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Elein Fleiss: «Purple Journal’ era más una revista de un artista. Seguía mi propia intuición»

La editora parisina Elein Fleiss es una mujer replegada en una idea del mundo inamovible. Entre sus credenciales está ser cofundadora y editora de la revista ‘Purple’ y todas sus declinaciones, además de fotógrafa, artista y comisaria. Su influencia es como la lluvia fina del norte: monumental a la vez que brumosa.

A principios de la década de los noventa nació en París una publicación llamada Purple Prose, a medio camino entre el fanzine y la conciencia del zeitgeist de toda una generación. La imagen de la industria de la moda, el cine y el arte estaba a punto de cambiar de cara. La publicación nació como respuesta poética y política. Sus dos fundadores y editores podrían ostentar estos cargos respectivamente. Por un lado, Olivier Zahm (París, 58 años) como comisario político e ideólogo y por otro, Elein Fleiss (Boulogne-Billancourt, 54 años) como comisaria poética. Esta diferencia se palpaba en los dos prólogos con los que abrieron el libro Purple Anthology (Rizzoli, 2008). El de él es aparato teórico y el de ella recuerdos impresionistas. Entre portadas con Comme des Garçons por Mark Borthwick o con Chloë Sevigny como modelo, Purple impulsó y dio libertad a toda una generación de fotógrafos de moda (Wolfgang Tillmans, Juergen Teller, Anders Edström) y artistas (Susan Cianciolo, Jutta Koether, Vanessa Beecroft, Richard Prince, Harmony Korine) y fue el faro donde se han reflejado todas las revistas independientes de moda y cultura en las últimas décadas.

Luis Cerveró y Lucía Boned, socios de la librería de arte Terranova en el barrio barcelonés de Sant Antoni, pidieron a Fleiss que les llevara su stock de archivos de sus publicaciones para venderlo en Sant Jordi. Trajo sus últimos ejemplares de la revista publicada en la década de los noventa, todo Purple Prose y todo Purple Journal. Esta última fue uno de los artefactos impresos más delicados y poéticos que se han hecho jamás. Poseía una influencia estética japonesa incluso en temas no nipones y la sensación perenne de una sensibilidad sosegada: “La relación de los japoneses con el arte, con la naturaleza, pasa más por la sensibilidad, la poesía y los ojos de los sentidos, no por el intelecto. Mi relación con el mundo no pasa por las mismas cosas que la mente europea común. Cuando fui a Japón, encontré gente como yo”, ilumina la editora.

Parte de la colección de las publicaciones de Elein Fleiss.
Parte de la colección de las publicaciones de Elein Fleiss.ADRIÀ CAÑAMERAS

Fleiss es una mujer de presencia suave, con una mirada que esconde una forma de ver el mundo inquisitiva, rigurosa y poética. Su indumentaria es discreta, de paleta orgánica aunque con alguna pieza que dota al conjunto de rotundidad. Proyecta una imagen de un universo refugiado, en orgullosa y cultivada autarquía. Según las palabras de Dike Blair, colaborador de Purple Prose, en el volumen Purple Anthology: “El ojo crítico de Elein era afilado y su estética suave, gris pálida y beis. Es una fotógrafa de una sutil sensibilidad y una crítica de gran perspicacia”.

Son hitos de su historia dos momentos de indignación. El primero cuando Fleiss con 21 años era una joven comisaria de exposiciones: “Buscaba un escritor de arte para elaborar una carta abierta junto con muchos artistas contra un crítico reaccionario que escribía en Libération. Fue en el 89 y una mujer del entorno artístico, Rebecca Camhi, me propuso pedir el texto a Olivier, que por entonces escribía en Art Forum. Nos conocimos por la mañana y ya no nos separamos. Estuvimos juntos durante seis o siete años como pareja y luego seguimos trabajando como equipo sin serlo”. La segunda indignación trajo a la criatura: “Nicolas Bourriaud, un crítico de arte francés, publicó una revista, Documents sur l’art. Y me disgustó porque se enfrentaba al arte de un modo condescendiente. El modo en que mi mente funcionaba no se reflejaba en esa publicación. Entonces le dije a Olivier: ‘¿Por qué no hacemos una revista también?’. Y él dijo, ‘Está bien’. Eso es todo. No teníamos idea de cómo hacerla. Del coste. Ni siquiera sabíamos que necesitaríamos un diseñador. Purple Prose empezó así. No encargamos ningún estudio de marketing. Simplemente lo hicimos. Así, espontáneamen te”. Poco a poco la revista fue haciéndose más visual y expandiendo sus fronteras. Viajaban continuamente a Nueva York en una aerolínea paquistaní, PIA, muy barata “aún recuerdo el olor de la comida del avión”, dice. Era un artefacto de eje franco-estadounidense de un carácter decididamente transversal, sin diferencia entre artes menores, populares y arte con mayúsculas.

Fleiss, en la librería Terranova de Barcelona, donde vendió sus revistas y ‘polaroids’. “Empecé a hacer fotos digitales en 1994, tenía una textura como de Super 8 entonces, luego me pasé a la diapositiva”, explica.
Fleiss, en la librería Terranova de Barcelona, donde vendió sus revistas y ‘polaroids’. “Empecé a hacer fotos digitales en 1994, tenía una textura como de Super 8 entonces, luego me pasé a la diapositiva”, explica.ADRIÀ CAÑAMERAS

Seguir el instinto

En esa continua búsqueda de por dónde se movía el arte que importaba llegaron a la moda: “Al principio de Purple Prose descubrimos a Martin Margiela. Tal vez en 1993, no al comienzo de Margiela, pero en 1993 en Francia era bastante raro interesarse por él. Quedé completamente fascinada por su trabajo. Fue una gran historia de amor: usar su ropa, pero también ir a sus desfiles. Más allá de eso, la moda nunca me interesó”.

La incursión tiene que ver más con el interés por el método de trabajo casi como obra artística en sí: “Cuando decidimos mostrar moda en la revista, no sabíamos que necesitábamos estilista, peluquería o maquillaje, así que no los usábamos. No sabíamos nada. Ni siquiera teníamos modelos. Llamábamos a un fotógrafo que nos gustaba como Mark Borthwick o Tillmans o Anders Edström, alguien que hubiésemos conocido en esos años y le pedíamos: ‘Dispara la colección de Comme des Garçons o Margiela con un amiga tuya’. Y listo. Nos encantaba lo que nos devolvían. Ese método duró muchos años y generó imágenes que eran completamente diferentes a las de las revistas de moda clásicas. Creamos un modo nuevo de aproximarse a las editoriales y acabó siendo muy influyente. No nos dimos cuenta al principio de qué estábamos haciendo. Era completamente libre”. Con el tiempo Zahm se quiso meter más en el mundo de la moda. “Ahí se hizo difícil trabajar juntos, porque yo todavía quería estar a un lado observando de refilón y él quería estar inmerso de lleno. Por eso nos separamos en dos publicaciones y comencé Purple Journal. Quería ir en otra dirección y no me apetecía que una marca me dijera lo que tenía que fotografiar. Tuve que dejarlo ir, lo cual estuvo bien, mejor para los dos”. Fue en 2004. Por un lado, Zahm continuó su huida hacia adelante, que sigue a día de hoy, al corazón de la bestia de la industria de la moda en Purple Fashion. Por otro, en Purple Journal Fleiss mantuvo el espíritu comunitario, colaborativo y sensorial con colaboraciones que iban de las fotografías del citado Borthwick a textos encargados a Alanis Morissette o imágenes de Daniel Riera. “Cuando hice Purple Journal ya no estaba en el mundo del arte. No estaba en ningún mundo en realidad. Era más una revista de un artista. Seguía mi propia intuición. Y a la gente que conocía, gente que me interesaba, mi propia vida. Era una aprehensión del mundo tratando de sentirlo. Era una revista poética, pero no sobre poesía”, define la parisina. A partir del octavo número empezó a pedir a varias personas que se centraran en un día específico para trabajar el concepto de diario. Una entrada para cada día de personas de todo el mundo, ya fuera con foto o texto: “Un escritor francés, Marcel Cohen, me dijo que rara vez había visto a alguien crear algo a través de otras personas. No me di cuenta antes de que me lo dijera. Podría haber hecho un libro con esta idea, pero distribuí la autoría”.

La colección de polaroids de la editora.
La colección de polaroids de la editora.ADRIÀ CAÑAMERAS

El blanco y negro era una factor unificador de la nueva publicación de una coherencia gráfica impecable. Cómo se hacía la selección fotográfica entra en el terreno de lo telúrico: “Lo hacíamos Laetitia Benat [jefa de redacción de Purple Journal y artista] y yo. Lo hacíamos en dos segundos: sí, no, sí, no, sí, no, sí, no… Era completamente visual. No pasaba por el cerebro. Pedíamos fotos a las personas que creíamos que podían encajar con el estilo. La elección final la hacíamos las dos juntas, siempre alineadas. Todo muy rápido. Era como magia. El número cero del Purple Journal son solo imágenes en blanco y negro con textos muy breves. Lo regalamos con el último Purple que hice con Olivier. Iba encartado. Lo hicimos Olivier, Christophe Brunnquell, Laetitia y yo en tan solo unas tres horas con imágenes de mucha gente. Es muy especial. Unas 100 páginas. Es una de mis publicaciones favoritas”.

Tras dos décadas de ser una de las personas con más influencia cultural de Europa, a caballo entre París, Nueva York y Tokio, Fleiss ralentizó su actividad hasta trasladar su residencia a un pueblo medieval de la Occitania francesa, Saint-Antonin-Noble-Val, donde vive con su hija Clarissa: “Con hijos no puedes hacer una revista como la hacía yo. Éramos pocas personas haciendo todo tipo funciones que tienes que desempeñar en una revista: diseño, corrección, edición, coordinación. Con tantas tareas no puedes tener un niño en casa. Ahora que Clarissa es un poco mayor, en lugar de publicar, he decidido abrir una galería en mi pueblo con una socia, la artista inglesa Andie Wilkinson. Estamos en el mismo momento: mujeres de alrededor de cincuenta y tantos años que ralentizaron la carrera en algún momento. Volvemos a empezar juntas. Se llamará Le Batèl, que en lengua occitana significa el barco”.

Las publicaciones de Fleiss.
Las publicaciones de Fleiss.ADRIÀ CAÑAMERAS

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