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Elvira Lindo y Carmen Ruiz, un tándem español en la Gran Manzana

No coinciden en el color de la pedicura. En lo demás, en casi todo. Guionista y actriz estrenan La vida inesperada. Una spanish movie en el Nueva York más colorista.

Una spanish movie en Nueva York

Guionista y actriz repiten colaboración, tras unos pinitos teatrales, en la última película de Jorge Torregrossa (Fin). La escritora firma el guión. “Creo que es el sexto propio…”, hace cuentas. La etiqueta de comedia agridulce le va bien a esta historia en la que el delirio por conquistar Nueva York recoloca a sus protagonistas: Javier Cámara, que lleva diez años en la ciudad peleando por triunfar como actor y Raúl Arévalo, su primo pequeño: un ejecutivo más joven, más guapo, más exitoso. Una aspiración typical spanish que ambas conocen muy bien. Elvira Lindo nos sitúa: “Carmen interpreta a la compañera, la amiga, la amante y hasta la madre a veces de Juanito (Javier Cámara). Una de las pocas cosas de verdad que él ha encontrado allí”. Ambas saben en qué consiste formar parte de ese batallón de aspirantes a artistas que pelean por un sueño. Por eso le ponen humor.

Algo más “inesperado” que la muerte era el título de la obra de teatro que os unió por primera vez hace cuatro años en Madrid. Pero lo vuestro, más que inesperado parece premeditado.

E.L. Sí, tuvimos amistad a primera vista. Luego yo la invité a venir a Nueva York para leer un texto mío en el Instituto Cervantes… y acabó durmiendo en mi sofá cama.

C.R. Extraordinariamente, por cierto. Fue mi primera visita a la ciudad. Yo estaba excitada como una monilla.

Xavi Menós

Elvira, tú y Antonio os habéis convertido en una especie de embajadores-residencia de España en Nueva York.


E.L. Pero pagado con dinero privado… (ríe). Somos acogedores, dicen.

Javier Cámara, que está crecido en esta película anterior a su Goya, te animó e inspiró para que escribieras la historia. ¿Cómo entró Carmen en el equipo? 

E.L. La verdad es que yo siempre soñé que este papel lo hiciera ella. Le llegué a comentar que se postulara y ella dijo que ni pensarlo.

¿Se lo propusiste al director de casting

E.L. No. Esas decisiones tienes que dejar que las tome quien debe hacerlo. El guionista debe tener mucho cuidado con sus propuestas. Y cuando me dijo que la habían llamado para hacer una prueba fui feliz. El carácter del personaje, con una personalidad tan resistente, y sin perder la sonrisa… Me encanta.

C.R. Es un papel maravilloso. Una actriz en Nueva York haciendo obras de Miura y Lorca…

Formar parte, en un momento tan triste como el que estamos viviendo culturalmente, de un rodaje en la Gran Manzana junto a otros españoles, ha debido ser excitante.


E.L. Un milagro.

C.R. Efectivamente. Pero detrás hay una productora y mujer sensacional, luchadora y valiente, Beatriz Bodegas. De esas que te dan ganas de gritar: ¡arriba las mujeres!

E.L. Sí, porque estaba sola contra todo un sistema y sacó el dinero de debajo de las piedras.

Aunque está protagonizada por dos hombres, la película tiene unos estereotipos femeninos muy marcados. Y es curioso cómo la historia contrasta las diferencias entre la mujer americana y la española. En un momento de la trama, Juanito afirma que si quieres tener sexo con ellas, es imprescindible llevarlas antes a cenar. ¿Va a resultar que nosotras, ahora, estamos más liberadas?


E.L. En algunas cosas sí. Por un lado, su educación y cultura les hacen imponer muchas reglas, pero por otro, se muestran muy desasistidas y desamparadas. Necesitan encontrar un novio desesperadamente, estar acompañadas. Es muy contradictorio. Yo creo que nosotras somos más flexibles.

C.R. Tienen otro carácter, desde luego. No sé si frialdad es la palabra adecuada para definirlas, pero tratan de mantener su espacio y no dejan que entres fácilmente. De hecho, a mí en el rodaje me hicieron la cobra algún día… Hay gente muy escrupulosa con los besos, las bacterias…

Xavi Menós

¿Es fácil hacer amigos allí?


E.L. Es distinto. Yo en Madrid tengo amistades muy heterogéneas, en España tenemos más tendencia a mezclarnos. Tampoco quiero parecer el anuncio de Campofrío. Son culturas muy distintas.

Hay mucho típico español en el guión. Lo que más, la madre de Juanito, con la que habla todos los días por Skype. ¿Tú madre era así, Elvira? 

E.L. Imagino que sí, pero como murió cuando yo era adolescente no tengo esa referencia. Mi ejemplo era la de Javier Cámara. Hay muchas cosas copiadas de ella, esa madre tan amante del hijo varón, que es algo muy español. Ella, físicamente, tiene un aire a Chus Lampreabe. Es muy cómica.

Yo pensaba: esta señora es la madre de Antonio (Muñoz Molina).


E.L. Uy, pues también. Hablamos con ella por skype, a sus 82 años, muy a menudo. Es fantástico estar por la casa oyéndola: “Entonces, ¿qué hora es allí, hijo? Ay… seis horas menos… ¿Y qué habéis hecho de comer? Yo he hecho un apaño con una sobras del arroz de ayer…”.

¿Siguen existiendo esas madres?


E.L. Hombre, incluso entre las que nos creemos tan modernas. Somos igual de pesadas con los hijos.

C.R. Mi chico tiene un hijo. Yo siempre le digo que soy su madrastrilla, y a veces también me escucho diciéndole cosas que pienso: uy, cómo me parezco a mi madre… (ríe)

¿Nueva York os causa más admiración o complejo?

E.L. Al principio te puedes sentir algo intimidado. Pero cuando conoces aquello te das cuenta de que nosotros también tenemos mucho mundo.

C.R. Yo creo que admiración. Complejo no lo había pensado nunca. Yo he conocido a gente en el equipo americano que no ha salido nunca de allí.

¿Tienen los actores un enfoque distinto de la profesión? 

C.R. Los americanos son muy disciplinados. Cantan, bailan, interpretan… Su visión es mucho más global.

E.L. Aunque Carmen, con la preparación que tiene, podría ser una actriz americana perfectamente. Entiende el oficio en todo su abanico de posibilidades. En España están los que estudian y los que no lo hacen.

C.R. Uno tiene que saber de todo para prepararse para la batalla. Y allí hay una competencia tan brutal… lo hablaban: la edad, el físico… todo condiciona el triple.

¿También en lo referente a otros artistas: escritores, pintores…?


E.L. Es que yo creo que el mundo americano es el mundo de la interpretación en mayúsculas. El famoso show business. Y está por encima de otras artes. En el mundo del espectáculo, cualquier cosita que veas tiene un punto de dignidad… increíble. Eso hay que aprenderlo de ellos, pero sin complejos. El mundo de la literatura, por ejemplo, es mas solitario. El show business es más gregario.

Xavi Menós

Qué bonito el reflejo de los actores españoles que dan vida al repertorio español del Off Broadway.


E.L. Mucha gente no sabe ni que existe. Y existe tal cual. Luego, los actores tienen que vivir de mil cosas distintas. Y cuando pasan 10 o 15 años se plantean, ¿realmente ésto es lo que yo soñaba? Te encuentras con muchos personajes así que están un poco estancados en una ilusión juvenil. Es duro decirlo, pero es así.

¿Los 40 es la edad para plantearte sentar la cabeza?


E.L. Puede serlo.

C.R. Yo estoy a punto de cumplirlos, en julio. Aunque en el mundo de la interpretación todo es muy relativo. Cristina Hendricks, por ejemplo, dijo que menos mal que habían hecho una serie con los cánones de Mad Men o ella no habría llegado a ningún sitio. Los cánones de belleza te pueden fastidiar la vida.

¿Aquí manda mucho el canon?


C.R. Yo creo que cada vez más. Y cada vez nos meten más moda todo el rato…

E.L. Pero como aquí hace unos años, que de repente la edad de los argumentos descendió y todas las pelis las protagonizaba gente muy joven con tramas muy inmaduras. A mí me gusta el cine francés con personas maduras haciendo historias…

Siendo las dos tan locas por la moda, ¿habéis ido de compras juntas?


E.L. Hombre, claro… Carmen me ha descubierto sitios. Ella me mola porque yo creo que somos mujeres que compartimos muchos gustos culturales y, luego, también nos gusta ir de compras. Porque no está reñido. Y en su mundo eso es más comprensible, pero en el mío se ve como algo frívolo. Y es mentira. Yo creo que mucha gente de la cultura tiene una pose con respecto a eso. A las mujeres, en general, nos gusta la ropa.

C.R. Es un arte alucinante. Y dice tanto de una persona… Define su personalidad. Si te gusta la cultura, te gusta la moda.

¿Cruzar el charco ayuda a abrir la mente a la hora de vestir?


E.L. A mí, muchísimo. Las españolas nos arreglamos más. Las americanas son muy prácticas. En España, por ejemplo, cuando se quedan embarazadas y tienen un hijo, se arreglan y se arreglan. Las americanas se abandonan un poco. Nuestra cultura es más coqueta.

C.R. Por eso en Nueva York ves cosas que nunca verías aquí. Cuando Javier Cámara y yo nos cruzábamos con alguien muy extravagante por la calle él le gritaba: ¡Bravo! ¡Bravo! Y ese miedo por fin se está perdiendo aquí también. Yo soy muy de sombreros y a veces me da corte. Mezclar un vestidazo con unas zapatillas. Hay que atreverse.

E.L. Yo en Nueva York, en el día a día, distingo a una mujer española a 300 metros porque va puestecita, estiradita. Va con su zapatillas para pasear… Como que es consciente de su cuerpo y de como va. La americana se desparrama (ríe). Es, como que tú eres dueño de tu burbuja y vas como te da la gana.

C.R. Yo he visto a gente paseando al perro en pijama con zapatillas de deporte.

E.L. ¡A mí!…

Xavi Menós

La película habla mucho de atreverse. ¿Qué nota tenéis vosotras en esta asignatura?


E.L. Yo muy buena.

C.R. Yo teniendo en cuenta que dejé un trabajo fijo para estudiar arte dramático a los 24… Para mí eso sentó un precedente muy importante en mi vida y ahora digo: si yo hice esa barbaridad, ¿a qué no me voy a lanzar? Me voy a arrepentir de lo que he hecho, no de lo que no he hecho.

¿Creéis más en el azar o en el trabajo?


E.L. En las dos cosas. Hay mucha gente que se lo curra mucho y no consigue llegar. Mucha.

¿Le habéis mentido alguna vez a vuestras familias, en los malos momentos, para que no sufrieran? 


E.L. A mi padre un montón de veces. Yo siempre quería que pensara que me iba bien.

C.R. Yo no. Fui siempre muy clara y cuando tomé la decisión, se lo dije a mis padres y mi padre me dijo: Hija, yo lo que quiero es que seas feliz con lo que hagas, pero no tengo dinero para ayudarte. Y siempre se lo agradeceré.

Una de las decisiones más importantes que habéis tomado para ser como sois.


E.L. Yo también dejé mi trabajo. A los 31 años me ganaba muy bien la vida como guionista de radio y lo dejé y me fui a mi casa a escribir.

¿Por qué creéis que pasa tan a menudo que queremos para nosotros la vida que vemos en los demás? Raúl y Cámara lo hablan en la peliícula.

E.L. A mí no me ha pasado jamás. Veo a otra gente y lo que siento es admiración.

C.R. Ni a mí. Yo siento admiración por mucha gente pero no quiero vivir la vida de nadie.

E.L. Además, las personas envidiosas me dan mucha grima, te minan mucho. A mí, por ejemplo, me pueden decir, claro tú vives aquí, allí… Hombre claro, yo vivo de mi trabajo y vivo donde quiero. Pero cuando tenía otro tipo de vida, me levantaba a las 3 de la mañana y curraba también muchas horas… yo las penas no las contaba. No me ha gustado ni me gusta ir de víctima. Aún cuando he tenido una vida difícil, veía que provocaba envidia en algunas personas. Y no me gusta esa sensación… es muy desagradable. Y muchas veces eran personas que tenían más que tú. Que no solamente envidia el que tiene menos.

C.R. Exacto. La envidia es la admiración del mezquino.

¿No querer correr riesgos es ser miserable?

C.R. No, es ser precavido, quizá cobarde a veces.

Lo inesperado os pone…


E.L. De 0 a 10, un 10.

C.R. A mí muchísimo. Todo también.

¿Y si pudiérais vivir dos vidas, como le sucede al final a Raúl Arévalo, que no sabe por cuál decidirse?


E.L. Pues hombre, yo me atrevería por la más excitante. Sería actriz, pero de las de verdad.

C.R. Yo escritora no. A mí me encantaría cantar. Me gustaría ser una buena soprano.

E.L. Una como Teresa Berganza, que la vi en los Príncipe de Asturias y llevaba un pelo cardado en distintos tonos que yo dije, qué moderna, qué increíble.

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