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Chantal Thomass: «En los 70 si eras ‘sexy’, tenías que ser tonta»

Aunque el movimiento feminista rechazaba su visión, la feminidad de la diseñadora Thomass revolucionó la escena parisina de los años 70.

Chantal Thomass

Mientras Jean Paul Gaultier y Thierry Mugler utilizaban la lencería para construir una supermujer, Thomass proponía hiperfeminidad con un enfoque realista», analiza Pamela Golbin, conservadora jefe de moda y textiles en el Museo de Artes Decorativas de París. «Su trabajo hablaba de empoderamiento, ya fueran vestidos románticos o modelos de ropa interior más explícitos», defiende. «Lo que llevas te define», dice a esta revista Chantal Thomass. Viste traje de chaqueta y pantalón, camisa masculina, corbata y zapatos de cordones. Todo en blanco y negro. La única licencia cromática: el rojo carmesí de los labios. Pocos diseñadores tienen una imagen tan definida e inalterable como ella. Quizá Karl Lagerfeld o Sonia Rykiel, quienes, curiosamente, junto a una joven Thomass revolucionaron la escena francesa de los años 70.

«Empecé en plena revolución feminista, en los años de la liberación de la mujer. Cuando muchos creían que no podías ser inteligente y femenina a la vez. Si eras sexy, tenías que ser tonta», cuenta. «La ropa interior era un producto de necesidad, no de estilo. Pero para mí, la lencería es un complemento que, aunque no esté a la vista, transmite fuerza y seguridad. Y aunque muchos insisten en que mis modelos fascinan a los hombres, diseño para mujeres», reivindica. «Esbocé mi primer sujetador para un desfile de prêt-à-porter [entonces su marca se llamaba Ter et Bantine].

Cerámica de Rometti y libro de Helmut Newton

Pablo Zamora

Yo tenía 25 años y jamás había llevado sostén. ¡Ninguna chica de mi generación los usaba! Sencillamente, no estaban de moda. Pero viendo películas antiguas y revistas de principios del siglo XX –tengo muchísimas archivadas en casa–, me parecía una lástima que aquellas maravillosas piezas de seda de los años 30 o los corses del siglo XIX hubieran desaparecido de nuestros armarios», explica. «Resulta curioso. Porque hoy en Francia es muy difícil, casi imposible, ver a una chica sin traje de baño. Y sin embargo en los 70 en Saint Tropez todas hacíamos toples». 

Para combatir este fenómeno, gente como la modelo Anja Rubik o la actriz Scout LaRue Willis han puesto en marcha en las redes sociales movimientos como #freethenipple, a favor del pezón. «Instagram es muy divertido», asegura Thomass mientras abre su cuenta en el móvil. «Me gusta subir fotos del pasado. De mis primeras colecciones. Mucha gente no sabe que antes diseñaba pret-à-porter. Incluso en las escuelas de Moda hay jóvenes que no han oído hablar jamás de Mugler ni de Montana. No les interesa la historia», lamenta. Ella, sin embargo, disfruta relatando anécdotas del pasado mientras pasa las páginas de una edición de los años 20 de la revista francesa Femina. «Tengo todos los números de 1901 a 1930», dice con orgullo. Incluso los muebles de su apartamento parisino hablan de vivencias personales. Como la butaca que preside el salón. «Es un diseño de Gaetano Pesce de 1986. Soñé con tenerla desde el primer día. Pero entonces no podía pagarla. Hace seis meses la vi en una subasta y la compré». 

Caricatura regalada por un ilustrador.

Pablo Zamora

Manifiesto estético. «Dejé de llevar prendas de color cuando los japoneses desembarcaron en París, a principios de los años 80. Las colecciones de Yamamoto y Miyake convirtieron el negro en el nuevo dogma. Después nacieron mis hijos y apenas tenía tiempo para elegir qué ponerme cada mañana. Así que tiré por la vía fácil: vestir solo de negro y, de vez en cuando, algo de blanco. Luego llegaron los belgas. Entonces cada país tenía su propia identidad, que sobre la pasarela se traducía en colecciones muy distintas». Temporada tras temporada la globalización ha unificado los patrones y las tendencias. «La culpa es del marketing. Si cuando yo empecé hubiera tenido que hacer todo lo que se le pide ahora a un joven talento, no habría sido capaz. Antes los diseñadores no pensábamos en ganar dinero. Solamente queríamos mostrar nuestra creatividad. Detrás de nuestros bocetos no había un plan de financiación. Éramos empresas pequeñas. Hoy detrás de cualquier etiqueta están siempre Arnault y Pinault», apunta. Bernard Arnault es el director del grupo LVMH Moët Hennessy-Louis Vuitton y François-Henri Pinault es el consejero delegado de Kering. En 1985, con la intención de ampliar el negocio, Thomass firmó un contrato de licencia y distribución con un grupo japonés, que pasó a ser el máximo accionista de su marca. En 1985, el grupo despidió a Chantal Thomass, quien durante los tres años siguientes trabajó como consultora de moda para diferentes empresas. Tras negociaciones, en 1998, Thomass consiguió recuperar los derechos de su nombre y relanzó su firma con otro grupo. 

Retrato ‘vintage’

Pablo Zamora

Desde entonces ha colaborado con otras compañías en líneas cápsula de jarrones, alfombras… Muchas de estas piezas están también en su apartamento. «Casi todas», confiesa. «Salvo una lámpara de araña que creé para Veronese; costaba más de 50.000 euros. ¡Una fortuna!», comenta. La decoración es una de sus grandes pasiones. «Tenía ganas de mudarme –llevo 20 años en el mismo lugar–; pero como no hemos encontrado nada mejor, he decidido quedarme aquí y cambiarlo todo. De manera que hemos estado cinco meses viviendo con reformas. ¡Un horror!», asegura. «He vendido muchas cosas. Otras están en mi casa de Normandía. Algunas las he reformado, como una cómoda que he pintado con estampado de pantera. Y los libros y revistas están apilados en las distintas estancias…», confiesa. ¿Guarda también lencería? «Cajas enteras. Del siglo XIX a los años 50. Quizá las done a un museo», sopesa en voz alta.

Vasos largos de su colección de cristalería peep-show.

Pablo Zamora

Su colección de libros en una estantería creada a medida. Blanco, negro, rosa y dorado definen la paleta cromática del espacio.

Pablo Zamora

Le fascinan los años 20, de los que colecciona libros, revistas… Curiosamente en esa década la mujer se liberó del corsé.

Pablo Zamora

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