enteramente platónico”.
Jo Piazza, autora (seglar) del libro If Nuns run the World (Si las monjas gobernasen el mundo), en el que hace una apología del colectivo, ha escrito en The Huffington Post al respecto de Sisterhood que, si bien las religiosas “merecen ser celebrities”, convertirse en “las Kardashian de la Iglesia Católica”, no es la mejor manera. Piazza acusa al programa de perpetuar estereotipos sobre las monjas –en este caso, las consejeras de las aspirantes– como "aguafiestas que dan golpes en los nudillos", por confiscar los iPhones y los polvos compactos de las chicas. "Las monjas que yo conozco usan maquillaje y planchas para el pelo. Visten de manera púdica pero viven en el mundo moderno", dice.