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Fantasmas en Internet, por Javier Calvo

Entre 2020 y 2025 habrá 50.000 millones de objetos conectados a Internet.

Papelera
Getty Images

Inventor, empresario socialmente concienciado y estrella mundial de la gestión de residuos, el bostoniano Jim Poss podría haber marcado la tendencia a la que se dirigirá la tecnología en las próximas décadas a partir de un episodio completamente inverosímil.

Corría 2002 cuando se fijó en todas las papeleras que estaban hasta arriba de porquería. Luego se fijó en todos los camiones de basura que hacían su ronda a ritmo de caracol, soltando humos y congestionando el tráfico. A continuación tuvo una de esas ideas que cambian el mundo. El servicio de recogida de basuras de Boston, pensó, no era eficiente, porque los camiones no sabían qué papeleras necesitaban ser vaciadas. De manera que se dedicaban a deambular. ¿Pero quién podía avisar al camionero de que una papelera estaba llena? Fácil. La propia papelera.

Había que conseguir que las papeleras hablaran. Bienvenidos a la nueva fase del progreso. Lo que ya se llama el «Internet de las cosas» (The Internet of Things). Las papeleras inteligentes que avisan cuando están llenas ya existen: sus prototipos se lanzaron hace tiempo en la ciudad inglesa de Bath, y son la avanzada del futuro mundo conectado, donde la mayoría de usuarios de Internet ya no serán personas. Serán las cosas.

Se calcula que entre 2020 y 2025 habrá 50.000 millones de objetos conectados a la Red en el mundo. Algunos más previsibles, como los coches, que se conectarán para hablar con otros coches, con el Departamento de Tráfico o con tu familia. O las neveras, que avisarán qué artículos se han acabado en su interior. Otros menos imaginables: los envoltorios de la comida o los documentos en papel.

Quizá no parezca muy espectacular, aunque yo creo que lo será cuando nuestra casa esté llena de muebles inteligentes y botes de la despensa que nos manden correos electrónicos. Un aspecto del fenómeno que me fascina especialmente, sin embargo, es lo que el periodista británico Tom Brewster llamó en un artículo de este año los «fantasmas de Internet».

Los fantasmas de Internet son cuentas inactivas, conexiones redundantes, basura ciberespacial. En la actualidad, ocupan ya entre el 20% y el 40% de la Red, pero en la era del Internet de las Cosas los fantasmas se multiplicarán astronómicamente.

La cafetera que tienes en la cocina, mandando durante 24 horas al día un mismo mensaje: «Estoy encendida». La cámara del bebé de tus vecinos, que alguien se olvidó de apagar. Inteligencias artificiales primitivas (que con el tiempo dejarán de ser primitivas), rondando la Red.

Solamente el año pasado, una popular web dedicada a la publicidad desenmascaraba los nombres de una serie de empresas de páginas que estafaban a los anunciantes con unas estadísticas de tráfico y visitas desorbitadas. El tráfico existía y las visitas también. Sin embargo, no eran humanos. Eran lo que la industria llamaba tráfico fantasma. Máquinas que navegan por Internet e imitan la conducta humana.

Si vivimos hasta 2025, hablaremos por Internet con nuestra cafetera y nuestra bicicleta. Ellas nos reconocerán y aprenderán nuestros hábitos. La terminología paranormal no está fuera de lugar. Antaño, cuando un objeto se movía o hablaba, decíamos que estaba poseído.

Internet es joven. En el momento en que escribo esto tiene 8.440 días. Veintitrés años (te lo dice el portal howoldistheinternet.com). Aunque no nos dimos cuenta, 2009 fue un año capital en su historia: por primera vez pasó a tener más usuarios no humanos que humanos. Pero ella misma no lo supo, presumiblemente, ya empezaba a estar embrujada.

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