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Brujas, elfos y tango canino: la fotógrafa Bego Antón busca lo normal dentro de lo raro

La ganadora del premio Revelación de Photoespaña retrata a comunidades peculiares, como los practicantes de danza sincronizada con perros.

Sandy y Bliss danzando con sus perros Jerry y Diva, los cuatro coordinados con trajes country & western, una de la imágenes del proyecto 'Cha Cha Cha'
Sandy y Bliss danzando con sus perros Jerry y Diva, los cuatro coordinados con trajes country & western, una de la imágenes del proyecto 'Cha Cha Cha'Cortesía de Bego Antón

Yvonne y Alice ganaron el año pasado un campeonato mundial de baile. En su rutina hubo muchos giros sincronizados, algún que otro spagat en el aire y un saludo final con sorpresa. Hasta aquí nada fuera de lo común. Excepto que Alice es un perro y la competición que ganaron en Suiza era el Dog Dance World Championship, el concurso más importante dentro del llamado Musical Canine Freestyle, un deporte en el que los perros bailan acompasados con sus dueños.

La fotógrafa bilbaína Bego Antón descubrió la existencia de este fenómeno por casualidad, mientras buceaba en YouTube investigando para un proyecto sobre la relación entre humanos y animales. “Fui a parar a un vídeo de una mujer llamada Caroline y su perro, Scott, bailando una canción de Grease y me quedé alucinada. Supe que tenía que contactar con ellos. A partir de ahí, basé todo mi proyecto en esta comunidad y empecé a fotografiarlos por todo Estados Unidos”, explica. Ese trabajo, titulado Everybody Loves to Cha Cha Cha fue uno de los que el jurado ha tenido en cuenta para conceder a Antón el Premio Revelación de Photoespaña, que se otorga a fotógrafos menores de 35 años y que antes han ganado nombres como Joan Morey o Laia Abril.

Parte del premio consiste en que el trabajo premiado se proyecte en las pantallas de El Corte Inglés de Callao hasta el 18 de junio, así que quien pase por allí podrá ver quizá al matrimonio formado por Sandy y Bliss danzando con sus perros Jerry y Diva, los cuatro coordinados con trajes country & western, o a algunos de los muchos islandeses que creen en los elfos y en las hadas, y se comunican con ellos, y que forman parte de otro de los proyectos de Antón, titulado The earth is only a dust of speck under our feet (La Tierra es solo una mota de polvo bajo nuestros pies). Esa es su especialidad, retratar “grupos de gente que pueden parecer extraños para el resto de la sociedad, grupos incomprendidos” y hacerlo sin demasiadas preguntas. “Con el proyecto de la danza canina, por ejemplo, la gente me dice siempre ‘¿esas mujeres están muy solas?’, ‘¿qué vidas tienen?’. Pero eso a mí no me interesa, no quería investigar sus vidas privadas más allá, porque me llevaría a hacer una catalogación y me parece una falta de respeto y una intromisión innecesaria”.

Las preguntas que sí les hizo para un documental que acompaña al proyecto no fueron fáciles de formular. “Era complicado hablar de la muerte de sus mascotas, aunque esa es una palabra que a ellos no les gusta. Una mujer llamada Christy dijo que cuando murió su compañero lloró más que cuando murió su padre y que sólo quería conducir y conducir y tirarse por un precipicio. También les pedí que describieran el amor por su perros y lo hacían de formas muy bonitas, a veces con humor. Otra de las chicas, Carrie, me contó que cuando conoció a su pareja le dijo que sus perros siempre iban a estar en primer lugar y él en segundo”.

A Antón no le cuesta demasiado inmiscuirse en estos mundos privados. Lo hace guiada por una curiosidad natural y con la empatía por delante. Para Butterfly Days viajó al Sur de Inglaterra y habló con los apasionados de las mariposas, que plantan flores que las atraen y conocen todos sus hábitos. “No sé cual es la razón que me lleva a meterme en estos mundos –admite– es como una especie de aventura. Si no fuera por la fotografía, no podría entrar”. Para conocer a los islandeses que se comunican con los elfos –más del 54% de la población cree que existen estas criaturas, según una encuesta de 1998– la fotógrafa se matriculó primero en un cursillo que se hace en Reykjavic y del que se sale con un diploma de experto en trolls nórdicos. “Es simbólico, te explican todo lo que tiene que ver con los elfos. A partir de ahí recorrí Islandia y en cada pueblo preguntaba. Allí está muy aceptado y normalizado y a nadie le da vergüenza contártelo”.

Su último proyecto también tiene que ver con lo sobrenatural y está en la frontera entre la realidad y la fantasía pero tiene tintes algo más siniestros. Se titula Haiek Danak Sorginak, que en euskera significa “Todas ellas brujas” y es el título del libro que regalan a Rosemary en La semilla del diablo (All of them Witches). Allí, lo que hace es recrear con vestuario y escenificación las imágenes de las brujas que fueron perseguidas por la Inquisición en el País Vasco durante la Edad Media. Antón quería basarse en el testimonio original de las brujas, contar la historia desde su punto de vista y eso no fue fácil. Para eso, está visitando a menudo el Archivo Histórico Nacional donde se guardan las confesiones que los inquisidores extraían bajo tortura. “Ellas acababan diciendo cosas que no eran reales para librarse de la muerte. Contaban que se untaban un ungüento y con eso salían volando a los aquelarres montadas en escobas o animales. O que se empequeñecían hasta pasar por el ojo de la cerradura, o que se metamorfoseaban en animales. Se las acusaba de todo. De matar niños, de provocar tormentas y hundir navíos. Todo lo que sabemos de las brujas está muy mediatizado por los cuentos y por la fantasía, pero me interesa recordar que eran mujeres reales, perseguidas”, dice. Sus universos no son fáciles de trasladar al mundo real y la fotógrafa reconoce que cuando hace trabajo publicitario “porque hay que comer” no se siente reflejada. Espera que el premio en Photoespaña le ayude en parte a eso, a recibir encargos más acordes con su estilo, con los retratos de raros que no lo son tanto.

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