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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La semana que apareció ‘S Moda’: recordando hacia adelante y hacia atrás

«No hay ninguna constancia gráfica de que el fin de semana que se lanzó S Moda yo comprara el periódico, porque entonces no nos hacíamos fotos los sábados desayunando. Sin embargo, tengo la certeza de que fue así».

Anabel Vázquez
Anabel Vázquez.Plató S Moda

La semana que apareció S Moda yo me había bañado, por primera y última vez, en la piscina de Torres Blancas, llevaba faldas rectas y estaba preparando un viaje a Río de Janeiro. No he vuelto a hacer nada de eso. Tengo buena memoria y eso es una condena, porque recuerdo hasta lo que quisiera haber olvidado. Pienso en ese septiembre de 2011 y me vuelven momentos, ropa y lugares sin recurrir a nubes ni discos externos. Algunos me bailan. Yo me bailo. No sé cómo era entonces: lo recuerdo todo menos a mí. Para recordarme la semana en que nació esta revista he recurrido al pozo sin fondo de mis álbumes y allí estoy yo. Tengo el pelo más largo, estoy a punto de montar una empresa que entonces solo era un cuaderno y un bolígrafo y parezco agitada. Puedo ver eso.

No hay ninguna constancia gráfica de que el fin de semana que se lanzó S Moda yo comprara el periódico, porque entonces no nos hacíamos fotos los sábados desayunando. Sin embargo, tengo la certeza de que fue así. Recuerdo que, aunque valoré la ambición de la portada y la sonrisa del personaje, me alteró ver a Sarah Jessica Parker con una chaquetilla torera. Puede que sea porque me recordaba una temporada en la que trabajé posando en la Escuela de Artes y Oficios de Sevilla vestida con una de ellas (sic) y me aburría como una adelfa. Ojalá hubiera habido AirPods.

Escribo estas líneas en casa mirando de reojo un número de S Moda. Está junto al mando del aire acondicionado (el día en el que la factura de la luz bate otro récord), un suplemento dominical con Almodóvar en portada y un libro de Vanessa Springora que compré hace unos días en un aeropuerto. Si miro hacia la cocina encontraré un montón de revistas en el que hay varios números más. Terminaré desprendiéndome de ellas; hay un cierto pudor en hacerlo demasiado pronto. Cuando escribo las quiero tener cerca; es como si esa red de personas y talentos que las hacen posibles me sujetaran. Una casa sin revistas es… No sé, no tengo la menor idea: en mi vida, desde pequeña, siempre las ha habido.

Se habla mucho de los objetos que sobreviven mudanzas y muy poco de las revistas que sobreviven viajes. Mi último viaje lo comencé llevando en el bolso el número anterior de esta revista. La leí en el avión e incluso me dio tiempo a prestarla. Regresé del viaje con esa misma revista en el fondo de la maleta, arrugada, pero de vuelta. Con lo fácil que hubiera sido dejarla en cualquier hotel o en el asiento 19 F. Me la traje. No pienso guardarla 10 años, pero quizá la recuerde algunos más. Me intriga saber qué ocurrirá con este número. Tengo en la mesa un álbum de fotos que tiene en la portada una cita de Alicia en el País de las Maravillas: “Qué memoria más pobre la que solo funciona hacia atrás“. Ojalá poder recordar hacia adelante.

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