Ampparito (Madrid, 1991), que en su DNI se llama Ignacio Nevado, no escogió tener la calle como principal escenario para su obra. Terminada la carrera de Bellas Artes, se fue a vivir a Londres, donde trabajó a regañadientes para una agencia publicitaria, y se encontró “sin acceso a ningún círculo artístico, sin galería, sin becas ni residencias”, así que la única solución estaba puertas afuera. Su trabajo se basa en el desconcierto y obliga al que se cruza con él a mirar dos veces para asegurarse de que sus ojos no le engañan. ¿Es eso una canasta de baloncesto completa, o tan solo media, reflejada en un espejo?, ¿qué hace un autobús urbano cubierto de mimbre?, ¿y un parada de autobús rural pintada de camuflaje naranja? Su obra tiene dos dimensiones: una pictórica, con grandes murales de objetos cotidianos sobredimensionados, como la carpeta de Windows que pintó en el museo de Street Art de San Petersburgo, y otra más escultórica, que deforma elementos cotidianos hasta hacerlos extraños. “El desconcierto es un buen activador –defiende– ante este maremágnum de información e imágenes que recibimos, lo bueno que tiene el absurdo es que te hackea la realidad. Por lo general es todo tan pragmático que cuando ves algo distinto, no lo entiendes. Ha llegado un punto en que te preguntas: “si esto no es publicidad, ¿por qué está aquí?”.
El artista está entre los 15 seleccionados para formar parte del Swatch Creative Natives en Madrid, que reúne en un espacio de la calle Gobernador de Madrid a figuras emergentes de la escena artística madrileña, aunque no para hacer exactamente lo suyo, sino otra cosa, el resultado de un trabajo en grupo con otros artistas. A Ampparito le ha tocado trabajar con la fotógrafa y editora Gema Polanco y la escenógrafa e ilustradora Lydia Garvín. Juntos, y bajo la tutela del artista Carlos Maciá, han ideado una experiencia que no pueden revelar del todo pero que tiene que ver con la erosión que sufren las calles con el paso del tiempo. “A diario no se notan esos cambios, así que nos interesaba acelerar ese proceso para hacerlo visible”, explica.
En su agenda de los próximos meses hay proyectos en Bilbao, Tenerife, Valladolid y L’Hospitalet, donde va a crear un gran mural en colaboración con los vecinos. Una anomalía, puesto que su trabajo normalmente le lleva fuera, desde Dubai a Nueva Zelanda. “Me encanta, al final te creas tu propia familia disfuncional a lo largo del mundo. Cuando estuve en Nueva Zelanza conocí a un artista de Canadá y hace poco le invité a colaborar conmigo en un proyecto en la antigua cárcel Modelo de Barcelona”. Instagram ha abierto un nuevo capítulo para los nombres de la escena urbana, pero para Ampparito sigue habiendo algo especial en encontrarse cara a cara con los artistas que admira. “A veces te esperas a un punki, y te viene un tío que es abogado con traje. O crees que alguien es muy consolidado, y resulta ser un chavalín. Cuando trabajas con la gente descubres otra cosa sobre su obra”, y por eso está disfrutando especialmente de su experiencia con el grupo de Creative Natives.
Entre sus nombres de referencia, hay coetáneos suyos como el valenciano Luce, pero también le nutren los músicos, los ilustradores como Conxita Herreno y cineastas como Paolo Sorrentino. Además considera a la artista plástica Esther Ferrer “la maga entre las magas”. Respecto a la escena urbana actual, cree que en España se está viviendo “el mejor momento”: “Cuando yo era pequeño, ‘arte urbano’ era un género. Ahora no. Dentro del arte urbano hay gente abstracta, figurativa, expresiva, conceptual…”.
