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¿Es aceptable prohibir la entrada de los niños a hoteles y restaurantes?

Los establecimientos ‘Adults Only'(solo para adultos) proliferan con polémica. Algunos clientes consideran que esa es una política discriminatoria y, sobre todo, poco empática.

Cuando Agustín Gómez decidió abrir hace algo más de tres años su hotel rural en Gandía, La Gastrocasa, tuvo claro que le iba a colocar la etiqueta “adult only”. Entre otras cosas, para distinguirse de la competencia, ya que los otros hoteles de su entorno tenían una orientación más familiar. “Queríamos que primara la tranquilidad y el relax. De hecho, la mayor parte de nuestros clientes son parejas de entre 35 y 50 años que son padres y dejan a los niños con la familia el fin de semana. Vienen para desconectar y muchas veces nos dicen que si no aguantan a sus hijos, tampoco están dispuestos a aguantar a los de los demás”.

La Gastrocasa está entonces dentro del 5% de hoteles españoles que ya se publicitan como sólo para adultos, según datos de este año de la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (CEHAT). Ese porcentaje, que sigue en tendencia al alza, comprende muchos establecimientos pequeños e independientes, como el de Gómez, pero también hoteles de las grandes cadenas. El Grupo Barceló, por ejemplo, suma ya 17 centros que admiten sólo a mayores de 17 años, de los cuales ocho están en el territorio nacional, en destinos como Mallorca, Ibiza, Tenerife o Lanzarote. Siempre son lugares en los que ya existen otros hoteles sin restricciones, de manera que esa no sea la única oferta, aclara el director de comunicación del grupo, Álvaro Pacheco. El primer hotel de estas características fue el Illetas Albatros, en Mallorca, funciona así desde 2011. “Por entonces, detectamos que había un segmento de nuestra clientela que buscaba un plus de tranquilidad y desconexión”, cuenta Pacheco. Su perfil de clientes también es de mayores de 30 años, con o sin hijos, y grupos de amigos. “Normalmente, los hoteles que prestan este servicio pertenecen ala gama alta y el cliente suele ser más exigente. Sus estancias son también más cortas que las del cliente que viaja con familia”, aclaran. La oferta también se adapta: “se presta más atención a la gastronomía que es más variada y con restaurantes a la carta; la oferta de bar también es más completa y luego cada hotel diseña prestaciones adicionales que pone al servicio de los huéspedes: tratamientos en pareja, desayunos románticos…”.

Así son los exteriores del hotel La Gastrocasa, que sigue la política ‘Adult Only’.
Así son los exteriores del hotel La Gastrocasa, que sigue la política ‘Adult Only’.Cortesía La Gastrocasa

Los restaurantes sólo para adultos no son tan frecuentes pero también están proliferando. El de La Gastrocasa es uno de ellos. “Mantuvimos la misma norma que con el hotel por la misma razón, por no molestar a los huéspedes”, explica su dueño. “Es pequeño, sólo caben 16 comensales. Elaboramos el menú con lo que compramos cada día, a base de pescado y marisco. Adaptamos al cliente cuando hay alergias, pero no hacemos patatas fritas, para entendernos”.

Aunque en todos estos establecimientos especifican su política en sus webs y en sus redes sociales, es habitual recibir llamadas pidiendo cunas y camas supletorias. “Hay gente que no lo entendía muy bien al principio”, admite Gómez.

Mavi Villatoro es una de esas personas a las que “entristece” la sola idea del Adult Only. Madre de un niño de 9 años, Leo, fundó la web Mammaproof apenas nacer su hijo. Allí se recomiendan lugares de Barcelona o Madrid aptos para familias porque, según dicen, “la maternidad se vive mejor en compañía”. Cuando seleccionan los locales a los que entregan sus pegatinas Mammaprof no buscan que sean sólo orientados a niños, sino aptos para un público diverso, “lugares inclusivos, no exclusivos. Cuando un niño molesta es porque no está a gusto, igual que un adulto, con la diferencia que si el adulto no está bien puede irse o quejarse. Nos fijamos, por ejemplo, en que los camareros miren a la cara a los niños y les pregunten a ellos qué quieren comer. En lugar de eso de “el niño qué come”. Yo me sentiría humillada si hicieran eso”. Villatoro entiende a esos padres que el fin de semana que colocan a los niños con los abuelos puedan buscar un hotel sólo para adultos porque “la vida familiar es un desafío”, pero nunca sería usuaria de uno esos establecimientos ni entiende que eso sea una excusa para el que el local discrimine. “Esa no es la sociedad a la que aspiro”, aclara y de hecho se plantea recoger firmas para que la legislación se posicione en contra de una política que considera discriminatoria.

Su postura tiene una base legal, a decir de Eva Giménez, abogada del despacho Rousaud Costas Duran de Barcelona. “Si te presentas con un menor y no te dejan entrar en estos establecimientos, habría base para articular un procedimiento legal. No se puede prohibir la entrada por edad igual que no se puede por razones de raza y religión. Lo que sí puede hacer un hotel, por ejemplo, es desincentivar. Decir que no tiene cunas, que ofrece las cenas a partir de las 22.00 horas…”. La etiqueta no debe confundirse con la de las discotecas, por ejemplo, en la que la entrada al menor se prohíbe precisamente para protegerle, ni con la existencia de vagones silenciosos en los trenes, puesto que en ese tren existen otros vagones donde sí pueden viajar los niños.

La cuestión legal saltó a los medios el año pasado, cuando la vicepresidenta valenciana Mònica Oltra, que es también la encargada de Igualdad y Política Inclusiva, presentó una alegación que pretendía prohibir la discriminación por edad en establecimientos turísticos. La iniciativa legislativa no salió adelante pero animó en las redes (ese día #HotelesSinNiños fue trending topic) una polémica que resurge cada cierto tiempo. Sucedió también hace unos días cuando @hematocrítico, uno de los líderes de opinión del Twitter español, colgó una captura de pantalla del programa Arusitys en La Sexta en el que se discutía “Y usted, ¿qué opina de que los niños vayan a los restaurantes?”. Él ironizó: “¿O meterlos en un saco con una caja de cereales?”. Y en sus comentarios se repitieron las opiniones ya clásicas: “infantofobia”, “convertir a los niños en problema”, “hay que educarlos en casa”, “peores son los adultos”, etcétera.

Fuera de las redes, Hematocrítico se llama también Miguel López y es profesor de Primaria y padre de dos niñas de cinco y un años. Entiende que pueda haber lugares sólo para adultos pero aclara: “soy partidario de ir con mis hijas a todas partes. Te puede molestar un niño pero también un borracho o un tío que grita mucho o que te echa el humo a la cara. El mundos sería más cómodo si nadie molestase pero es así, lo compartimos”.

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