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El homenaje de Curro Sánchez a su padre, Paco de Lucía

El flamenco misterioso, el maestro reflexivo, el artista exigente, el amigo incondicional. El hijo del guitarrista los reúne a todos en un documental.

Curro Sánchez

«Alegre y vitalista, como Entre dos aguas». Así es el final que eligió Curro Sánchez para su película Paco de Lucía: la búsqueda, pese a la inesperada muerte de su progenitor en febrero (a quien aún se refiere, a veces, en presente), que les dejó huérfanos a él y al proyecto. Terminar la película con la tristeza del funeral no hubiera hecho justicia al carácter del mítico guitarrista flamenco, según cree este cineasta de 30 años. Admirador del estilo documental anglosajón, Sánchez realiza un recorrido por la vida y carrera de su padre y maestro, a quien entrevista en primera persona; y recoge –«como si él lo estuviese recordando en su último concierto»– memorias de familia, influencias y testimonios de otros artistas, como Estrella Morente, Alejandro Sanz o el músico de jazz John McLaughlin.

¿Cuál es la imagen más curiosa del filme?

Para el gran público, verle en una fiesta flamenca en mi bautizo, por ejemplo, relajado, sonriendo… Porque él casi nunca sonreía en el escenario. En el plano profesional, una grabación de la BBC en la que sale a los 21 años ejecutando Malagueña de Lecuona con un virtuosismo brutal.

¿Por qué este título?

Porque trata de cómo abrió nuevas fronteras para el flamenco. Y también es la búsqueda de un hijo hacia su padre.

Destacan las interesantes reflexiones que hace.

Puede sonar pedante al ser su hijo, pero creo que tenía tres cualidades que le hacían único. Su genialidad como músico; que articulaba el pensamiento con claridad, inteligencia y precisión; y que era muy atractivo y carismático.

Pero le coartaba la cámara…

Al principio estaba un poco escéptico, porque ya se habían hecho dos documentales sobre su figura. Hacerle partícipe fue lo más complicado, pero después tomó las riendas, casi diría que fue codirector.

¿Cómo era su relación con él?

Parecida a lo que cuenta de su amistad con Camarón. Mi padre es un tío muy divertido, pero tímido. Y si tiene delante a otro igual que encima es su hijo… El documental nos volvió a unir, porque yo me crié con mi madre.

De Camarón decía Paco que tenía «esa cosa salvaje», pero también oído y sensibilidad. ¿Valdrían esas mismas palabras para definirle a él?

Totalmente. Tenía un lado flamenco, racial, enraizado en las tradiciones. Y también otro refinado, clásico y elegante.

¿Era, como el cantaor, un incomprendido?

Sí. Era neurótico e inseguro, y nunca se sentía a la altura de lo que él mismo esperaba. Cuando la gente se levantaba en un teatro a aplaudirle, si pensaba que no había estado bien, creía que nadie le entendía. Eso le amargaba. Pero si algo le entusiasmaba, como una improvisación, era el hombre más feliz del mundo. Le duraba unos minutos, pero tocaba el cielo.

Al rememorar la disolución de su grupo El Sexteto, admite que se hicieron «mayores y quisquillosos». ¿Tenía una sensación agridulce respecto al pasado?

Como en Ciudadano Kane, al final le quedan sus recuerdos de infancia. Después de viajar y conocer a los personajes más interesantes del mundo, seguía recordando Algeciras y su niñez. Llegó a ver parte del material.

¿Estaba contento con el resultado?

No. Me daba caña por todas partes con respecto a la música [se ríe].

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