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Flavita Banana o la ilustradora que se ríe de las cosas del querer

Flavia Álvarez-Pedrosa, la joven tras las viñetas más ácidas y divertidas del momento, publica su primer libro con dibujo y texto con la mujer como protagonista.

Flavita Banana, a la que muchos conoceréis por sus viñetas publicadas en S Moda y por sus repercusión en las redes sociales, acaba de publicar Las cosas del querer (Lumen), su primer libro con dibujo y texto con la mujer como protagonista. Una mujer que, sin embargo, advierte Flavia Álvarez-Pedrosa, la mujer tras el dibujo de Flavita Banana, no es su álter ego, aunque algo de la vida, ya sea suya o de otros, tengan las viñetas. Asegura que Flavia es “menos cínica, más relajada y positiva” que las mujeres en blanco y negro de sus viñetas. En sus escenas también hay hombres pero lo que hay, sobre todo, son opiniones no exclusivas de un género, por lo que no es un libro de chicas sino “para todo el mundo”. Se ha esforzado en que así sea y en escenificar situaciones que “dentro de muchos años sigan teniendo actualidad”. Como, por ejemplo, cuando dice: “Quiero beber como una mujer, pegar como una chica y llorar como un hombre”.

La autora se reconoce feminista “como la mayoría de la gente aunque aún asuste la palabra, que no la definición” y así con sus dibujos hace su particular “lucha por la igualdad” entre hombres y mujeres.

Flavia Álvarez-Pedrosa tiene un estilo fácilmente identificable: dibujos de trazo grueso, sin demasiados detalles, aparentemente sencillos. Dejó el color acompañante hace un par de años pensando que el “negro sobre blanco es lo que más atrae al ojo humano”. Un dibujo a veces con un pequeño texto y otras solo, el que más le gusta a la ilustradora lleva una nota de humor, a veces tan ácido que falta cualquier tipo de carcajada. Tampoco es lo que pretende. Se trata simplemente de que el lector empatice con la escena que se encuentra. Para Flavia, su trabajo es una forma de humor, sabiendo que en una lectura detenida se aprecian “muchas imágenes que no hacen reír”, que en realidad son una “reivindicación ante temas difíciles de enfocar con sorna”. Representarlos desde la ironía es su objetivo; que sus dibujos inviten a una reflexión y hacer que el lector “se sienta cerca y quiera compartir” esa forma de ver las cosas.

Esa manera de enfocar las situaciones es la que a Flavia le funciona y es la que también aplica a su creación: “Si no creo que tengas razón y encima te cabreas, definitivamente creeré que yo llevo la razón. Si sigues a tu bola, convencida y encontrando chistes que defiendan tu posición probablemente me plantee que puedas tener razón. No digo que sea correcto, digo que aplico el sistema que prefiero que apliquen conmigo”, explica sobre el proceso de creación.

Primero llegan solas las ideas. Las anota y a partir de ahí les da “muchas vueltas a lo largo del día hasta encontrar eso que las hace chistosas o poéticas intentado dar con la frase más corta que las resuma y el dibujo adecuado que las represente”.

El amor es uno de los principales temas de sus viñetas. Al final es un sentimiento del que “no podemos pasar un día sin pensar en él”, y se incluye entre quienes lo sienten; porque “acarrea mucha felicidad pero una maleta de desgracias tremenda”; y aun así, también a ella le atrae enamorarse, incluso trata de hacerlo en ocasiones. Cuando lo consigue, como el resto, “me dejo llevar como una pluma”, reconce. Es en ese momento cuando se da cuenta de que hace burla de las parejas. Pero no de todas, aclara: “Solo de aquellas que siguen ahí porque un día empezaron, porque es mayor su miedo a la soledad que las ganas de ser feliz”.

Ovetense de nacimiento (1987) creció cerca de Barcelona. A la ciudad se mudó a vivir hace ocho años. De padre español y madre francesa, pasaba los veranos en el país vecino, una influencia que le propició una educación “con mezcla de países e idiomas”. Flavia no siempre fue Flavita Banana. Así era cómo le respondía su compañera de piso americana cuando Flavia llamaba a Tina la vegetariana Tina Mandarina. Y con Flavita Banana se quedó.

Suele decir que sus referentes son Quino o Jean-Jacques Sempé, pero sin olvidarse de Serge Bloch, El Chaval y Claire Bretecher. Hay pocas mujeres en la lista porque “en el mundo de la viñeta periodística no ha habido muchas”, cuenta. Le gusta un estilo de décadas pasadas, de ahí que el tono de su trabajo no empatice con otras ilustradoras de su generación, por “el tipo de humor, el tratamiento de la imagen y el diseño del personaje”. Rechaza la etiqueta de ilustradora femenina al considerar que “unificarnos por haber nacido mujer es un poco absurdo”.

Tiene más de 160.000 seguidores en Instagram y le gusta a más de 400.000 personas en Facebook. Para ella, las redes sociales son su álbum de fotos, un “escaparate donde mostrar lo que hago y una especie de archivo y cronología de mi trabajo”. Donde todo es gratis y así quiere que sea. “Me gusta hacer viñetas, las publico y ahí quedan suspendidas”, dice. Siempre lo entendió así, como una especie de “portfolio” al que han acabado acudiendo revistas y editoriales interesadas en su trabajo.

Ahora ha sido Lumen (antes autoeditó Archivos Imperiales con 60 viñetas y una pequeña tirada, y comparte con Covadonga D’lom la autoría de Curvy) pero para otoño publicará nuevo libro con ¡Caramba!, una especie de recopilatorio de sus trabajos más notables, cuenta esta ilustradora que se pone pocos límites a la hora de crear.

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