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Así viven los ‘woolies’: los fetichistas sexuales de la lana

Para muchos, el interruptor del deseo está en un tejido tan campechano como la lana. Los amantes de este material hace tiempo que comparten vivencias, relaciones y prendas de cachemira en la red.

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Tumblr/ Strickteufelchen

De todos los fetiches sexuales, seguramente, el más inocente es el de la lana. Gente que se excita al ver, ponerse o entrar en contacto con ese tejido tan entrañable y de andar por casa que es el pelo de oveja. Un material que relacionamos con la infancia –para muchos era un tormento llevar aquellos jerséis picosos que nos tejían las tías solteras– y con la ancianidad, que muchas veces trae consigo la obsesión no solo por abrigarse sino por cubrirlo todo con tapetes, fundas y colchas. Incluso las teteras, para las que también se fabrican, en Inglaterra, suéteres gordos y ásperos. A simple vista, no parece que sea fácil buscar nexos de unión entre la lana y el erotismo, la lujuria o el desenfreno, pero algunas personas si que le han encontrado el punto: los woolies o wooly lovers, en inglés, una comunidad nada desdeñable a la que Internet ha salvado la vida y ha ayudado a que sus integrantes se relacionen más entre ellos. Gracias a portales como Woolfreaks.de, la fracción mundial de fetichistas de la lana puede ponerse en contacto, hacer amigos, contar experiencias y encontrar pareja que comparta el mismo amor por la sensación que produce ese cálido, suave, rugoso y hasta irritante material en contacto con la piel, los genitales o cualquier otro punto de la anatomía física o mental.

Registrarse en dicha página web requiere contestar a una serie de preguntas que más bien parecen indicar que el aspirante a entrar es una ociosa jubilada que pretende ingresar en un club de labores, ya que hay que decantarse por un material de preferencia: lana, mohair, cachemira, alpaca, etc; la prenda que más nos gusta: jerséis, gorros, calcetines, medias, pantalones, pañuelos, monos, abrigos…, y si se es aficionada a alguna de las labores relacionadas con este tejido, como la calceta o el ganchillo. Una vez decididos estos asuntos de vida o muerte, uno se hace ya con el pasaporte que le permita la entrada al maravilloso mundo de los woolies. Y he de decir en su favor que hacer amigos allí es mucho más fácil que en Facebook, especialmente si eres mujer. Por alguna extraña razón que nadie ha sabido explicarme, las féminas escasean en este universo, o no ha salido aún del armario, con lo que los heterosexuales que quieran encontrar a su media naranja, envuelta en lana, lo tienen complicado.

Seguro que a la comunidad ‘wooly’ le interesan estos estilismos de pasarela que la británica Sibling ideó en 2014.
Seguro que a la comunidad ‘wooly’ le interesan estos estilismos de pasarela que la británica Sibling ideó en 2014.Getty

Alexeph14, como se hace llamar en su perfil de Woolfreaks, es uno de esos solteros que busca chica, “para mi es muy importante tener una pareja que comparta mi fetiche o que sea abierta a mis preferencias. Uno de mis miedos es que la vida y una futura relación sin lana me conviertan en alguien tremendamente infeliz. Nunca he tenido una novia a la que le apasionara también esto, pero estoy buscándola. Afortunadamente, con este portal es posible conocer a otros wool lovers y nuevas formas de vivir esta pasión; aunque, desgraciadamente para mí, no hay muchas mujeres en la web que estén dispuestas a explorar más a fondo este fetiche”.

Esta página cuenta con 2.000 miembros en activo en todo el mundo, la mayoría de los cuales, seguramente por razones climatológicas, residen por este orden en Alemania, EEUU, Holanda, Francia, Canadá y Australia. Aunque también hay socios de países más calientes como España y Brasil, donde el mérito de envolverse en tejidos calóricos, cuando el termómetro marca 35 ºC, es admirable. Las fotos que suben a la página sus usuarios nos hacen pasar de inocentes instantáneas de chicas/os con jerséis, propias del catálogo de otoño/invierno de Mark & Spencer, a imágenes hardcore en las que la lana es la protagonista principal, además de los genitales, las cuerdas, las mordazas y demás imaginería BDSM, porque este fetiche no está reñido ni es incompatible con otros, con lo que las posibilidades son infinitas. Algunos de los grupos que se organizan en esta web entorno a una temática determinada, dan una idea del amplio abanico de modalidades existentes dentro del mundo de los woolies: hombres en mohair-cardigan, cabezas de lana, que hace referencia a las máscaras que cubren totalmente cráneo y cara, dejando unas aberturas para los ojos y boca; Sissies en mohair, angora y piel; pañuelos y bondage, hombres de rosa, rojo, violeta y púrpura; calceta o lana suave en público.

La explicación al por qué el pelo de oveja tiene el extraño poder de suscitar el deseo sexual en ciertas personas es complicada, aunque algunos, como la sexóloga Gloria Brame en un artículo de la revista Racked, titulado Meet the Woolies, se aventuran a dar hipótesis, “algunas personas se sienten confortables envueltas en lana, como cuando eran niños. Hay algo que reconforta y tranquiliza. En la pubertad, aparecen los cambios psicológicos y es cuando algunos empiezan a hacer una conexión erótica entre algo que siempre les ha gustado pero no saben muy bien por qué”. Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología, “todos tenemos pequeños fetiches, cosas con las que nos sentimos seguros o que nos gustan y nos han condicionado a lo largo de nuestra vida. El problema de los fetiches es cuando se convierten en parafilias y entonces, la única manera de excitarse sexualmente que tiene una persona es a través de ese objeto o esa práctica, y éste se convierte en el eje, en algo más importante que la persona o la relación”.

Sweaterforever, un usuario holandés, casado y en busca de woolies de ambos sexos, en Woolfreaks, me cuenta su proceso de descubrimiento de esta afición. “Me di cuenta a una edad muy temprana, pero entonces yo no sabía que esto era un fetiche. Solo cuando entré en la adolescencia empezó a ser algo sexual y con el tiempo no ha hecho más que crecer y crecer. Mis preferencias están relacionadas con cualquier cosa que sea de lana, suave, mullida y agradable al tacto”. Los inicios de Alexeph14, residente en Londres, son mucho más concretos y pueden ser exactamente ubicados en el tiempo. “Recuerdo perfectamente que cuando tenía seis años vi un día a una chica de mi clase que llevaba un cárdigan suave y peludo de color púrpura. Quedé completamente hipnotizado, me encantaba el look y es obvio que dejó una gran impresión en mi aquella prenda, porque todavía hoy recuerdo ese momento muy claramente. Cuando cumplí 19 (ahora tengo 31 años) descubrí que la lana me excitaba sexualmente y tras 12 años mi fetichismo ha alcanzado niveles cada vez más altos”.

Así como los adictos al látex o al BDSM tienden más a socializar –sobre todo desde que 50 Sombras de Grey elevó a la categoría de chic este fetiche-, a los woolies les cuesta reconocer su adicción, porque automáticamente pasarían a ser los moñas y los cursis del universo fetichista. Algo que se traduce en que no resulta fácil conocer a gente de su mismo entorno en modo cara a a cara. “No me atrevo a confesar mi fetiche a nadie conocido, ni familiares ni amigos”, comenta Alexeph14, “me da miedo que no me acepten o que empiecen a tratarme de forma diferente. Llevar prendas de lana está asociado, generalmente, con las mujeres y no está considerado como algo muy masculino, por eso no se ven muchos hombres vistiendo jerséis con pelo en público. Para mi esta es una pasión secreta y gracias a eBay puedo comprar prendas de forma discreta, ya que lo que me gusta son materiales más bien femeninos, como la angora, mohair o cachemira”.

Una de las desventajas de estar sexualmente obsesionado con un objeto o situación es que no siempre es fácil encontrar una pareja que te siga en tu empeño. “A muchos fetichistas les cuesta mantener una relación y tienden a quedarse solos porque es complicado seguirlos en su adicción”, comenta Francisca Molero, “pero para llegar a este punto hay que tener una personalidad adictiva. Cualquier juego es valido y deseable para añadir variedad a la vida sexual. El problema es cuando el propio juego toma las riendas y aparece la culpa. Haces algo porque te gusta y te calma, pero luego te sientes culpable y la propia culpa refuerza ese comportamiento. Hay entonces que romper ese círculo desensibilizando y buscando otras cosas gratificantes, que sirvan de sustituto a lo que se ha vuelto ya adictivo”.

Getty/Imgur
Getty/ImgurGetty/ Imgur

Sweaterforever, en este punto, se considera afortunado porque ha ganado a su pareja actual para la causa de la lana. “Ella ha ido aprendiendo y le ha cogido el gusto. Estamos juntos en esto y es algo que nos excita por igual a ambos. Personalmente, estoy ahora en la meta de experimentar con otros hombres. Es un genuino deseo”. No faltan, tampoco, parejas que se han conocido a través de la web. Lo que Woolfreaks ha unido que no lo separe ni el algodón, ni la seda, ni la fibra sintética. Una de estas alianzas es la formada por una pareja de EEUU, que no quiere dar nombres y que ha llevado su pasión por la lana no solo al universo de la moda sino también al de la decoración, con ítems que serían la pesadilla de la gran mayoría de los mortales, pero no de este selecto y abrigado grupo: sábanas de lana fina, pantallas de lámparas de alpaca, cortinas de mohair o fundas para la tapa y el asiento del wáter en pelo de oveja. No todos los que se registran en la web son woolies o periodistas explorando este fascinante universo. También hay los que se dedican a vender todo tipo de accesorios para poner en practica esta preferencia, desde fundas para pene o ropa interior de lana hasta kits para iniciarse en la calceta. Creapulka.com vende prendas tejidas a mano y hechas a medida para satisfacer las fantasías más descabelladas, en lanas de lujo; mientras Dressforlife.com, Lady-Mohair.de o Stricktenfelchen.de son otras opciones para forofos de este tejido.

Desde que me he registrado en Woolfreaks no paro de recibir solicitudes de amigos lanudos, un fetiche de lo más inocente. Sin embargo, en cuestión de sexo, yo necesito algo más de corporeidad y si hay que elegir entre la oveja y la lana, no lo dudaría ni un segundo, me quedo con la oveja.

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