_
_
_
_
_

10 razones por las que viajar sola es una buena idea

Las españolas que viajan sin compañía aumentan un 335% en 2019. Esta son las claves por las que merece la pena sumarse a esta tendencia.

Julia Roberts en disfrutando de las ventajas de viajar sola en 'Come, reza, ama'.
Julia Roberts en disfrutando de las ventajas de viajar sola en 'Come, reza, ama'.Getty

Cada vez son más las mujeres que se animan a coger la maleta e irse de viaje por su cuenta. Solo en los últimos dos años, un 335 % más de españolas se decidieron por esta fórmula que prima libertad y aventura, según datos de la plataforma Airbnb.

Y no se limitan a una escapada de fin de semana a alguna capital de Europa, sino al contrario: los países que han experimentado un mayor crecimiento de españolas en solitario son Nueva Zelanda (157%), Corea del Sur (79%) y Colombia (76%), además de otros más controvertidos por cuestiones como la falta de seguridad o los altos niveles de misoginia como Rusia (115%) o México (69%), según la propia web.

“Viajar sola empodera, abre la mente y ayuda a ver las cosas desde otras perspectivas. Te enseña que, si tú quieres, puedes hacer muchas cosas, pero también que, a veces, por mucho que quieras, hay cosas que no puedes hacer o no puedes cambiar. Te ayuda, o debería, a ser más tolerante, a ponerte en la piel del otro; y te da la oportunidad de dedicarte tiempo a ti misma sin tener que preocuparte de qué piensan o que esperan los demás”, explica Cristina E. Lozano, fotoperiodista autora de Viaja en mi Mochila.

El perfil de las viajeras ya no se limita a jóvenes estudiantes, sino que abarca un mayor abanico de edades. Más de un tercio, según Airbnb, son mujeres en la treintena, y casi la mitad entre 25 y 35. Este último rango es el que viajeros expertos y psicólogos coinciden en destacar como el más adecuado para viajar en solitario, en tanto que se goza de una mayor madurez para la toma de decisiones, así como se dispone de mayor capacidad económica.

Así, viajar sola antes de los 35 se ha convertido en toda una tendencia. Para las indecisas, aquí va una decena de razones para que el próximo viaje sea en solitario.

1. Conocerse mejor que nunca…

Viajar solo es una gran oportunidad para conocer gente… incluido uno mismo. “Veremos si me dejo influir o no por las opiniones de otros viajeros o las guías, cómo soy en los primeros contactos, si busco compañía compulsivamente, cuál es el ritmo que debo respetar y cuáles saltarme… Es un desafío bonito e instructivo porque cumple con la doble función de salir de la zona de confort geográfica y social”, explica la psicóloga Laura Landau.

2. …y disfrutar de nuestra compañía

“Para aprender a disfrutar de la compañía de uno mismo, lo primero es dejar a un lado el miedo a estarlo. Está bien reconocerlo y permitirnos sentirlo, pero no que nos detenga en este desafío”, dice Laura Landau. El mejor consejo que da la psicóloga es “pasar del pensamiento victimista acerca de nuestra soledad. Viajar solo es un placer cuando aprendemos a acompañarnos de nosotros mismos”.

3. Decisiones que solo tomas tú

No hay más voto que uno: el tuyo. “Pero en un viaje, como en la vida, tener las ideas claras y dejarse llevar no es incompatible. Al contrario. Suelen ser los dos ingredientes necesarios para que las cosas vayan bien”, explica Cristina E. Lozano. Eso sí, la experta recomienda llevar de casa algunas decisiones ya tomadas. “Conviene que una sepa a qué tipo de país va, qué le gusta y qué no, cuánto se puede gastar, qué no puede comer, qué le da miedo, etc. plantarse en un país extraño sin saber nada de él y «dejarse llevar» no suele ser una buena idea”.

4. Confianza en lo que nos gusta y lo que no

Un consejo que dan los grandes viajeros en solitario es no vivir el viaje que otros esperan que hagas, sino el que tú realmente quieres. Esto se plasma sobre todo en las actividades que se organiza cada uno. “Contratar experiencias concretas es especialmente popular entre viajeros en solitario, pues permiten conocer a otros viajeros y personas del destino que están visitando. En este grupo, las mujeres son el doble de propensas a reservar que los hombres”, explica Carlos Lascorz, responsable del área de alojamientos de Airbnb Marketing Services.

5. Ponerse a prueba mental y físicamente

Nuestros límites estarán a prueba a diario y exigirán una prueba de resistencia mental (sobre todo) y física (que muchas veces es más el aguante del propio viaje, sobre todo en los largos, que el de la resistencia en sí de nuestro cuerpo). “Todo lo tienes que hacer tú: desde comprar billetes de tren hasta encontrar la playa bonita de la foto, pasando por matar las cucarachas que encuentres en la habitación, defenderte del acoso callejero en la ciudad de turno (que lo vas a encontrar), o enfrentar las nuevas experiencias”, resume Cristina.

6. Relaciones más maduras y enriquecedoras

Los vínculos que se crean cuando se viaja a partir de los 30 son más maduros. “A los 20, es más conocer gente en el hostal, divertirse, compartir una cerveza… pero sabías que a las dos noches te ibas a ir y ya. A los 30 las relaciones cambian, porque nosotros mismos somos más maduros, y encuentras gente con las que sí te apetece mantener el contacto, crear una empatía real y conocer de verdad la historia del otro, incluso aunque el encuentro siga siendo igual de breves”, explica Isabel Muela, especialista en viajes por Asia Central en Divercity Travel con varias vueltas al mundo a sus espaldas.

7. Encuentros sin mojigaterías

Viajar solo supone la oportunidad de explorar también nuestros límites en el terreno sexual, con la ventaja de que, como dice el famoso refrán, ‘lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas’. Aunque, como explica la sexóloga Marta Ibáñez, es reflejo de una realidad que ya se da en casa. “En un viaje en solitario, el qué dirán queda aparte, porque se puede o no compartir a la vuelta, y eso puede dar cierta libertad. Existe la idea de que las vacaciones pueden ser una excepción, permitirnos hacer ciertas cosas que quizás no haríamos en casa, pero, en general, una mujer que viaja sola ya cuenta con una manera de ver la vida, el disfrute y la relación con los demás que sería exactamente igual en su ciudad que fuera”.

8. Desconexión total

“Es un error asociar un viaje en solitario con ‘paz, tranquilidad…’, porque puede ser así o estar lleno de situaciones estresantes”, opina Isabel Muela. Lo que sí es que el grado de desconexión con lo que hemos dejado temporalmente en casa puede ser tan total como queramos, pues tocará centrarse en el día a día, a veces casi como si fuera un trabajo. Pensar en otra cosa porque no hay más remedio es, para muchas, una delicia, aun cuando suene a un poco de masoquismo…

9. Una camaradería entre mujeres diferente

“A partir de los 30, mi relación con otras mujeres del resto de los países fue cambiando. Se abren más, quieren compartir más cosas y te protegen, ves mucha más camaradería”, explica Isabel Muela. “Te incluyen en sus mejores planes y no quieren que te sientas sola. Me ha pasado de acabar en fiestas y bodas en Uzbekistán, donde no conocía a nadie, pero me lo pasé genial”, recuerda esta viajera.

10. Una vuelta como nunca

Aunque dependerá de la experiencia de cada una, la vuelta de los viajes en solitario suele tener casi siempre un claro componente de euforía, porque somos conscientes de que lo que hemos hecho, especialmente en los viajes largos, es una hazaña. “Se vuelve más empoderada, incluso si no se lo parece en el momento”, explica Cristina. Hay que prepararse para una vuelta donde los de casa no siempre sabrán entender ni valorar lo que hemos disfrutado. Y, a veces, nos costará volver a empezar. “Es fácil frustrarse, sobre todo al llegar eufórica del primer viaje, al pensar que esa fantasía se acabó. Pero es mejor ponerse a pensar directamente en el siguiente desafío, hasta que te das cuenta de que puedes llenar tu vida de tantas experiencias viajeras como quieras”, concluye Isabel.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_