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«Con ella alcancé las cimas más altas de felicidad y desgracia»: el amor imposible de Frank Sinatra y Ava Gardner en España

Pese a que sólo estuvieron casados entre 1951 y 1957, la actriz y el cantante nunca durante su vida perdieron el contacto. Las calles de Madrid presenciaron mejor que nadie su complicada relación.

Frank Sinatra y Ava Gardner en 1953.
Frank Sinatra y Ava Gardner en 1953.Getty (Getty Images)

Por casualidades del destino, Ava Gardner y Frank Sinatra terminaron siendo vecinos en 1946 en el Sunset Tower de West Hollywood. Ella se acababa de divorciar de su segundo marido, el músico Artie Shaw. Él, como en otras tantas ocasiones, se había escapado de la casa que compartía con su esposa, Nancy Barbato, con quien tenía tres hijos. Por entonces todos eran conocedores de la latente crisis matrimonial que arrastraban Frank y Nancy. Aunque oficialmente no sería hasta tres años más tarde que la actriz y el apodado como “La Voz” empezarían una relación de película.

El inicio de su pasional historia arrancó en el otoño de 1949. Tras una noche loca en Palm Springs, nuestros protagonistas se subieron a un Cadillac. A Sinatra no se le ocurrió otra cosa mejor al entrar en Indio, California, que coger un revolver de la guantera y ponerse a pegar tiros a lo loco. Varios escaparates y farolas saltaron por los aires, y hasta acabó hiriendo accidentalmente a un hombre que pasaba por ahí. Al pagar 30.000 dólares quedaron en libertad bajo fianza y, ya en Los Ángeles, siguieron viéndose secretamente. Como Marcos Ordóñez apuntó en el imprescindible Beberse la vida: Ava Gardner en España, “los dos eran apasionados, inseguros y volubles. A los dos les gustaba la noche, el alcohol y los cigarrillos en cadena, y ansiaban convertir su vida en una fiesta continua. Tenían la misma energía, el mismo carácter endiablado y un insaciable anhelo de estímulos”. Eran tal para cual.

No sería hasta una fecha tan señalada como el Día de los Enamorados de 1950 que Nancy daría el paso de tramitar el divorcio. Sin embargo, la felicidad no les duraría mucho que digamos. Un mes después, Artie Shaw invitó a Sinatra y a Ava a uno de sus conciertos en el Bop City de San Francisco. Comido por los celos, Frank le sugirió a su amada que no fuera. Como era de esperar, no le hizo caso. De pronto sonó el teléfono del apartamento de Shaw. “Sólo llamaba para despedirme de ti”, dijo él. “¿A dónde vas, Frank?”, replicó Gardner. “Voy a un lugar al que no puedes acompañarme, nena”, respondió. De inmediato se oyeron dos disparos. Temiéndose lo peor, Ava fue en su busca y se lo encontró sentado en la cama sonriendo con un libro en las manos. Aquello fue lo que la apresuró a poner rumbo a España para participar en Pandora y el holandés errante. Con 28 años, a mediados de abril, la actriz llegó a Tossa de Mar. Así empezó su longevo idilio con nuestro país.

Pandora y el holandés errante no sólo fue todo un acontecimiento en la Costa Brava, sino la primera producción hollywoodiense grabada íntegramente en tierras españolas. Ciertamente fue un fracaso de taquilla, pero el rodaje en sí dejó para la posteridad un sinfín de anécdotas. Sin ir más lejos, la prensa de la época alimentó un presunto romance entre Ava y el torero, a la par que poeta, Mario Cabré. No cabe duda de que él se enamoró hasta las trancas de la estrella y que, al menos, una mañana se despertaron bajo las mismas sábanas. Pero de ahí a que estuvieran juntos hay una gran diferencia. Ya pueden imaginarse qué ocurrió cuando la periodista Cecilia Ager se hizo eco de la noticia en Variety. El 13 de mayo Frank llegó al aeropuerto de Barcelona con cara de pocos amigos. No vino precisamente con las manos vacías: más allá de varias cajas de Coca-Cola, en una de sus maletas llevaba un collar de esmeraldas valorado en 10.000 dólares. Al día siguiente, Gardner lució con orgullo la joya ante los fotógrafos congregados en Cataluña. De vuelta a Estados Unidos, Frank negó el regalo porque aún no se había materializado su divorcio.

Frank Sinatra y Ava Gardner en la Costa Brava.
Frank Sinatra y Ava Gardner en la Costa Brava.Getty (Bettmann Archive)

Tal como la propia Ava contó en sus memorias de 1988 acerca de su affaire con Cabré: “Frank dijo que no me lo perdonaría nunca. Y no me lo perdonó nunca”. Pese a sus constantes peleas y sus escenitas motivadas principalmente por los celos, el 7 de noviembre de 1951 se casaron. Lo suyo estaba predestinado a ser una bomba de relojería. Siendo ella una de las caras más populares de la Metro, y él un cantante venido a menos (en aquellos tiempos, claro está), a finales de 1952 Ava se excusó durante unos días del rodaje de Mogambo para abortar. Pocos meses después volvió a hacerlo por segunda vez. Él ansiaba tener un hijo con ella; Gardner no. En el verano de 1953, tras una sonada pelea en Londres, la estadounidense puso tierra de por medio y voló hasta Madrid. Sinatra no la acompañó, ya que tenía que volver a Estados Unidos para promocionar su papel en De aquí a la eternidad. Durante meses no tuvieron ningún tipo de contacto.

Ava se instaló temporalmente en una suite del Castellana Hilton porque ni el Palace ni el Ritz veían con buenos ojos a la gente de la farándula. En agosto de 1953, en una de sus habituales nocturnas y etílicas salidas por la capital, conoció en Chicote a quien sería meses más tarde uno de sus amantes más célebres: el también torero Luis Miguel Dominguín. De hecho, los tres pasaron las Navidades juntos aquel año en Madrid. La noche del 26 de diciembre la terminaron en el tablao del Villa Rosa. “En cuanto se fue Sinatra del Villa Rosa, Ava empezó a despotricar contra él y contra todo, mezclando insultos en inglés y en español. No había forma de hacerla callar, hasta que Luis Miguel se levantó y le arreó un par de bofetadas. Uno de los pendientes de brillantes que llevaba salió despedido y fue imposible encontrarlo. Eran las seis de la mañana. Muchos se fueron, pero Ava quiso seguir la fiesta. Y acabamos en mi casa, en la calle de Povedilla, donde mi tata preparó sopas de ajo para todo el mundo”, recogen las memorias de Lola Flores El volcán y la brisa escritas por Juan Ignacio García Garzón. Sinatra sabía perfectamente que su esposa le era desleal, pero él no es que fuera precisamente un santo. El 25 de marzo de 1954, cuando se alzó con el Óscar al Mejor Actor de Reparto por De aquí a la eternidad, Ava le felicitó simplemente con un telegrama.

Frank Sinatra y Ava Gardner con Lola Flores.
Frank Sinatra y Ava Gardner con Lola Flores.Getty (AFP via Getty Images)

Tras poner fin a su relación con Dominguín en el verano de 1954, Gardner empezó a decorar una finca en La Moraleja, de nombre La Bruja, que había comprado por 66.000 dólares. En 1955 finalmente se instaló ahí. Con anterioridad se había planteado seriamente divorciarse de Frank, pero con lo que no contó es que en 1956 su todavía esposo volvería a España para participar en Orgullo y pasión de Stanley Kramer. Su objetivo estaba claro: quería estar lo más cerca posible de Ava para reconquistarla por enésima vez, a pesar de que ella se veía con el actor italiano Walter Chiari. Como de costumbre, sus incendiarias peleas marcaron aquellas semanas. Obviamente, no ayudó mucho que digamos que el intérprete de My Wayllegara a Madrid del brazo de la cantante Peggy Connolly. Ni tampoco su actitud durante el rodaje. “Sinatra estaba permanentemente cabreado y todo le importaba un pito. No consiguió que le trajeran su Cadillac desde Estados Unidos, y Luis Megino padre juntó cielo y tierra para arreglar aquello. En producción tenían una auténtica flota de la casa Mercedes. Tenían una docena de coches maravillosos, y Sinatra se los fue cargando uno tras otro. Rodaban en las montañas, y Sinatra subía con el Mercedes campo a través y los destrozaba. En media hora les partía el cárter o lo que fuera”, narró el productor Teddy Villalba en el ya citado libro de Marcos Ordóñez.

Durante la grabación, concretamente en el hotel Felipe II de El Escorial, aconteció uno de los capítulos más memorables de la pareja. De madrugada, sentado en la barra del bar, Sinatra descubrió que había un piano en un rincón. Tan pronto lo vio empezó a tararear una canción y pidió a los ahí presentes un teléfono y una conferencia a Madrid. “Hey, honey”, se le oyó decir. Efectivamente, estaba llamando a casa de la actriz. Se puso a cantar muy suavemente, sin soltar en ningún momento el teléfono de la mano, cabizbajo y pensando que ella estaba al otro escuchándole atentamente. No obstante, no fue hasta al cabo de algo más de una hora que, sin darse cuenta, Ava entró por la puerta del bar vestida únicamente con un abrigo de visón blanco. No llevaba nada debajo. Le abrazó por la espalda, colgó el auricular y, sin mediar palabra, se fueron a su habitación. A la mañana siguiente él despertó con varios arañazos en la cara.

Aunque en 1957 se divorciaron, siempre estuvieron en contacto. Quienes acudieron a sus espectaculares juergas en el apartamento que compró a principios de los sesenta en el número 11 de Doctor Arce, sin duda, dan buena fe de ello. “Ella siempre acababa huyendo de sus fiestas, por alcohol o por soledad. Subía a la parte de arriba, donde estaba su vestidor, su alcoba, y aquella terraza maravillosa que daba a la piscina. Muchas noches acabamos ella y yo hablando durante horas, al borde de la piscina. Otras noches la recuerdo quedándose sola, hablando con Sinatra por teléfono, también muchas horas. Ése es mi recuerdo: ella arriba, sola, o con uno o dos amigos, y abajo 40 personas bailando. Se gastaba fortunas en aquellas conferencias. Seguía teniendo una gran dependencia de aquel amor, como si fuera un alcohol fuerte. No tardé en darme cuenta de que Ava y Sinatra eran muy parecidos. Tenían los mismos altibajos, la misma furia de vivir, esa mezcla salvaje de generosidad y posesión. Y entendí que su relación hubiera fracasado. Era imposible que saliera bien. Eran dos biorritmos electrificados. Cuando coincidían en el mismo punto era maravilloso. Cuando no, saltaban chispas. Se querían, se necesitaban, pero la química era imposible. ‘Ni contigo ni sin ti’, como en la copla. Creo que fue Perico Vidal quien me dijo un día una frase muy certera: ‘Frank moriría por Ava, pero no con Ava’”, detalló Carlos Larrañaga en Beberse la vida: Ava Gardner en España.

La boda de Frank Sinatra y Ava Gardner  (Photo by Hulton Archive/Getty Images)
La boda de Frank Sinatra y Ava Gardner  (Photo by Hulton Archive/Getty Images)Hulton Archive (Getty Images)

En el verano de 1965, cuando el periodista Jimmie Davies le preguntó a Ava si Sinatra podía haberle hecho feliz, su respuesta fue: “Frankie es demasiado parecido a mí. Un loco sin paz. Frágil como yo. Y, en definitiva, una equivocación como tantas otras”. El cantante rehízo su vida casándose con Mia Farrow el 19 de julio de 1966 (“Siempre supe que Frank acabaría en la cama con un chico”, fueron sus palabras), pero dos años más tarde volvería a divorciarse. La fecha coincidió con la partida de Gardner de Madrid, ya que desde entonces vivió sus últimos años en Londres.

Antes de mudarse a la capital británica pasó unos días con él en Miami, ya que justo al romper con Farrow sufrió una neumonía. No dudó en llamar a su exesposa, quien acudió con su doncella, su secretaria y treinta baúles. “Ava y yo estamos pasando unos días juntos. No estamos reconstruyendo ningún viejo amor. Nos hemos dicho un montón de cosas desagradables, pero siempre, en el fondo, hemos seguido siendo óptimos amigos. Nuestra amistad es indisoluble, y una parte de nuestras relaciones no podrá morir nunca. He estado enfermo y ella ha venido a verme: eso es lo que importa. Ava ha sido una mujer fundamental en mi vida. Conocerla dio un nuevo curso a mi existencia como hombre y como artista. Con ella alcancé las cimas más altas de la felicidad y también de la desgracia. Los dos tenemos el mismo sentido del humor, sabemos mirar las cosas de frente y llamarlas por su nombre. Por el momento nos hacemos mutua compañía, como dos ancianos. Sacamos el polvo al pasado. Nos contamos viejas historias y bebemos alguna que otra Coca-Cola”, confesó Sinatra sobre el reencuentro. Cuando Gardner murió el 25 de enero de 1990 a los 67 años por una neumonía él no pudo acudir al funeral. Envió un gran ramo de flores con una tarjeta que lo resume todo a la perfección: “Con mi eterno amor, Francis”.

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