_
_
_
_
_

Chema Madoz, poemas visuales

Su mundo es el de los objetos cotidianos. Su mirada silenciosa los convierte en poéticas imágenes en las que la magia y el humo conviven en territorios fronterizos. Su última exposición está hasta el 29 en la Galería Moriarty de Madrid.

Chema Madoz

Su estudio en Galapagar es un espacio fascinante. Una amplia sala con suelo de piedra y grandes ventanales por los que se cuelan chorros de luz. Pero lo que más llama la atención es la incalculable cantidad de objetos insospechados y perfectamente ordenados que acumula. Cajitas llenas de botones, una bola del mundo tapizada con espejitos de discoteca, huevos de avestruz, zapatos de tacón, monederos, coladores, abanicos, floretes y cucharas, además de libros y catálogos. Al fondo, una imponente caja fuerte ignífuga en la que se guardan negativos y cámaras, a resguardo de robos e incendios. «Mi cabeza es un caos –explica–, por eso necesito que mi entorno esté ordenado y pulcro». Chema Madoz, Premio Nacional de Fotografía 2000, empezó a coquetear con el mundo de la imagen sin premeditación.

En sus años de estudiante de Historia del Arte se hizo con una Olympus y ahí fue cuando descubrió que eso de la fotografía no se quedaba en el mero reflejo de lo que se veía por el objetivo, sino que las posibilidades de manipulación de la realidad eran inabarcables. De manera que fue adentrándose en ella. Al principio retratando figuras humanas y paisajes. Hasta que se centró en el mundo de los objetos cotidianos, donde ha encontrado un universo inagotable de elementos con los que dar pie a su creatividad. Jaulas, tazas, dedales, cubitos de hielo o imperdibles adquieren una dimensión sobrenatural cuando sobre ellos se posa la mirada de Madoz. En sus propias palabras, «mi objetivo es contar cosas con los mínimos elementos posibles. Si sobrecargas la imagen, al final el espectador se queda solo con la idea de que has trabajado mucho. Y nada más. Mientras que si la imagen es pura, limpia y directa, consigues realmente transmitir un mensaje visual».

Un antes y un después. A la hora de pensar en una fotografía que haya marcado un punto de inflexión en su carrera, «sin duda es la de una figura humana vistiendo una gabardina  manchada con pintura y apoyada en una pared llena a su vez de manchas de humedad», afirma. «Para mí, esa imagen, que tomé en 1984, supuso el descubrimiento de que podía relacionar diferentes realidades a través de la forma y la similitud, algo a lo que antes nunca me había enfrentado. Es una imagen muy simple, pero fue reveladora. Encontré el lenguaje en el que quería expresarme», dice.

Admirador de Durand Michaels y Jan Dibbets, Madoz se siente por encima de todo fotógrafo. «Por mucho que la crítica me defina como escultor», defiende. «Lo que sí es verdad es que, cuando empiezo a fotografiar objetos, mi mirada se vuelve muy neutra y se acerca a la fotografía de archivo o de catálogo. Adquiere un tono muy sosegado y deja de lado picados, contrapicados y otros tantos recursos». Su proceso creativo se sustenta en una actitud receptiva y de alerta, para aprovechar cualquier situación que le permita entresacar elementos susceptibles de dar juego. «Solo cojo la cámara, una Hasselblatt, desde hace más de 15 años, cuando ya sé lo que voy a fotografiar. Yo provoco situaciones para poder retratar cosas que solo existen dentro de mi cabeza. Primero tomo notas a mano y hago algunos bocetos. Después preparo toda la composición y entonces ya empiezo a disparar. Siempre con luz natural».

Los objetos más peregrinos cobran vida en su estudio, donde almacena, en un orden perfecto, batidoras, zapatos, jaulas, mariposas disecadas y otras tantas cosas más.

Pablo Zamora

con un Maniquí y una mariposa, chema simula una mujer alada.

Pablo Zamora

Madoz empuña el florete, protagonista de una de sus últimas imágenes. Reconoce no ser ningún manitas, por lo que recurre a expertos que le fabrican los artilugios para sus originales composiciones.

Pablo Zamora

chema convierte los objetos que recoge en fotografías conceptuales. Esta, de 2011, puede verse en su exposición.

Pablo Zamora

Lo que se ve es un huevo de verdad, y el avestruz es una figura muy sencilla que compré en una juguetería y que luego manipulé».

Pablo Zamora

«Nunca cojo la cámara hasta que no sé lo que voy a fotografiar. Tomo notas, hago bocetos y después, disparo con luz natural»

Pablo Zamora

En una cadena de bicicleta madoz ve un collar.

Pablo Zamora

Pablo Zamora

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_