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Ingrid Gehring: «Reivindicar justicia social es el ADN de mi familia»

Desde la fotografía, la publicidad, y ahora el diseño de moda o el yoga, la vida de Ingrid Gehring ha estado marcada por la búsqueda.

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La expresión no puedo no existe», habitual en su familia, no es un referente de superación, sino de conciencia. La misma que le hizo dejar la publicidad al entrar en contradicción con sus principios, la que le empujó a viajar para conocer o la que le ha guiado en la investigación de medicinas alternativas al diagnosticarle unos pocos meses de vida, hace ya 30 años.

Sus padres, arquitectos alemanes, se instalaron en la Austria ocupada cuando a su padre le encargaron la construcción de un nuevo aeropuerto. Sin carnet del partido, no pudo ejercer. Era piloto y le enviaron al frente con la Luftwaffe, allí murió cuando Ingrid tenía dos meses. Su madre, viuda y con tres hijas pequeñas, quiso volver a casa: «Huyó con nosotras cruzando los Alpes –rememora–, no sé cómo pudo conseguirlo, mis recuerdos son vagos y extremadamente duros, pero supo construirnos un futuro y, con perspectiva, pienso que fue una gran escuela».

Adicta al cambio y con intereses múltiples, la fotografía y la publicidad fueron el principio de una carrera profesional iniciada en Barcelona, donde reside. «Mi madre conocía esta ciudad porque acompañó a su padre, también arquitecto y conocido de Mies van der Rohe, a visitar la Exposición Universal del 29. No es extraño que, en un momento de penurias, pensara en esta ciudad como un lugar feliz donde instalarse con sus hijas». Ingrid estudió Publicidad, Marketing y Fotografía en la Universidad Werkkunstschule de Hannover y a los 21 años entró en Danis, histórica agencia de publicidad española.

Con 27 era consejera internacional de la agencia Troost para Europa y había fotografiado para Philip Morris las icónicas imágenes del cowboy de Marlboro. Poco después, se lanzó a viajar, libre y sola: «No podía malgastar mi energía en algo en lo que no creía». Sus fotos de Afganistán e India reflejan un mundo que ha desaparecido. El nacimiento de sus gemelas marcó otro cambio de rumbo y con una de sus hermanas creó Gehrina, una firma de moda infantil. Hoy, diseña colecciones para mujer en lana cachemir y lino 100%, según temporada. Dice no ser religiosa practicante, pero sí hacerse preguntas: «¿A qué he venido al mundo esta vez? ¿Qué me falta por aprender?» En su casa le llaman Ingo porque es una auténtica manitas. Sus clases de yoga son una escuela de vida. Tiene fans incondicionales.

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