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Vivir de poner la mesa: el pujante universo de las ‘estilistas de comida’

Del naturalismo de Aran Goyoaga a los coloridos bodegones de Laura Ponts, que el hambre entre por los ojos es la única condición para arrasar en Instagram.

Aran Goyoaga, afincada en Seattle y con 286.000 seguidores, es autora desde hace diez años del blog 'Cannelle et Vanille'.
Aran Goyoaga, afincada en Seattle y con 286.000 seguidores, es autora desde hace diez años del blog 'Cannelle et Vanille'.The Kitchn

Un teléfono móvil, luz natural y un tablón sobre el que componer sus abigarrados bodegones. Con estas armas Laura Ponts ha seducido a 210.000 seguidores en una cuenta que en 2015 le valió el título de mejor Instagram foodie de España. A partir de ahí, despertó el interés de marcas comerciales y restaurantes como Can Jubany y Els Tinars –ambos con una estrella Michelin–, con los que colabora en su web y redes sociales. “Mi estilo es muy cargado, con mucho color y pasión”, describe esta leridana, que despliega sus trucos en el libro Arte Foodie (Planeta). No tiene problemas en reconocer que sus fotografías han evolucionado a lo largo de estos cuatro años a tenor de los gustos del público. No obstante, lo suyo “no es una moda”, reivindica. Estudió cocina en el Campus de Turismo, Hotelería y Gastronomía adscrito a la Universitat de Barcelona y combina su trabajo como food stylist con la charcutería familiar. De hecho, muchos de los ingredientes con los que juega en Instagram provienen de este negocio, situado en su pueblo, Ponts, de donde Laura (en realidad, López) tomó el apellido artístico.

Al calor de Instagram ha nacido toda una generación de profesionales del estilismo gastronómico. En la red social han puesto a prueba el tirón de sus mesas impecables, que luego han saltado a las páginas de revistas, libros de cocina o campañas publicitarias. Una de las más conocidas a nivel internacional es la vizcaína Aran Goyoaga, afincada en Seattle y con 286.000 seguidores. Autora desde hace diez años del blog Cannelle et Vanille, su experiencia en Instagram le ha llevado, al contrario que Ponts, a un estilo cada vez más depurado. “Es mucho más fluido y natural que cuando empecé”, explica a S Moda. Nieta de los fundadores de la pastelería Ayarza, venía del mundo de la repostería, donde “la precisión es súper importante”. Tuvo que aprender que “la cámara necesita un poco más de naturalidad e imperfección para transmitir una historia y una emoción” a través de la práctica. Cuando detecta en sus fotos un exceso de simetría, trata de romperla buscando “un toque de imperfección que aporta fluidez”. Tras una década como fotógrafa y estilista con trabajos editoriales y comerciales –también imparte talleres–, Goyoaga se ha abierto en los últimos tiempos a un nuevo campo profesional: el vídeo. Ha iniciado la serie A Cook’s Remedy, donde habla de su historia personal, sus raíces y de cómo la cocina le ha servido para superar sus ansiedades e incluso un desorden alimenticio. Los episodios tienen una fotografía muy cuidada, con la naturaleza como elemento constante.

Aran Goyoaga reconoce que Instagram “está saturado con mucha gente haciendo lo mismo” y que, a la hora de inspirarse, busca referentes al margen, en campos como la pintura o fotógrafos y estilistas de la vieja escuela, como Jonathan Lovekin, Todd Hido, Corinne Day o Andrea Gentl. De hecho, la proliferación de food stylists ha llevado a ciertas rivalidades, como la que mantuvieron Laura Ponts y Delicious Martha (Marta Sanahuja, con 185.000 seguidores). La primera acusó a Sanahuja, con un estilo similar, de haberle copiado algunas composiciones, aunque el episodio ya parece superado. “Sí, cada vez somos más y a veces da un poco de miedo pensar hasta qué punto va a durar todo esto”, admite Laura Ponts.

Por ahora, siguen proliferando los estilistas gastronómicos en Instagram. Como Carolina Ferrer (81.900 seguidores), de estilo rústico y más minimalista, o la cordobesa Raquel Carmona (79.300 seguidores), cuyos bodegones se caracterizan por el contraste cromático, con vistosos ingredientes que destacan sobre un fondo oscuro. El food porn no ha tocado techo y para triunfar sólo hay dos condiciones: la perseverancia y saber entrar por los ojos a miles de hambrientos seguidores.

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